viernes 08 noviembre 2024

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Campaña por una Cataluña Cultural Paritaria

Cataluña no será tacaña en la igualdad. Un país es igualitario o no lo es en la medida en que las mujeres participan igualitariamente en su culturabalanza

En una ocasión Jacinto Benavente, a la sazón Premio Nobel de Literatura, fue invitado por las aguerridas y cultivadas mujeres del madrileño Lyceum Club (ese fervoroso centro de creación y curiosidad intelectual que animó el panorama de la época, y que José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro tan bien diseccionan en La conspiración de las lectoras) a dictar una conferencia en dicha sede. El célebre dramaturgo, en un necio juego de palabras, se limitó a contestar que él no daba conferencias “a tontas y a locas”. 

 

Años después, en 1939, el Lyceum Club fue “clausurado por causas políticas” y sus salas pasaron a ser ocupadas ni más ni menos que por la Sección Femenina, capitaneada por Pilar Primo de Rivera, quien propugnaba una “nueva mujer” que, en su incapacidad congénita, carecía según sus propias palabras “del talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles”.

Desde entonces ha pasado casi un siglo durante el cual no se han dejado de cosechar frases misóginas que han quedado para la historia de la infamia, entre las que, cómo era de esperar, no se libran de las pullas las mujeres creadoras, a las que se les ha dicho de todo menos bonitas y cuyo talento se ha denigrado hasta extremos insospechados. ¿Miedo al talento femenino? Por supuesto, y miedo a la competencia que este implica. “Nosotras no podemos hacer nada más que interpretar mejor o peor lo que los hombres han hecho”, decía también la susodicha y se quedaba tan ancha.

Me temo que con su brillante frase tampoco se refería a que nos era dado opinar sobre lo que hacían ellos, los elegidos, por lo que no sólo hubiéramos tenido que abstenernos de crear sino también de ejercer la crítica literaria, de arte, cinematográfica o teatral. Y qué decir de escribir voluminosas tesis sobre cualquier aspecto de la cultura o dar clases magistrales, como hoy hacen algunas mujeres en tantos campos del conocimiento. Si de esa señora tan poco amiga de sus congéneres dependiera, “el libro de los libros” sería nuestra única compañía y a duras penas seríamos ahora consumidoras de la peor cultura de masas.

El esfuerzo de muchos y muchas (especialmente de muchas) ha hecho que desde entonces las cosas hayan cambiado sustancialmente y hace lustros que las mujeres consumen cultura con normalidad y se las tiene por un público fiel y entregado. Es por ello que a menudo son ellas, somos nosotras, quienes llenamos los teatros, los cines, los museos y sobre todo las salas de conferencias. Pero la nueva mujer del ideal falangista, destinada a quedarse como dice el refrán “con la pata quebrada y en casa”, parece ser aún el sueño de muchos (ignoro si consciente o inconscientemente). Sé que mi afirmación puede sonar demasiado rotunda, pero hablan las cifras, que constatan su escasa presencia al otro lado de la platea, es decir, allí donde se gesta y se crea la cultura, algo inconcebible en pleno siglo XXI y que debiera avergonzarnos. Que el ejercicio de la cultura sea aún un ejercicio desigual no deja de ser un drama nacional, que por cierto parece no preocupar a nadie. Y me atrevo a afirmar, emulando las palabras de Gandhi cuando decía que una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales (ahora que la defensa de los animales está casi generalizada), que un país es igualitario o no lo es en la medida en que las mujeres participan igualitariamente en su cultura.

Hoy la realidad incuestionable es esta: al otro lado de las colas para acceder a una exposición o a una obra teatral, más allá de esos públicos generosos en rostros femeninos, las mujeres son contadas y suelen aparecer siempre como excepciones destinadas a cubrir el cupo de lo políticamente correcto. Sucede en todos los ámbitos de la cultura y basta hacer unos sencillos cálculos. Extrañas razones, acaso cercanas a las ciencias ocultas (fuentes autorizadas hablan de una resistente cepa del virus de la misoginia del que no se libran ni los progresistas), hace que sean bien pocas las obras de mujeres que penden de las paredes de los museos, contadas las directoras de cine y teatro que estrenan en salas comerciales, casi inexistentes las compositoras musicales, escasas las escritoras en los catálogos editoriales más prestigiosos y contadísimas también las mujeres que aparecen en las tribunas públicas.

Mientras centros docentes, escuelas y universidades públicas, a las que se accede por rigurosa oposición, abundan en mujeres, catedráticas incluidas, en la esfera que queda fuera de ese ámbito las mujeres que se dedican a la cultura sufren aún, por el contrario, el lastre de una ancestral costumbre: creerlas inferiores que los hombres y, en consecuencia, de menor interés sus creaciones. Es por ello que en esta fase que Lipovetsky ha dado en llamar de “la tercera mujer” (donde andamos por las calles a nuestro libre albedrío, dueñas de nuestro cuerpo y de nuestro pensamiento, enroladas en profesiones con las que antaño no hubiéramos podido ni soñar), como dice el filósofo francés la igualdad no acaba de llegar. Una de los parientes pobres de esa falsa igualdad es la cultura, donde nuestra participación está muy lejos de ser paritaria.

Siguiendo el ejemplo de asociaciones amigas (Clásicas y Modernas, MAV y CIMA), que tras presentar una queja al defensor del pueblo lograron del Ministerio de Cultura un informe extenso y bien documentado con las cifras estatales de la desigualdad en la cultura, desde el Grupo de Cultura de Feministas de Catalunya (integrado por mujeres de diferentes ámbitos como el teatro, la literatura, el cine, la docencia, el periodismo y la gestión cultural) hemos querido dar un toque de atención a nuestra Administración denunciando esa realidad injusta que pugna por perpetuarse.

Así, el 11 de julio entregamos al Consejero de Cultura de la Generalitat Ferran Mascarell una carta abierta que, bajo el lema “Por una Cataluña cultural paritaria”, firmaron doscientas mujeres de la cultura catalana, algunas de ellas muy destacadas, así como una quincena de asociaciones y grupos vinculados a la cultura. En ella denunciamos el incumplimiento generalizado de la llamada Ley de Igualdad (Ley orgánica 3/2007 del Parlamento Español), que en su artículo 26 propugna “la igualdad en el ámbito de la creación y producción artística e intelectual”, y solicitamos a la Consejería un informe con las cifras de género en la cultura catalana, al tiempo que proponemos medidas concretas como la introducción de la figura del supervisor o supervisora de género con objeto de aplicar dicha visión en las programaciones culturales del ámbito de lo público. Porque no sólo queremos denunciar sino propiciar un cambio que nos conduzca a una Cataluña cultural paritaria y estamos dispuestas a ayudar a construirla.

El consenso que hallamos entre las mujeres de sectores tan dispares como la universidad, la música, la danza, las artes plásticas y un largo etcétera fue definitivo para que pensáramos que valía la pena luchar por un objetivo tan justo, destinado a redundar en beneficio de todos. Y es por ello que, teniendo la certeza de que la primera llamada de atención tenía que venir de parte de las agraviadas por la desigualdad, las mujeres, desde el Grupo de Cultura de Feministas de Cataluña tenemos asimismo el convencimiento de que el nuestro es un malestar compartido también por una parte de los hombres que trabajan en la cultura. Hemos abierto pues una segunda fase de recogida de firmas en la que les solicitamos también su apoyo en nuestra reivindicación, así como el de las mujeres que aún no hayan firmado y aspiren a un panorama cultural más equitativo. Las firmas pueden hacerse efectivas a través de nuestro blog (www.feministesdecatalunya.blogspot.com.es) y ya son muchos los integrantes de la cultura que se han sumado a nuestra campaña.

Porque estamos seguras que la Consejería de Cultura de la Generalitat atenderá una solicitud tan abundantemente suscrita por aquellos que debieran poder desarrollar su trabajo cultural en condiciones igualitarias. Esperemos que nuestro Consejero sepa entender la urgencia de nuestra reclamación y no nos veamos obligadas a recurrir al Defensor del Pueblo, como hicieron nuestras asociaciones amigas. Cataluña es una referencia mundial a nivel cultural y no puede permitirse edificar el presente y el futuro de su cultura sobre las bases de la segregación. Queremos pensar que, siendo como es grande en tantas cosas, no será tacaña en la igualdad y mostrará el rostro de su verdadera identidad, que es plural, respetuosa con las diferencias y, sobre todo, profundamente democrática.

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Tona Gusi

Fundadora i Co-coordinadora de La Independent. També és psicòloga menció en Psicologia d'Intervenció Clínica i menció en Psicologia del Treball i les Organitzacions.
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