Éste es un término recientemente aprendido en las redes donde, debo reconocer, que siga aprendiendo mucho de grandes maestros, de mujeres feministas y compañeras anónimas.
Es un término que define la tendencia a reservar, para las mujeres y dentro de los altos cargos de la política o empresas, lugares con altos riesgos de fracaso en medio de una crisis de la clase que sea, para que la resuelvan. Una vez resuelta y de forma más o menos inmediata, vuelven a relegarlas a puestos subsidiarios y secundarios.
No negaré que de inmediato me vinieron algunos nombres a la cabeza. Nombres y apellidos que no nos quedan lejos y de todos los colores políticos, porque el machismo no entiende ni de colores políticos, ni de ideologías, ni de clases sociales. Y esto lo sabemos muy bien las feministas.
Respecto a los nombres, que cada uno piense los suyos que seguro encontrará en todos los espacios.
Estamos en el momento de confección de listas electorales municipales y autonómicas y las mujeres somos necesarias. Y lo somos a pesar de que a alguna gente no le venga bien esa imposición legal.
Ya estamos viendo las estrategias de los diferentes partidos para cumplir la ley electoral que, en su tiempo e implícitamente, comporta que dentro de algún tiempo veremos dimisiones derivadas, precisamente, por el precipicio de cristal.
Cuando se elaboran las listas se buscan diferentes parámetros para cumplir con compromisos y/o exigencias que pueden ser territoriales, por «familias políticas», por sexos, por edades, origen y un largo etc., en función de las necesidades de los partidos . Estas mismas organizaciones no dudarán, reunido el momento, en dimitir o apartar a quienes consideren oportuno, para acercar al poder a aquellas personas que realmente les interesan. Y esto más allá de lo que hayan sido elegidas o no. Incluso harán dimitir o, quizás también, harán firmar un documento de dimisión al mismo tiempo que firmen la aceptación de la candidatura, para utilizarlo según las necesidades de las propias organizaciones. Cuando la persona, normalmente mujer, no interesa por lo que sea, pues fuera y otro. Sé de lo que hablo y, aunque no lo he sufrido en carnes propias, lo he visto en gente cercana, concretamente y siempre, en mujeres y en el campo de la política.
Este concepto arriba definido y de nuevo acuñamiento, no es exclusivo del mundo de la política. También en las empresas. Sobre todo de las medias y grandes.
Meten en cargos de responsabilidad a mujeres, por ejemplo ante el departamento de recursos humanos porque gestionan momentos complicados como por ejemplo expedientes de reducción de empleo o negociaciones duras con la gente que tiene la representación legal de trabajadoras y trabajadores y, una vez solucionada la crisis, le cambian el destino o lo destinan a otro departamento menos conflictivo.
Como vemos, las nuevas formas de utilización del talento femenino no siempre son positivas y, de vez en cuando, estas habilidades son reconvertidas en aliados del machismo revestido de nuevas formas de pseudo-modernidad engañosa.
Es muy difícil discernir que hay cierto en algunas propuestas que nos hacen, sobre todo en estos momentos. Tiene mucho que ver la mano de quien vienen y de sus intereses. De ahí que la confianza sea clave en nuestra aceptación o no de los ofrecimientos que puedan reunirnos.
Y no sólo ahora y por las elecciones. La alerta debe ser permanente para no formar parte de los juegos perversos en los que casi siempre salimos perdiendo.
El patriarcado sabe perfectamente cómo jugar sus cartas que siempre están marcadas para no perder nunca.