Mujeres de Colombia viven la misma pesadilla que las Madres de la plaza de Mayo · Familiares de personas desaparecidas celebran la condena de Jorge Rafael Videla
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El golpe de Estado que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón en Argentina, fue reemplazado por una junta militar encabezada por las tres Fuerzas Armadas (ejército, marina y aviación) y un presidente que tenía el mando directo del país con facultades legislativas, ejecutivas y judiciales. Esta etapa de 1976 a 1983 que denominaron el “Proceso” se caracterizó por el terrorismo de Estado, la violación de los Derechos Humanos, la desaparición de miles de personas, el robo de recién nacidos y otros crímenes de lesa humanidad. Durante la dictadura, madres y abuelas de los desaparecidos se organizaron para buscar el paradero de sus hijos y nietos.
Es por eso que cuando creemos que la historia lo ha contado todo sobre las Madres de la Plaza de Mayo, surgen testimonios que hoy en díanos estremecen y su lucha es un buen ejemplo de constancia y tenacidad; si añadimos que la experiencia adquirida por esas madres a través de los años, la vienen aplicando para ayudar a otros, todavía más meritorio.
En octubre pasado en Bogotá, me encontré con dos integrantes de una Comisión de Ética Internacional, que tiene como finalidad el esclarecimiento de crímenes de lesa humanidad de países en conflicto; Colombia es uno de ellos. Tica Font Gregori, Directora del Instituto Internacional de la Pau, experta en conflictos armados y en procesos de paz, y Mirta Acuña de Baravalle, miembro fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, forman parte de esta delegación. La comisión que está integrada por miembros de 25 países, ha realizado varias visitas a Colombia, una de ellas a la región del Cauca.
En un dialogo cordial con estas dos mujeres, Mirta Acuña de Baravalle relató las vivencias que dieron lugar a que ella fuera una de las fundadoras de las Madres de la Plaza de Mayo y Tica Font comentó la importancia de la presencia de Mirta en la Comisión de Ética.
Diva Criado P. Mirta, ¿cómo comenzó todo? Qué las motivó?
Mirta Acuña de Baravalle. -A raíz de la desaparición de mi hija Ana y su pareja Julio César Gallizzi, el 27 de agosto de 1976, estando mi hija embarazada de cinco meses, yo comencé a buscarla, pero sin embargo veía que otras personas buscaban información de familiares que habían en las distintas filas que se hacían en los sitios donde se creía que los podían llevar, era una situación muy difícil, pues nadie se atrevía a tener comunicación con nadie , a tener contacto con las personas que se tenían al lado, pues pensábamos que lo que le pasaba a uno, no se sabía que le estuviera pasando a otro. En mi caso, fui directamente a la cárcel donde sabíamos que estaban los chicos presos políticos en el 76, entonces era como que uno se encontraba aislado, desconcertado sin saber qué hacer, me preguntaba pero qué hago aquí, y en ese momento se me acerca una señora a decirme quien era y porque estaba allí, y ella me veía que yo no hablaba, que estaba muda, y comenzó a contarme que ella también buscaba a su hija que también se la habían llevado. -Entonces yo le hablé de mi hija-.
Ahí comenzó el hecho de tener contacto con gente que estaba en las mismas condiciones que yo, y determinamos cuales eran los lugares donde pensábamos que podían estar y poder ir a pedir información. Al principio pensábamos que como habíamos pedido el Habeas Corpus (recurso legal que puede ser solicitado por cualquier persona en caso de detención arbitraria) nos dirían dónde estaban. En ese peregrinaje pasan varios meses, el 24 de diciembre un familiar de otra víctima me había dicho que había un organismo que estaba recibiendo testimonios. Era el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Cuando yo les cuento que por esos días ya mi hija iba a tener el bebé, ellos que estaban recogiendo juguetes a los niños pequeños, me regalaron un sonajero para mi nietecito porque Ana María estaba previsto que alumbrara antes del 15 de enero y estábamos a 24 de diciembre. En esa búsqueda que no sabíamos nada, que no obteníamos respuesta, algunas madres me decían que cuando el bebé tuviera seis meses se lo entregaban a la mamá. Para esa época todavía no estábamos organizadas, evidentemente, pasaron seis meses y pasaron años y mi hija no apareció…
-En eso conocimos el caso de una niña que se la habían llevado junto con su padre, y se dio el caso que la abuela nos comentó lo que le estaba pasando, nosotras estábamos de alguna manera conectadas con lo que nos sucedía, buscando a los hijos o a los nietos, en esa época todavía no nos llamábamos Las Madres, porque eso era antes del 30 de abril del 77, entonces le dijimos, bueno mirá, vamos a ir a tu casa, vos tenés que hacer un habeas corpus por la bebé, llegamos a su casa y, aún me parece estar viendo la escena… Ella sobre la cama, en un papel de oficio haciendo el habeas corpus, nosotros, le decíamos como lo hacía, ya nosotros habíamos hecho los nuestros, suponemos que lo presentó, yo después no supe si lo hizo o se lo ayudaron a hacer, lo cierto es que ese habeas corpus salió publicado en el Diario la Opinión de Jacobo Timerman, a comienzos del año 77, en el cuál se pedía información sobre el paradero de la niña Soledad Ponce. A los pocos días apareció una monja en su portal, la abuela nos contaba que cuando abrió la puerta, la monja le dijo que había una bebé en la casa cuna que habían llevado hacía dos meses, fecha que coincidía con la del secuestro, y que podía ser ella. Va la abuela a la casa cuna y efectivamente era su nieta, pero el juez no la entregaba si no había una prueba que demostraba que era su nieta, entonces la abuela recordó que la bebé, tenía una mancha en la plantita del pie… Pasaron tres meses para que le entregaran a la niña, el juez no tuvo más remedio. A raíz de eso se hizo una misa de acción de gracias por haber entregado a la bebé, cuando se termina la misa en la iglesia de la Santa Cruz, nos quedamos un grupo de mujeres y de familiares , ahí con ese grupo hicimos la primera reunión, en ese grupo había un muchacho que me parece verlo, porque estábamos en circulo era el que quería mandar y quiso liderar el grupo, a mi me llamaba la atención que ese chico no iba con familia, pero las dos madres que iban conmigo me decían que estaba buscando a un hermano desaparecido y que su madre no podía ir a las reuniones.
-Total es que les dije a las madres con las que estaba, que a mí no me cuadraba el chico, que yo si eso era así, no volvía más, y no volví a las reuniones de la Santa Cruz, después me entere que era un infiltrado: era Alfredo Astiz.
-Después nosotros hicimos otra reunión en la Plaza de Mayo el 30 de abril, no sabíamos que era sábado y convocamos a los familiares por iniciativa de Azucena Villaflor, ella decía que teníamos que juntarnos que en forma individual no nos harían caso, pero a la Plaza solo fuimos 14 madres. Desde ese día y hasta el 8 de mayo seguimos yendo a la Plaza. Cada vez eran más las madres que se iban uniendo, a medida que iban desapareciendo personas iba llegando más gente a la Plaza.
-Hay algo relevante y es que a finales de 77 después de las reuniones esas, desaparecen tres madres: Mary Bianco de Ponce, Esther Careaga de Balestrino y Azucena Villaflor de Vicente. El 8 de diciembre Esther y Mary, y Azucena el 10 de diciembre. Fueron secuestradas y asesinadas!
Tica Font Gregori: -La paradoja es que éstas son madres que les desaparecen a sus hijos y a ellas también las desaparecen!
D.C.P: ¿Cuál es la similitud de las Madres de la Plaza de Mayo con las familias y mujeres colombianas?
Tica Font: -La similitud en la búsqueda de desaparecidos es igual, aquí (en Colombia) todas las familias, todas las mujeres de las comunidades por las que pasamos, en todas están teniendo desaparecidos, porque aquí hay muchos desaparecidos, todas ellas inmediatamente tienen una gran conexión con Mirta, porque ella representa al símbolo de unas madres que han estado más de 30 años cada jueves yendo a una plaza diciendo, quiero recuperar el cuerpo de mi hijo, quiero que me digan qué ha pasado con mi hijo, qué ha pasado con el bebé que tuvo cuando se lo llevaron, qué han hecho, y eso es lo que la gente de aquí, (Colombia) que tiene desaparecidos permanentemente hace. El mismo peregrinaje que ella ha estado haciendo durante treinta años, ellos lo hacen, acuden al Defensor del Pueblo, a la Procuraduría, a la Fiscalía , presentan denuncias, cierran los casos, no hay nada! Porque han desaparecido y todos tienen un elemento en común que les une: dígannos dónde están los cuerpos! Yo quiero recuperar el cuerpo y darle sepultura! Y esto es lo que piden, recuperar el cuerpo y darle sepultura. Y eso aquí lo ves en todas las reuniones y hay incluso muchas mujeres que han ido persiguiendo a los paramilitares que los han hecho desaparecer, porque saben quiénes son, ellas los van persiguiendo: dígame dónde han puesto el cadáver de mi hijo, cuál es su paradero, y en la gran mayoría de los casos no se sabe nada! Hay algunos que saben dónde están esas fosas, pero no se pueden tocar, porque si se tocan ese cuerpo nunca se reconocerá, tienen que abrirse bajo mandato de la ley y con el procedimiento de un forense autorizado, sino nunca habrá reconocimiento del cadáver!
Mirta: -¡Yo no busco restos, yo busco a mi hija, ellos que lo saben me lo tienen que decir!
Las Madres de la Plaza de Mayo se convirtieron en un símbolo mundial contra la dictadura, son mujeres respetadas en todo el mundo, consideradas un emblema en la lucha por los derechos humanos. Aunque la mayoría de ellas no han encontrado a sus hijos, y muchas fueron víctimas del sistema, acertaron en que su lucha visibilizó la desaparición de sus hijas de sus hijos, de sus familiares. En pleno momento de transición hicieron una campaña reivindicativa que no era de programa político, simplemente querían recuperar a sus hijos, en eso la coincidencia es total a la hora de establecer comparaciones con las mujeres colombianas que han perdido a sus hijos desaparecidos y quieren recuperarlos, saber dónde están, por qué los desaparecieron.