Foto © Sílvia Poch
La doctora Elisabeth Hultcrantz estudió en los años noventa en Suecia el ‘síndrome de la resignación’ que afectaba a niños y jóvenes provenientes de Siria. Se detectaron 350 casos entre los años 2004 y 2005.
Se trataba de niños, niñas y jóvenes que dejaban de comunicarse y comer para adentrarse en un extraño letargo, en respuesta al trauma del desarraigo y al miedo de devolver al lugar de sufrimiento de donde se ha conseguido huir.
Buscando adentrarse en este cuerpos y mentes que dicen basta, se representa estos días en el Teatro Lliure de Gracia, en Barcelona la obra “Síndrome de hielo” con dramaturgia de Mohamad Bitari y Clàudia Cedó e idea y dirección de Xicu Masó.
Foto © Sílvia Poch
Mohamad, poeta, dramaturgo y traductor, naciste en un campo de refugiados palestinos en Siria. ¿Qué importancia tiene tu experiencia personal y profesional en la dramaturgia de esta obra?
Es la primera vez aquí en Occidente que siento profesionalmente que estoy andando hacia el otro verdaderamente, en un proceso que hecho a distancia como ha tenido que ser -que hace el trabajo a cuatro manos más difícil todavía- y especialmente entre dos personas como Claudia y yo, que no paramos, hemos conseguido coordinarnos de una manera muy compenetrada. También, el proceso que he vivido en la escritura y documentación de esta obra con Clàudia Cedó ha dejado una semilla en mí que es el principio de una trayectoria que incluye muchas preguntas, presentes y futuras, muchas nuevas inquietudes.
Como ha sido la experiencia de trabajar juntos y escribir a cuatro manos?
Ha sido un reto y un placer. He tenido mucha suerte de trabajar con Clàudia, porque hemos podido encontrar una línea común de dos mundos. Profesionalmente para mí era la primera vez que participaba en una dramaturgia escrita a cuatro manos. Ya había trabajado en poesía o haciendo artículos tanto académicos como periodísticos, a cuatro manos, pero no en dramaturgia. Es un proceso difícil, pero muy enriquecedor, y además he tenido la suerte de trabajar con una dramaturga como Clàudia Cedó, de una enorme sensibilidad.
El “síndrome de hielo” implica una resignación a las situaciones de dolor y sufrimiento a las que son sometidas las personas afectadas, sobre todo menores. ¿Se conocen reacciones diferentes, e incluso opuestas a esta, con sufrimientos similares?
Sí, puede ser. Según el contexto de acogida de los niños y de las niñas.
Cuando escribisteis la obra era imaginable que el estreno coincidiría con la actual situación de crisis humanitaria de refugiados y refugiadas ucranianos/as?
Crisis como esta las hay constantemente, solo hay que buscarlas. Quizás ni buscarlas: mirarlas, porque están allá y no precisamente escondidas, mucho más cerca del que imaginamos. Esto nos dirige a una inquietud humana: solo vemos lo que queremos ver.
La acción pasa en Suecia. ¿Es mayor en los países nórdicos la capacidad de acogida y de comprensión de las personas refugiadas que en otros países?
¿Más fácil acogerlos? ¿Más fácil tener empatía? No tenemos que olvidar que tienen un sistema a su manera bastante restrictivo, o muy particular. Son unas sociedades muy idiosincrásicas respeto las relaciones personales. Como cualquier lugar, esto tiene puntos positivos y negativos. No, no creo que la capacidad de acogida y comprensión en Suecia sea más alta que aquí o que en el resto de Europa.
La obra se centra en un fenómeno psicológico muy concreto asociado al miedo y la estupefacción que situaciones de mucha violencia e inseguridad generan y a partir de aquí abre la puerta a reflexiones y debates sobre las personas refugiadas. ¿Se sabe bastante de esta situación dramática que sufren millones de personas al mundo?
No, no se sabe bastante.
Las protagonistas de la obra huyen de la guerra de Irak, y son una mujer y dos niñas. ¿Las mujeres y los y las menores son ninguneadas socialmente como víctimas de las guerras?
En una guerra todos somos víctimas. No creo que estén ninguneadas, creo de hecho que están más visibilizadas porque generalmente quienes han llevado las armas eran los hombres. Pero la visibilización de su sufrimiento es un arma de doble filo y por ello hemos intentado no condicionar a nuestra protagonista, Eman, con violencias que fueran de digestión fácil. Es una víctima, sí, pero, en primer lugar: es víctima de lo que ha sufrido, no de aquello que nosotros como espectadores esperamos o queremos que haya sufrido para que tenga “derecho” a nuestra empatía. Y, en segundo lugar, es una víctima que no calla.
Los personajes suecos más comprensivos con la situación de las refugiadas son también mujeres en el montaje teatral. ¿Piensas que en las mujeres es más habitual la empatía necesaria para comprender y ayudar las personas refugiadas?
Sí, potencialmente sí.
¿Qué recibimiento de público y de crítica está teniendo la obra?
Normalmente, por mí la crítica siempre es bienvenida y me encanta siempre que tenga una explicación, sea buena o mala. Creo que la crítica nos sirve para desarrollar bien el trabajo y tener más aperturas hacia las mejoras y el pensamiento. He leído la mayoría de las críticas y agradezco a los y las críticas que se han tomado la molestia de escribir sobre nosotros.
La decisión de dejar textos en árabe y hacer que durante la función haya traducción simultánea parece buscada y le da mayor dramatismo y realismo al relato. ¿Os costó mucho darle forma y encontrar actrices que encajaran?
Evidentemente, sí. Siempre la cuestión de una traducción ya es polémica, porque encontrar las palabras adecuadas en la otra lengua es un proceso importante de investigación. Las palabras son apuestas, son propuestas, porque tienen efectos instantáneos.
¿Qué papel habéis jugado la Clàudia Cedó y tú a la hora de montar la obra y colaborar con el director, Xicu Masó y con las actrices y el actor?
En primer lugar, estoy muy contento con el reparto elegido. Personalmente, he intentado ir a la mayoría de los ensayos: quería conocer el trabajo de Xicu y del resto del equipo de bien cerca, y aprender un estilo. Aquí me he sentido muy privilegiado: poder estar viendo un proceso de dirección es un lujo. El trabajo que ha hecho Xicu Masó ha sido contundente y sutil a la vez. Creo que ha sido un proceso escénico muy poderoso. Sobre el equipo actoral, me encanta. He podido conocer, dentro y fuera de escena, a unas personas con las cuales he podido encontrar un diálogo creativo e ideológico. Hemos podido crear unos vínculos, diferentes cada uno entre ellos, y me encantaría poder volver a trabajar con ellas.
Foto © Sílvia Poch