Roya Sadat, es una de las pocas cineastas que ha dado el país, que recientemente han invadido por segunda vez los talibanes, el cual es considerado como el peor del mundo para que las mujeres vivan.
La cineasta es la voz de las mujeres en Afganistán, aventurándose a hacer largometrajes y documentales sobre la injusticia y las restricciones impuestas.
“Three Dots” (Tres Puntos), fue el cortometraje que al ser premiado en varios festivales internacionales, le permitió lanzar su carrera después de correr infinitos riesgos. El film trata sobre los matrimonios forzados los cuales son muy frecuentes en Afganistán.
La cineasta sostiene que”: “El mundo no tiene que olvidar a las mujeres en Afganistán». Será quien dirigirá la primera coproducción hispano-afgana, que se remonta hasta los años 70, para relatar la historia de vida de Soraya y Sima quienes serán “la voz de decenas de mujeres que se involucraron en política”.
Roya Sadat nació en Herat hace 38 años y tenía 13 años cuando los talibanes llegaron al poder en 1996, y comenta que: “ellos se llevaron lo que suponía que tenían que haber sido los mejores años de mi vida, y es difícil para mí hablar de ello”.
Cómo todas las mujeres, no podía salir a la calle sino llevaba un burka y era acompañada por un varón. Valora esencialmente que su madre le hubiera brindado intramuros la educación que no estaba permitida en esos tiempos en Afganistán por ser mujer. A Roya desde pequeña la movilizaban el teatro y el cine, recordando que ha sido la primera mujer en empuñar una cámara para dirigir Three dots, en el año 2004, un precario mediometraje.
Ha conformado la productora más importante en el país con su hermana, el Roya Film House, cuyas obras se hallan centradas en la dolorosa vida de las mujeres afganas. Y ha creado el festival de cine de mujeres más relevante en la región. Es la primera mujer afgana candidata al Oscar con la multipremiada en distintos festivales, «A letter to the president» (Una carta al presidente, 2017), que relata el devenir de una funcionaria que termina en la cárcel por impedir una lapidación. En prisión, la empleada pública espera el perdón de un mandatario.
Sadat sigue con su esperanza latente, a pesar de que:”después de 20 años de lucha por la libertad y la igualdad, hemos vuelto a la casilla de salida. Pero está vez, con la diferencia de que nuestra generación está más preparada y concienciada que la de hace dos décadas”.
No es el mismo país el que dejaron los talibanes en 2001 el que encontrarán en el día de hoy al hacerse nuevamente del poder. Habrá que ver si pueden aplicar una Ley Sharía dura cómo la de aquellos tiempos. A pesar de que Afganistán ha seguido siendo un estado ligado a la corrupción, al opio y al patriarcado más descarnado, se han verificado inmensos cambios estructurales, sobre todo en materia de cultura y educación, debiendo ser destacado que las mujeres representan en estos momentos casi la mitad de sus estudiantes universitarios.
“Tenemos que alzar nuestras voces, y para mí el arte del cine es la mejor plataforma”, sostiene la notable cineasta, quien afirma que: “Hacer esta película, (La Historia olvidada) que llevo años preparando, y que cuenta cómo hemos llegado hasta aquí después de 40 años de guerra civil, ahora mismo, es más importante que nunca”.
La directora se encuentra en Washington llevando a cabo la postproducción de su último documental, The sharp edge of peace (El afilado filo de paz), que está orientada a mostrar las negociaciones entre el gobierno y los talibanes, en las cuales intervinieron cuatro mujeres. Llegó a Estados Unidos hace unos meses para lograr dar finalización al documental y ya tenía premura por retornar a Kabul para preparar la séptima edición del Festival de Cine de Mujeres que se lleva a cabo en Afganistán, pero el desenlace de la crisis la encontró a miles de kilómetros de sus familiares y amigos.
“Por el momento, la sociedad se encuentra en un extraño silencio y estancamiento. La gente tiene miedo y se siente frustrada. Tenemos que alzar nuestras voces y para mí el cine es la mejor plataforma”, opina Roya Sadat.
Junto a su amiga Alba Sotorra, están decididas a sacar adelante el proyecto de” La historia olvidada», con el apoyo de la UE, el ICEC y el ICAA. Sotorra es conocida por haber rodado valiosos documentales sobre las mujeres del Kurdistán iraquí, cómo Comandante Arian o El retorno; o La vida después del ISIS, de próximo estreno. Está cineasta no descarta rodar en Afganistán, porque piensan que a los talibanes no les interesa perder las ayudas del exterior y para poder evitar el bloqueo, es factible que tengan que mostrar una cara más moderada.
La afgana Sadat vivió su primer rodaje con el miedo a un ataque de los talibanes, los cuales son manifiestamente enemigos del cine y de las mujeres con mucho movimiento. La valiente cineasta dieciocho años después, sigue enarbolando los valores de sus compatriotas, película tras película.
Cuando empezó a filmar recuerda que: “Envolvía las cintas en plástico, porque pensaba que si se metían con nosotros, las tiraría en el desierto”. Quería salvar las cintas”.
Festival de cine femenino
En 2013, Roya Sadat, lo creó en Afganistán y cinco años después la primera dama de Estados Unidos Melanie Trump le entrega el premio internacional de Mujeres Valientes.
Amenazada de muerte varias veces, la cineasta “se niega a callarse” escribió el departamento de Estado estadounidense. Sadat intenta desde su papel, convertir a su país en un lugar mejor para las mujeres y las niñas.
“Una carta al presidente” (A letter to the president) Cuenta la historia de una mujer encarcelada por haber matado accidentalmente a un marido violento. Un tabú afgano traspasado por la joven directora quien tenía miedo a las reacciones, admite durante la proyección de la película en Kabul. El público terminó aplaudiendo cuando la heroína abofetea a su esposo que la había castigado.
Roya Sadat quiere mediante sus films reparar el daño de cuarenta años de guerra en la sociedad y cultura afganas. “Quizá sea fácil reconstruir un edificio destruido por la guerra, pero no lo es cambiar la mentalidad de las personas”, explica a la AFP, sosteniendo que “La única forma de hacerlo es a través de la cultura, los medios de comunicación y sobre todo el cine”.
Era una estudiante cuando realizó su primer programa de televisión con la colaboración de sus compañeras de curso, el primero realizado en Herat, la capital del oeste de Afganistán.
Cuando los talibanes tomaron el poder, cerraron las escuelas y las niñas debieron vivir confinadas en sus hogares. Roya Sadat, había podido sortear la prohibición por ser enfermera, dado que las mismas eran imprescindibles para poder atender a las otras mujeres.
En el hospital desarrolló un centro cultural islámico clandestino con el cual organizó representaciones teatrales de una de sus obras.
Gracias a la presencia de las tropas occidentales, los resultados verificados en las grandes ciudades de Afganistán, son muy notorios. Alrededor de un 39% de las niñas van normalmente a las escuelas de secundario, cuando hace 20 años eran muy pocas.
Pero todo podría perderse si los insurgentes regresan al poder después de la ya concretada retirada de las fuerzas estadounidenses. Roya Sadat afirma que: “Me temo que sencillamente se olvidaran de nosotras cómo durante los cinco años del régimen de los talibanes”.