Un pueblo rural a 100 km de Belo Horizonte en Brasil, Noiva do Cordeiro*, está suscitando el interés de medias nacionales e internacionales por su peculiar receta hacia la felicidad: dejar que las mujeres organicen la comunidad. Con amor.
Todo comenzó entre lágrimas, cuando en 1891 Maria Senhorinha da Lima, una joven enamorada de un hombre diferente al marido con quien había sido obligada a casarse, fue excomulgada por la Iglesia católica por su extravío. La pareja dejó su pueblo y encontró en Belo Vale un lugar donde vivir, cultivando la tierra. A ella con el tiempo se agregaron otras mujeres “malas”, ex prostitutas, lesbianas etc. Con el tiempo la comunidad creció hasta tener unas trecientos personas.
Pero hace unas décadas una de las nietas de Maria, Delina Fernandes, tuvo la mala idea de casarse con un hombre que se autoproclamó el pastor enviado por Dios a poner a raya ese variopinto rebaño. Con reglas férreas: nada de música y alcohol, largos ayunos, pelo y vestidos largos, prohibidos contraceptivos y coqueteos. Delina tuvo con él quince hijos de los cuales tres murieron por no ser curados, pues era suficiente confiar en Dios. Una vida de cuaresmas y privaciones, hasta que Delina y sus hijas se rebelaron y al morir el marido, en 1995, Delina decidió refundar desde cero la vida de la comunidad.
Primera regla, las mujeres no tenían que obedecer a ningún patriarca, ni alcalde, ni cura, ni guru. Un mundo que hubiera imaginado John Lennon. Por cierto, los hombres, hijos o enamorados, podían vivir con ellas, pero sin pretender ser jefes. Si fuera necesario, trabajando afuera y regresando los fines de semanas. Y todos y todas a colaborar en la comunidad, las mujeres dedicadas a la agricultura, u otras actividades, la escuela gestionada por las madres y los padres, con voluntariado para la docencia, la cocina en común, niños y niñas mimadas por todos.
Actualmente hay casi seiscientas personas, la mayoría de ellas mujeres entre los veinte y cuarenta años, en la plenitud de su energía y femeneidad. Cuatro de ellas cuidan la organización y las finanzas, y estudian nuevos negocios necesarios para una comunidad que crece. Las decisiones se toman conversando durante el día, durante los trabajos en el campo, si hay que comprar un computer nuevo o hacer alguna reparación. Para todos y todas hay el mismo sueldo, unos mil reais (230 euro) de los cuales una parte va para los gastos comunitarios que se decidan, incluyendo los gastos sanitarios de quien lo necesite, pues no hay asistencia pública. Si surgen divergencias, el sábado se discuten en una asamblea en el teatro, hasta llegar a decisiones compartidas.
¿Por qué hay tanta alegría, por qué varias mujeres renuncian a oportunidades de carrera afuera, por quedarse en esta lejana comunidad en el campo? Se preguntan los y las periodistas brasileños e internacionales que llegan a Noiva do Cordeiro intrigados por la curiosidad. Y descubren que tras de esta armonía colectiva hay el liderazgo moral, suave y aceptado de la anciana Delina, que solo irradia amor, como afirman muchas mujeres, sin temor a pecar de sentimentalismo. “Pues cercanía, calor humano son necesidades primarias”, reconoce Delina. Sin necesidad de hacer proclamas ideológicas. Delina no conoce metoo. Unas jóvenes dicen que les encanta Lady Gaga, y realizan espectáculos de danza y teatro, por ejemplo contando la experiencia de Erik, un chico de la comunidad que descubrió ser gay. Una pregunta que se hacen muchos y muchas visitantes es cómo han logrado los hombres aceptar ese liderazgo femenino cuando desde milenios están acostumbrado a mandar… Pues, afirman los ejemplares masculinos de Noiva da Cordeiro, ellas son más diplomáticas y atentas al bien común. Entonces, hala, que al final, resulta que todos y todas somos más felices.
Sin embargo no han faltado medios periodísticos,que, incrédulos, han escrito que estas jóvenes buscan desesperadamente maridos. La comunidad ha tenido que responder con claridad: “Bienvenidos los hombres, que quieran vivir en armonía en Noiva do Cordeiro. Pero no, nunca renunciaremos a nuestra receta de la felicidad, que ha costado sudor y lágrimas, logrando trasformarlas en alegría”.