OPINIÓN
El ocho de marzo, de nuevo llama a la puerta. En un año difícil y muy complicado por la situación pandémica no se hacen manifestaciones multitudinarias como en los últimos años, ni actos que impliquen contacto estrecho.
Pero eso no significa que no haya motivos para la reivindicación en el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, porque todas trabajamos, aunque no tengamos un salario.
Algunas pinceladas. La brecha salarial sigue siendo de más del veinte por cien entre hombres y mujeres por el mismo trabajo. Y ello, pese a la implantación de planes de igualdad en las empresas. Los contratos a tiempo parcial se siguen haciendo mayoritariamente a las mujeres, lo cual las empobrece en la actualidad y también en el futuro ya que cobrarán pensiones más bajas.
Los llamados “suelos pegajosos” y “techos de cristal” siguen instalados en las empresas y son las mujeres quienes los sufrimos. El suelo pegajoso, no nos permite avanzar en nuestras carreras profesionales debido a las dobles o incluso triples jornadas. Y, el techo de cristal son las barreras invisibles que impiden a las mujeres progresar al mismo ritmo que los hombres en sus profesiones y, además, llegado un punto dejan de progresar, mientras ellos lo siguen haciendo sin parar.
Y si nos adentramos en la realidad de las mujeres con diversidad funcional, el grado de superación que estas han de demostrar, está muy por encima de lo que hemos de demostrar quienes no la padecemos. Ellas, junto con las mujeres mayores, padecen unos niveles de violencias machistas superiores a la media. Y esa media hay que decir que es alta.
Porque las violencias machistas, no son solo los golpes. Esos son la penúltima manifestación de la peor de las violencias. En estas mujeres, además, se ceban con los insultos, las violencias económicas al apropiarse indebidamente de sus pensiones, el abandono emocional e incluso físico, etc.
El patriarcado ha construido su imperio gracias al miedo y ese miedo sigue latente en las relaciones de hoy en día. El miedo al dolor, a ser violentada sexualmente, al desprecio, a nos ser aceptada por actuar de diferente manera a lo que se espera de ti, y así un largo etc. Uno de sus mayores aliados son los credos religiosos que siempre imponen la obediencia de las mujeres a los hombres y que justifican las violencias contra ellas, incluso siendo sumisas.
Otra gran estrategia patriarcal para mantener el orden establecido es la de haber sembrado la desconfianza entre las propias mujeres para así, mantener la máxima del “divide y vencerás”. En eso hemos avanzado algo y estamos aprendiendo a confiar, pese a las diferencias entre nosotras.
Si nos fijamos en los lenguajes, siguen siendo patriarcales y machistas. Y no solo me refiero a la utilización del genérico masculino como universal. También pienso en la publicidad, en la repetición de estereotipos en el cine o la televisión que nos marcan qué es ser mujer y cómo se espera que actuemos siempre. Y eso, sin contar que, precisamente para contar lo que pasa en el mundo apenas se nos tiene en cuenta y nuestra opinión es bastante minoritaria en los medios de comunicación.
Otro aspecto en donde la igualdad sigue brillando por su ausencia es la de la salud. Las mujeres, si bien es cierto que vivimos más años, lo hacemos con por peor salud, al haber mucha menos investigación sobre los efectos de las enfermedades y de los medicamentos en nuestros cuerpos. El referente universal sigue siendo los cuerpos masculinos.
Si entramos en las explotaciones que sufrimos las mujeres ya es demencial lo que está ocurriendo. Los cuerpos de las mujeres utilizados como materia prima para satisfacer los deseos de otras personas. Cosificación total para satisfacer, insisto en ello, deseos mayoritariamente masculinos. La trata y la prostitución como forma de explotación sexual para satisfacer deseos sexuales mayoritariamente masculinos. Y los vientres de alquiler como forma de explotación reproductiva para satisfaces deseos de paternidad de personas que prefieren comprar bebés antes que adoptarlos. Em ambos casos, la brutalidad patriarcal aliada con los negocios ilícitos que alimentan el entramado del capitalismo más salvaje. Y todo ello, insisto, con los cuerpos de las mujeres como materia prima.
Estas no dejan de ser algunas pinceladas para recordar la necesidad de seguir reivindicando los derechos de todas las mujeres y niñas cada día, pero en especial en este ocho de marzo como Día Internacional de las Mujeres.
La necesidad de recordar estas pinceladas surge ante el negacionismo de alguna gente que niega la desigualdad como forma de mantener sus privilegios.
Afortunadamente el feminismo sigue con buena salud, le pese a quien le pese, y continuaremos destapando mentiras que pretenden ocultar esas desigualdades todavía existentes y camufladas con pátinas de modernidad e incluso de postmodernidad.
Viva el ocho de marzo!!! Viva el feminismo!!!