OPINIÓN
El pasado lunes, escritoras y escritores asistíamos a la última reunión con Laura Borràs que, como directora de la Institución de las Letras Catalanas, dijo: “El dinero se van ir al banco de España… Os pedimos saber qué deseáis hacer”.
Oriol Pi de Cabanyes, que fue director de la ILLC, y Laura Borràs, actual directora, en la conmemoración de los 80 años de la institución (1937-2017)
“No hay dinero en la cuenta desde el saqueo del 20 de septiembre, y no hay previsión de volver a tenerla. ¿Qué desea hacer?” Laura Borràs, siempre animosa, quiso reunirnos en la sede de la ILLC, en la calle Mallorca, antes de que comenzara la campaña electoral del 21-12. Ella en las listas de Junts per Catalunya, así que deja el cargo.
Entre los autores y las autoras, una mezcla de alegría de reencontrarnos, mucho espíritu de resistencia y una cierta sensación de “deja vu”. Una lista de unas doscientas escritoras y escritores hemos nutrido, hasta ahora, de una manera profesional (es decir, cobrando) las peticiones de bibliotecas y clubes de lectura para ir a dar charlas sobre nuestros libros, a través del programa Letras vivas, así como para visitar escuelas e institutos, con el programa Autores en las aulas.
Además, la ILLC ha organizado programas culturales, efemérides, publicaciones… Pues bien, todo esto se ha acabado “gracias” a la intervención del ministro Montoro y el Gobierno Rajoy, sin más explicaciones.
Laura Borràs explica cómo un día, el 20 de septiembre, llegó al trabajo y se encontró las cuentas bloqueadas y el presupuesto a cero. La reacción fue de salir adelante, a toda costa, hacerse visibles, organizar encarteladas, participar en recitales y en sesiones literarias. Se esperaba que el bloqueo fuera temporal, que las actividades comprometidas se pudieran pagar dentro del 2017 y que la situación de indefensión, en definitiva, se acabara.
Logotipo de la ILLC
Pero la aplicación del 155 ha representado no sólo la continuación de este vergonzoso bloqueo económico de las letras catalanas, sino su extensión en muchas otras áreas de la cultura y la educación de Cataluña: la música, el teatro, el cine, incluso la investigación científica se han quedado sin apoyo, una vez desmantelada la Generalitat.
¿Qué debemos hacer las autoras y los autores? De momento, lo debatimos. Autores como Maite Carranza, Maria Carme Roca, Blanca Busquets, Cinta Arasa, Anna Maria Villalonga, y esta cronista; autores como Jaume Copons, Jaume Cela, Sebastián Benassi, Ramon Solsona o Pere Martí, todos exponía sus puntos de vista en una atmósfera de culta y cordial incredulidad. Nuestra posición es difícil.
En un país poco lector, en una sociedad donde los valores de la lectura y de la escritura (la formación del juicio crítico, la reflexión, la creación de la propia individualidad, entre el recuerdo y el anhelo) son tan difíciles de “vender” a los lectores y lectoras, ¿quién vivirá como un drama que autores y autoras dejamos de ir a las bibliotecas o los centros escolares? O, en todo caso, ¿que dejemos de ir de una manera profesional y tengamos que volver al voluntarismo de otras épocas?
Por otra parte, si no dejamos de ir, si todavía incentivamos las apariciones públicas (aunque de manera altruista), ¿no estaremos haciendo el juego al ministro Montoro ya todo el que, como él, cree que los autores y las autoras en lengua catalana no merecemos cobrar ni cinco de cajón? Pero si, llevados por la lógica, cesamos en nuestra actividad pública y privada, seguiremos haciendo el juego de fondo a los que pretenden ahogar la lengua, la literatura y la cultura catalana.
Todo ello, hacía una sensación extraña de estar sentadas y sentados en la acogedora sala de la ILLC, reunidos por nuestra directora, y vernos devueltos de repente a la predemocracia: sin dinero, sin explicaciones, rodeados de invisibles lazos amarillos que nos recordaban los encarcelamientos de los consejeros y del vicepresidente, sonriendo a la propuesta de recitar el poema “Bélgica” de Josep Carner para recordar el presidente Puigdemont y los consejeros en el exilio.
¿Qué podemos hacer?, era la pregunta general. Los músicos lo tienen más fácil, decía alguien, pensando en el concierto del próximo día 3 de diciembre. “Podríamos recitar juntos La vaca ciega…”. O hacer algún acto en el Teatro Nacional, proponía Laura Borràs, para hacer visible nuestra indefensión, nuestra desnudez y, asimismo, nuestra dignidad. Seguir escribiendo, mientras nos dejen.
Y seguir escribiendo, también, cuando ya no nos dejen.