OPINIÓN
Esta semana que termina podría definirse perfectamente como una semana trágica. Y lo es porque siete mujeres y dos criaturas han sido asesinadas y otra sigue hospitalizada como consecuencia de los golpes recibidos por su agresor.
En todos los casos los agresores asesinos han sido hombres, que en algún momento de sus vidas, dijeron querer y respetar e incluso, seguro que abrazar a las criaturas que luego asesinaron.
Los asesinos son hombres. Que nadie se equivoque con los intentos de “igualar” este tipo de terrorismo entre hombres y mujeres. No, no es así. Los asesinos son hombres. A las mujeres nos asesinan los hombres. Y en la mayoría de los casos, nos asesinan los hombres con los que compartimos o hemos compartido nuestras vidas. Las cosas claras. Los asesinos son los hombres. Y por lo tanto el patriarcado se empeña en normalizar de cualquier manera y a cualquier precio estos brutales asesinatos de mujeres para que queden impunes o dejen de tener impacto social.
Los medios de comunicación importantes, los grandes, se han convertido en perfectos aliados del patriarcado para naturalizar estos asesinatos a darles un tratamiento mediático poco adecuado y en la mayoría de los casos son tratados como sucesos. Y no son sucesos ni crímenes pasionales. Ya está bien de mitos para continuar culpabilizando a las víctimas y justificar a los asesinos.
Y si faltaba algo, comenzábamos la semana con los resultados de la macroencuesta sobre violencia de género del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad que, en su fiel papel guardián de los estereotipos patriarcales, reforzaba los motivos que las mujeres daban por no denunciar o para la retirada de las denuncias, con motivos como “la vergüenza”, “miedo”, “era el padre de mis hijos” y otros, reforzando de esta manera las disculpas hacia los asesinos y exculpando institucionalmente por su inactividad protección hacia las mujeres víctimas.
La voz y los motivos de las mujeres víctimas (todas somos de una manera u otra víctimas de la violencia patriarcal) siempre cuestionada, siempre puesta en duda y más culpadas por decir en voz alta lo que nos están haciendo, para denunciar que se nos maltrata de muchas maneras, y a todas. La culpa, esta gran aliada del patriarcado que pretende a través de ella mantener el sistema intacto. Un sistema que normaliza los asesinatos de las mujeres para permitir seguir haciéndolo.
La culpa por no denunciar, para retirar la denuncia, para señalar social y familiarmente como maltratador al padre de sus criaturas. La culpa por denunciar. La culpa por ser asesinada como consecuencia del silencio. La culpa por no proteger a sus criaturas. La culpa, siempre la culpa. Pero para las víctimas. Nunca para los asesinos. Asesinos que además cuentan con la complicidad de gentuza que busca dar la vuelta a la situación y además de no acatar la ley, se sacan de la manga las denuncias falsas como nuevo mito que pueda exculpar y justificar a los maltratadores con el beneplácito y la aplauso de muchas mujeres y hombres que son el soporte del patriarcado más rancio. Asesinos y maltratadores que cuentan con recursos sustraídos de los destinados a las víctimas para su rehabilitación, mientras que los tratamientos y recursos para ellas siguen disminuyendo.
Quién alimenta al patriarcado es, irremediablemente, cómplice de cada uno de los asesinatos de mujeres. Cómplice de cada golpe o insulto o de cada situación violenta para las mujeres y niñas.
Y en este paquete cómplice, están los políticos de todo signo y condición, que están preparando las elecciones, sin tener en cuenta estos asesinatos y sin condenarlos. Y sobre todo los que nos desgobiernan para recortar recursos en esta materia y no profundizar en soluciones reales y desde la escuela, con formación y prevención en todos los niveles sociales.
También están los de faldas largas y negras que destinan sus voces a glorificar quien murió hace miles de años y olvidan a quienes mueren a su lado y al que previamente les han aconsejado paciencia ante situaciónes límite. Y por su eterno silencio ante estos asesinatos, mientras claman ante otro tipo de situaciones.
También está la gente de los frufrú con su pedante altivez de impartir la justicia que creen, y no la verdadera justicia social y equitativa. Para cuestionar continuamente la ley integral, y por su falta de preocupación por su propia formación en esta materia, que siempre les parece subsidiaria, sin tener en cuenta que la vida de todas y cada una de las mujeres asesinadas se deben computar al igual que se han tenido en cuenta las vidas de las personas asesinadas por ETA o por el terrorismo político.
No pueden faltar las complicidades de los medios de comunicación que tratan las noticias como si desgranaran una vaina de habas, sin introducir en sus textos periodísticos condenas explícitas hacia estos asesinatos ni procurarse un código ético para redactar este tipo de noticias, que, insisto, no son sucesos ni crímenes pasionales, son asesinatos machistas.
Y la complicidad de la población en general que no condena estos asesinatos, ni acude a las concentraciones de repulsa, y que busca explicaciones ante estas situaciones reforzando el modelo patriarcal para no complicarse la vida.
Y con todas estas complicidades, en una sola semana asesinan siete mujeres y dos niños, y otra mujer sigue ingresada, y en los informativos aparecen las playas llenas de turistas, los encapuchados inundando las calles entorpeciendo la vida de los que no creemos en esta despropósito, los trabajos de rescate de tres espeleólogos en Marruecos, para los que sí se destinan los medios necesarios (son hombres, claro), los trabajos sobre el terreno de la catástrofe del avión en los Alpes y un largo etcétera, pero los asesinatos de mujeres son tratados como sucesos y de paso, como si fueran vidas de segunda o tercera categoría, como si este tipo de noticias molestara a la audiencia. Patriarcado en estado puro.
Y la tristeza y la rabia aparecen de nuevo. La rabia empuja a la denuncia pública constante. Pero la tristeza para constatar la falta de interés casi generalizado y las diferentes complicidades ante estos viles asesinatos de mujeres y niños por pura maldad de los asesinos y su justificación patriarcal, aumenta.
Continuaremos con las denuncias públicas de estos asesinatos. Cuestionaremos el sistema. Combatiremos el patriarcado. Y seguiremos señalando con el dedo las complicidades y los cómplices, que permiten que se nos siga asesinando por ser mujeres.