Reshma Begum es la última mujer rescatada de las ruinas del edificio derrumbado en Bangladesh donde perdieron la vida más de un millar de personas trabajadoras del textil, es también parte de esas mujeres que representan el 90% de quienes se dedican a esta actividad, de largas horas de labor por muy baja remuneración y en condiciones inseguras, para producir prendas de reconocidas marcas internacionales que los medios, por lo general, han evitado mencionar en sus crónicas y noticias difundidas por la tragedia.
En total hasta ahora 1126 personas han sido encontr adas sin vida y otras 2500 heridas entre las ruinas. En Bangladesh, en este tipo de fábricas, se hacen prendas para Mango, Primark, GAP, C&A, KIK, JC Penney, Wal-Mart”, Corte Inglés e Inditex.
Organizaciones no gubernamentales y personas de a pie en las redes sociales realizan y difunden una campaña contra este tipo de producción y llaman a no consumir ropa sucia, sucia de explotación, de trabajo infantil, de falta de seguridad industrial, de falta de seguridad laboral, sucia, finalmente, de muerte.
Negocio redondo
Cuando llegaron los equipos de rescate, Reshma Begum, inmovilizada desde 17 días bajo los escombros del edificio Rana Plaza, que se había derrumbado el 24 de abril, casi no tenía voz, pero logró pedir ayuda. En esos terribles días en el sótano del edificio, se había nutrido de frutos secos y tomado agua de unas botellitas, midiendo los sorbos, pero desde dos días también el agua había terminado y sus fuerzas estaban menguando. Los hombres al oír su voz gritaron al milagro.
Reshma Begum había migrado de un pueblito del norte hacia la capital para trabajar en Dacca en la industria textil, asomándose al ejército de laboriosas hormiguitas que trabajan 12 horas al día para ganar unos 30 dólares mensuales, una situación que inclusive el Papa Francisco, entre otros, define “trabajo esclavo”.
Para ella significa el sueño de aportar algunas lentísimas mejoras a su familia, renunciando a su tiempo con ellos y poniendo en riesgo su salud; para las empresa intermediarias y las grandes compañías de moda que dan trabajo en Bangladesh, como Mango, Primark, GAP, C&A, KIK, JC Penney, Wal-Mart” y Corte Inglés, entre otros, un negocio redondo.
En 2012 el sector textil en el país, donde trabajan 3 millones de personas, exportó productos por 29 billones dólares, el 80% del total de las exportaciones del populoso país del Delta del Ganges. Bangladesh se convirtió en las últimas décadas en el segundo país del mundo con mayor crecimiento por exportaciones textiles, desde el ’90 muestra un crecimiento económico del 5% al año.
¿Pero, a qué precio?
1700 muertos desde el 2005, entre incendios y derrumbes, evidencian la inseguridad en que operan millones de trabajadores y trabajadoras en el país (el 90 % son mujeres). Inseguridad denunciada hasta ahora sin suerte desde las ONGs.
Después de la tragedia del edificio Rana Plaza, millares de personas ocupadas en el sector textil han salido a la calle, gritando “basta ya”. Los escasos y poco confiables controles encargados por las compañías textiles no han logrado denunciar los abusos ni garantizar la seguridad en el trabajo.
Al parecer el derrumbe del Rana Plaza, un edificio mal construido, fue provocado por la vibración de los generadores puestos en funcionamiento después de un corte de luz, a lo que se agregó las vibraciones de miles de máquinas.
Unos trabajadores habían señalado a los propietarios la presencia de grietas, pero no les habían hecho caso. Solo después de la tragedia la policía arrestó a 12 personas, entre las cuales se encuentra el propietario del edificio, Mohamed Sahel Rana.
Ropa limpia
Al problema global, respuesta global. ¿Cómo se puede comprar alegremente en Lima, Los Ángeles o Berlín unas coloridas prendas Benetton, C&A, H.M, Wall Mart, (y otras famosas marcas), sabiendo que han sido cocidas por una mujeres explotadas, que arriesgan sus vidas en condiciones pésimas de trabajo?
La gente tiene que conocer la “otra” cara de la moda y finalmente usar su poder de presión sobre las marcas, para que se den condiciones de trabajo más dignas. Es lo que piensan algunas organizaciones. Con este propósito nació en 1989 en Londres la Campaña Ropa Limpia (Clean Clothes Campaign-CCC), que se ha difundido en varios países, como Italia o España, para sensibilizar la opinión pública sobre el tema.
Ahora, una coalición de sindicatos y organizaciones ciudadanas en defensa de los derechos del trabajo en todo el mundo, se han unido a iniciativa de Clean Clothes Campaign (CCC) para recoger firmas y enviar un llamado a las empresas,comprometiéndolas a medidas concretas para evitar nuevas tragedias.
Juntando esfuerzos, organizaciones como la IndustriALL Global Union, UNI Global Union, International Labor Rights Forum (ILRF), United Students Against Sweatshops (USAS), Maquila Solidarity Network (MSN), Waron Want, People and Planet, SumOfUs. org, Change. org, Credo Action, Avaaz e Causes, han logrado recoger más de un millón de firmas de ciudadanas y ciudadanos alrededor del mundo.
Piden a las empresas la firma de un acuerdo que prevé inspecciones independientes de los edificios, revisión de las normas de seguridad, formación de trabajadores y trabajadoras sobre el tema.
El acuerdo se llama ”Bangladesh Fire and Building Safety Agreement”, sobre seguridad en la construcción y medidas contra los incendios: no es nada revolucionario, sino responde a simples criterios de buen sentido.
Miran para otro lado
“Las empresas no pueden seguir mirando por el otro lado, frente al repetirse de tragedias: es cuestión de vida o muerte”, declaró Deborah Lucchetti, coordinadora de la “Campagna Abiti Puliti“, sección italiana de la Clean Clothes Campaign.
Anteriormente, en el 2012, PVH (propietario di Calvin Klein e Tommy Hilfiger) y el distribuidor alemán Tchibo habían sido las primeras marcas en suscribir el acuerdo sobre seguridad.
IndustriALL es un sindicato que representa 50 millones de trabajadores y trabajadoras en 140 países del mundo. Calcula que destinar sólo 1,5 céntimos de euro de beneficio obtenido por cada camiseta confeccionada en Bangladesh duplicaría el salario de quien la cosió. 7,7 centavos de euro de beneficios en cada prenda, en cambio, pagarían la mejora de las condiciones de seguridad de toda la industria. Nada imposible.
Ahora, una comisión de expertos del gobierno se ha propuesto estudiar la posibilidad de aumento del salario mínimo (que en Camboya, por ejemplo, es de 150 dólares). La presión internacional no puede parar.
Bangladesh es un pequeño país de 142.000 Km2, con 167 millones de habitantes. Casi la misma población de Rusia con un territorio 120 veces más extenso. Tiene el 48% de analfabetismo y la esperanza de vida llega a los 63 años. La tierra del Delta del Ganges es muy fértil, pero expuesta a tremendas inundaciones (en 1998 dos terceras partes del país se inundaron), también por la deforestación y la erosión del suelo.
En estas últimas décadas Blangladesh ha hecho esfuerzos importantes en la lucha a la corrupción y en la alfabetización, con un programa de alimentos para la educación y becas para las niñas y adolescentes. La planificación familiar ha ralentizado el crecimiento demográfico. Con la difusión del micro crédito a través de la organización Grameen de Muhamed Yunus (premio Nobel de la Paz en 2006), y otras organizaciones, cinco millones de bangladesíes han mejorado su vida.