OPINIÓN
Como cada año, ya desde hace unos cuantos,el 25 de noviembre, hemos vuelto a conmemorar el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
Y lo hemos de conmemorar por que ya son 90 las mujeres asesinadas solo en 2019 y hasta el 1 de noviembre pasado a manos de asesinos que pensaban que las vidas de ellas les pertenecían.
Las violencias machistas tienen como consecuencia última el asesinato de las mujeres e incluso de las criaturas, pero hay muchas maneras de ejercer dichas violencias y causar mucho dolor a las víctimas.
La trata y la explotación sexual son formas de ejercer esa violencia machista que de quiere normalizar con publicidad y un pseudo sindicato financiado por el lobby proxeneta para, de ese modo, seguir ganando dinero con sus actividades ilícitas.
La mutilación genital femenina condiciona la vida de millones de mujeres en el mundo a lo largo de toda su vida privándolas de placer sexual, al tiempo que produciéndoles enormes dolores en su vida cotidiana.
La perpetua “cosificación” de las mujeres que pretende situarnos en un plano claramente de producto de consumo, también es violencia machista. La perpetuación de los roles heteroasignados tanto en la vida familiar como en la social o en la escolar y académica también es violencia machista y actúa sobre la vida de las mujeres de forma cotidiana y simbólica inculcando miedos a su propia libertad y a sus propias capacidades.
La revictimización que sufren las mujeres víctimas por parte de las instituciones que deberían protegerlas, es también violencia machista, puesto que, por ejemplo, la justicia sigue siendo patriarcal y permite el cuestionamiento de las voces de las mujeres víctimas. El caso de la violación múltiple de Pamplona es un claro ejemplo de lo que digo.
Las violencias machistas que se sufren también en edades más avanzadas y que condena a las mujeres mayores a vivir infiernos cuando deberían estar recibiendo el cariño y el afecto de los suyos y que callan en la mayoría de os casos por no verse en la tesitura de tener que denunciar a sus agresores después de toda una vida.
O las mujeres con diversidades intelectuales o funcionales que han de sumar a sus situaciones, las violencias de quienes creen que por tener otras capacidades pueden ser objeto de abusos y malos tratos.
Quienes niegan la existencia de las violencias machistas como forma específica de violencia contra las mujeres y las criaturas, están ejerciendo violencia puesto que lo que pretenden es diluir esas violencias machistas dentro del concepto genérico de violencia, negando su especificidad y necesidad de tratamiento específico para solucionar las vidas de las mujeres víctimas. Pero claro, para ellos y algunas ellas, las vidas de las mujeres carecen de valor.
Las grandes religiones monoteístas predican en sus libros sagrados las violencias contra las mujeres que no respondan al modelo de sumisión que ellos predican y, por tanto, tienen mucha responsabilidad en su perpetuación.
La lista de violencias y sobretodo de víctimas es tan larga que abarcaría potencialmente a todas y cada una de las mujeres del mundo. Porque el patriarcado no entiende de zonas geográficas o de culturas. El patriarcado es universal y su capacidad opresora llega desde todas partes y a todas partes.
Quienes ejercen las violencias son mayoritariamente los hombres, pero el verdadero enemigo es el patriarcado y gracias a su enorme influencia violenta, son muchas, muchísimas mujeres que todavía no han tomado conciencia de su condición de oprimidas y siguen ejerciendo actos violentos contra otras mujeres y contra las criaturas.
Afortunadamente las mujeres de todo el mundo están reaccionando y exigiendo respeto a sus vidas y a sus formas de vivir. En definitiva, están, estamos exigiendo que nuestros derechos humanos se cumplan también con nosotras, porque somos humanas y ciudadanas de primera.
La lucha y la denuncia permanente a este tipo específico de violencias, las machistas, ha de pasar por la educación y por la despatriarcalización de las instituciones, de todas las instituciones sean públicas o privadas y, por supuesto, incluidas las religiosas.
Y ese trabajo es de todas y todos. No podemos pararnos ni un solo día, porque nuestro descanso podría suponer la vida de alguna mujer o de alguna criatura.
Hay que seguir cuestionando los modelos patriarcales en todas y cada una de sus formas. No podemos permitirnos más de 90 asesinatos de mujeres y criaturas, solo en el Estado Español en menos de un año. Sus vidas son tan importantes como las nuestras. Hay que mantener la lucha contra el patriarcado.
Nos encontraremos siempre en estas luchas. Adelante!!!!