OPINIÓN
La gran noticia de estos días es el acuerdo de Paz en Colombia, con la magna ceremonia de puesta en escena de su firma vistiendo todos de riguroso color blanco.
Un largo y duro proceso donde siempre habrá quien se querrá poner alguna medalla y, la verdad, es que el espíritu de este proceso excepcional está muy lejos de que se pueda etiquetar con los parámetros al uso basados ??en el éxito competitivo, pues todo el proceso ha sido impregnado de otro talante.
Una apuesta por la paz que viene de lejos
Nadie sabe la violencia que ha tenido que soportar años y años su población civil, sus mujeres en particular, y quizás nadie tendrá presente el gran papel jugado desde que en 1995 -por ejemplo- inició la Ruta Pacífica, una propuesta política que pretendía la confluencia de las mujeres de todos los diversos sectores (intelectuales, madres, comunitarias, religiosas, etc.) que se declaraban pacifistas, antibèlicas y constructoras de una ética de la no violencia donde la equidad, la tolerancia y la libertad fueran sus principios fundamentales.
Un sí de las mujeres en una cumbre
Precisamente, hace tan sólo diez días, y organizada hasta un total de nueve plataformas como esta, se celebró en Bogotá la “II Cumbre Nacional de Mujeres y Paz” que evidenciaba la indiscutible apuesta de las mujeres para este proceso de paz. Es que las organizaciones de mujeres colombianas han realizado un trabajo extraordinario para empujar la firma del Acuerdo y para que éste refleje la diversidad de situaciones que han sufrido las mujeres y los hombres en relación al conflicto armado.
reconocimiento internacional
En la cumbre había más de 600 personas entre autoridades colombianas, embajadores, representantes de las Naciones Unidas y de ONU Mujeres, de la Unión Europea y de otros organismos y se cerró con la lectura de un manifiesto político leído por nueve mujeres que representaban tantas nueve plataformas organizadoras de esta cumbre.
Un Manifiesto con principios
“Nosotras, las mujeres colombianas, desde diversas identidades y expresiones de ser mujer, procedente de regiones y territorios andinos, de la Amazonia, caribeños, insulares, del pacífico, de las llanuras, del norte, del sur, del oriente y occidente del país y también de otros territorios de fuera de nuestras fronteras, que en transcurso de nuestra vida nos hemos dedicado a construir un país, una casa y una calle en paz, y que todas las personas podamos vivir seguras y valoradas en nuestra dignidad humana, afirmamos que necesitamos la paz para defender la vida, afianzar la democracia, para garantizar la participación y la representación activa de las mujeres y el disfrute efectivo de nuestros derechos humanos. La Paz es una prioridad, superando el dolor y la tragedia, la marginalidad y la exclusión, transformando los dogmatismos, los fundamentalismos y las prácticas de una cultura que ha transitado por la guerra, para avanzar -sin duda- en la construcción de una sociedad justa, pluralista, inclusiva, diversa, reconciliada y respetuosa con toda la integridad y universalidad de los derechos humanos “, dice su manifiesto.
Cerrar página sin olvidar
“La Paz debe expresar las aspiraciones de un mundo justo, libre e igualitario. Una paz sin discriminación, sin racismo, sin pobreza, en democracia que garantice las múltiples formas de desarrollo de la mitad de la humanidad, las mujeres. Por ello reconocen que, la asunción de estos derechos en el acuerdo final, es el legado histórico de las mujeres que las han precedido y de las organizaciones de mujeres de todo el país que han dedicado toda su vida a la causa de la paz, colombianas que han hecho de la democracia y la justicia su horizonte de trabajo: “es el tiempo de sanar las heridas, de transformar el odio y la venganza en verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, de cambiar la indiferencia por el compromiso con la justicia y la paz, de superar las diferencias que nos distancian no para negarlas sino para fortalecer la convivencia democrática. Es tiempo de cerrar la página de la guerra, no para olvidarla sino para dar paso a la vida y la libertad “.
“Bolis” en lugar de balas
Así como en Portugal los fusiles daban paso a los claveles, en Colombia las balas tendrán una significación especial pues, según el Ministerio de Educación “” las balas escribieron nuestro pasado, la educación nuestro futuro “, y lo rubrica con unas plumas estilográficas elaboradas a partir de los restos de balas de fusil empleadas en los campos de pruebas del ejército y en los enfrentamientos con la guerrilla.
Perdonar y pedir perdón
Este es un proceso para extraer más de una lección, pues las víctimas están dando una lección de reconciliación en el país, las FARC empiezan a pedir perdón por las atrocidades cometidas y el Estado también todavía su responsabilidad. Este perdón tiene una fuerza increíble para encarar la construcción de la paz, porque la paz no es sólo la ausencia de guerra sino – sobre todo- la paz implica resolver problemas estructurales detrás de los conflictos, o como decimos las mujeres antimilitaristas: “no queremos ni guerra que nos destruya ni paz que nos oprima “.