OPINIÓN
“Las niñas son complicadas; los niños son mucho más simples”: un tópico demasiado habitual en el encuadre de discursos sobre las diferencias de género a la hora de gestionar conflictos en el entorno escolar o familiar.
Se trata de un marco cercano al machismo o, por así decirlo, alejado del discurso que se construye justamente sobre la idea opuesta, ecofeminista, según la cual la supuesta complejidad emocional femenina es la que se ha ocupado tradicionalmente del cuidado de los más débiles y del medio ambiente.
En efecto, se trataría de una simplificación de la realidad que funciona como marco de la comunicación informal entre familias y comunidad educativa para justificar diferentes modelos de relación entre grupos de niños y niñas, asumiendo más eficacia de los primeros e infravalorando las competencias y habilidades que desarrollan las segundas en su estilo emocional de gestión del conflicto. Es uno de tantos encuadres dentro de los cuales construimos discursos de género y reforzamos modelos culturales sobre el tema, una cuestión que afecta a la forma en que nos relacionamos entre nosotros y con el medio.
El ecofeminismo se ocupa de la relación mujer-sostenibilidad, que no es lo mismo que defender que ecología y mujer tengan que ir de la mano. En cambio, esta corriente parte de la idea de que tradicionalmente las mujeres no han tenido acceso a las armas y han estado al cargo de cuidar a los más débiles y del medio natural desarrollando en términos estadísticos una subjetividad relacional atenta a los demás y con mayor expresión de la afectividad. En otras palabras, se ha constituido una forma femenina de entender el desarrollo que le liga a los cuidados, la tierra y la comunidad, frente al modo masculino más ligado a la economía individualista. Tal y como lo expresaba el economista Mary Mellor jugando con la maleable lengua inglesa, la mujer se mueve en la we-economy (we de nosotros y primera sílaba fonética del plural women) y el hombre en la me -economy (me de yo y de men). Esta constatación del ecofeminismo es una reivindicación del valor de lo complejo y emocional.
La sospecha de este artículo es que la reivindicación ecofeminista todavía tiene que penetrar el discurso para poner en valor todo lo complicado y afectivo. Hay que hacerlo desde la infancia. Hay un discurso con sesgo de género que menosprecia el potencial entrenamiento emocional implícito en los conflictos “complicados” de los menores y que lo sobrevalora en los conflictos “sencillos”, cuando sabemos en cambio que este entrenamiento es fundamental para el cuidado de los débiles y de la naturaleza (tradicionalmente asumida por mujeres). La ecuación del discurso termina siendo: complicado con connotación negativa = femenino; sencillo con connotación positiva = masculino. Y el discurso es bastante habitual tanto en el entorno escolar, en la socialización primaria, como en el entorno profesional, en la socialización secundaria, especialmente cuando se dice que las mujeres en el trabajo son muy “brujas” o “manipuladoras” o “rebuscadas” o “criticones” o “mandones”. La representación mental está tan integrada que no es difícil encontrar familias con niño y niña que afirmen que la niña siempre tiene conflictos largos y discusiones con sus compañeras mientras que el niño no da problemas y lo resuelve todo rápidamente en el patio.
Hay que aclarar que esta constatación se basa más en la experiencia personal que en la evidencia científica, pero es un marco lo suficientemente común como para reivindicar que es necesario ecofeminizar el discurso.
Si el marco se planteara en positivo, sería más eficaz para dar resultados favorables para la sostenibilidad, para luchar contra el machismo y para fomentar determinados valores defendidos por el ecofeminismo. Los conflictos más emocionales se tildan de femeninos y se encuadran como una dificultad y no como un valor. Por el contrario, los conflictos de vía rápida, más física, se califican como masculinos y se enmarcan como una destreza social. De entrada, habría que encontrar investigación que confirme que el conflicto complicado y emocional es femenino y el otro masculino. Pero aunque esto fuera realmente así, no se tiene en cuenta el hecho de que esta gestión más emocional del conflicto atribuido a las niñas puede prepararse para ser más sensible y empático en situaciones que forzosamente habrá que resolver desde las emociones y no desde la violencia o la supremacía física.
Parece que no se vea ninguna ventaja en que alargar un conflicto sobre un tema que probablemente tiene poca importancia no es manipular y complicar. Es desarrollar un conjunto de inteligencias y habilidades emocionales y sociales que pueden ser muy importantes en un futuro. Concretamente, son la base para la transición sostenible: perspectiva generacional, aprovechamiento, integración, cierre de ciclos. Los conflictos débilmente emocionales y más sencillos típicos de los niños (se llama) se enmarcan en un discurso que les da valor como comportamientos positivos por su simplicidad.
No se teme que la falta de una resolución más pausada, larga, emocional y social del conflicto limite el entrenamiento del niño para abordar conflictos más adelante.
Es obvio que el discurso tópico de que las niñas son complicadas y los niños mucho más simples (en negativo la primera afirmación y en positivo la segunda) no tiene por qué conducir necesariamente a forjar potenciales machistas. En cualquier caso, se trata de un marco que no ayuda a reivindicar la visión ecofeminista que pone en valor, justamente, las relaciones más complicadas y afectivas. Ecofeminizar el discurso no significa ligar a mujer y medio ambiente. Significa invertir el marco en el que interpretamos la relación mujer-medio con discursos que pongan en valor las “complejas” emociones femeninas (que también tienen muchos hombres) y relativizen las supuestas ventajas de la “simplicidad” masculina (que también tenemos muchas mujeres).
Joana Díaz Pont es licenciada en química y doctora en sociología. Trabaja como docente, investigadora y consultora en temas de comunicación y políticas ambientales y de cambio climático.