lunes 01 julio 2024

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Mujeres inmigrantes, valientes, proveedoras y futbolistas

300 mujeres, de entre 18 y 40 años, cada fin de semana se hacen un sitio en un espacio muy masculino

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Bajo un sol de justicia, Olga Apaza ha logrado detener el ataque y ahora corre con la pelota y se la pasa a una compañera en una de las jugadas del partido de futbol que enfrenta a su equipo el “Deportivo del Valle” contra el “Pampa Grande”, en una cancha de tierra en Montjuïc, Barcelona.  Llega el medio tiempo y con un gol en contra y una botellita de agua conversamos.  “Cada domingo venimos a jugar”, me dice con una amplia sonrisa mientras sus ojos pequeños le brillan.  Ella trabaja, como empleada de hogar, en una casa en la zona alta de la ciudad, y con lo que gana mantiene a parte de su familia en Bolivia.

Junto a Olga están Marleny, Fernanda, Tania y Lenny, entre otras.  Se pasan el agua, descansan y todas hacen bromas y se ríen, les hace gracia la entrevista.  A veces muestran una alegría infantil, pero son mujeres con mayúscula y seguramente no son del todo consientes de ello, ocupan espacios considerados tradicionalmente masculinos: tienen una valentía comprobada, son las principales proveedoras de su hogar y, en su tiempo de ocio de fin de semana, juegan fútbol.

Ha comenzado el segundo tiempo y entre dos se han dado un fuerte trompazo. En la cancha, las mujeres también se han abierto espacio a codazos, no es fácil entrar en un espacio tradicionalmente masculino. “Les dejamos jugar”, nos dice uno de los varones organizadores, que desconfiado se niega a dar más información.


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¡Uy! Casi es un gol. Ya van seis años que “les dejan” jugar y, como cada equipo sea de hombres o mujeres, pagan una cuota que les permite inscribirse en la liga y solventar con ello los gastos, como el pago a los árbitros, entre otros. Generalmente no tienen financiamiento o patrocinio alguno.

Los equipos femeninos saltan al campo de juego turnándose con los de los hombres, bastante numerosos.  Un cálculo por lo bajo nos muestra que cada semana juegan fútbol unas 300 mujeres inmigrantes sudamericanas, gran parte de ellas bolivianas, con edades que varían de 18 a 40 años. Con sus respectivos uniformes y credenciales deportivas, se las encuentra también en campos de juego de La Verneda, Gornal, Vall de Hebrón, La Maquinista y Màgic de Badalona, entre otros.

Falta i lanzamiento directo, la pelota sale fuera del campo. “Antes éramos más, sólo en esta liga había hasta 14 equipos de mujeres y por equipo pueden inscribirse hasta 10 mujeres”,  comenta Mery Arce, capitana de otro de los equipos que espera su turno para entrar a jugar.   Ella es una de las fundadoras de esta liga, juega desde hace 6 años y ha visto llegar a muchas mujeres y también muchas se han ido debido a la falta de trabajo.

Un nuevo gol en contra del Deportivo del Valle. Durante la semana la mayoría de estas mujeres trabajan en una de las labores menos reconocidas, legal y socialmente: las tareas de limpieza y cuidado en los hogares, labor que es realizada en más un 90 por ciento por mujeres y donde una amplia mayoría son mujeres inmigrantes.

Algunos de los hombres presentes son o actúan como entrenadores durante el partido, se paran al borde de la cancha y dan consejos y recomendaciones a gritos.  Quienes organizan esta liga y también los árbitros son hombres. Algunos otros observan y quedan al cuidado de los niños mientras la madre juega.

“Aquí la mayoría de las chicas tiene hijos, algunos han nacido aquí y otros están en su país porque pocas tienen la posibilidad de traer a su familia”, nos ha comentado Olga.chicas_ftbol_2

Pampa Grande mete un gol más, este potente equipo va primero en las posiciones de esta liga. Con la crisis, las mujeres son ahora las principales proveedoras en su familia, ya que el trabajo en la construcción prácticamente ha desaparecido y los hombres se han quedado sin empleo y muchos han optado por retornar a sus países. En cambio, el servicio doméstico aún es requerido, aunque pagado generalmente “en negro”.

El Deportivo del Valle ha perdido este partido, las chicas comentan las jugadas, sus hazañas y sus fallos y están tranquilas porque están en buena posición en la liga y, además, están acostumbradas a caerse y a levantarse y a persistir.  El siguiente encuentro lo ganarán.

A Olga se le ilumina el rostro cuando, antes de despedirnos, conversamos sobre la posibilidad de que pueda estudiar para ser árbitra, pero le faltan estudios previos y tiempo.  Ella salió de un pueblo muy pequeño del altiplano boliviano, se subió por primera vez a un avión y llegó a Barcelona y desde entonces trabaja duro, ahora estudia catalán. Ser árbitra para ella no es imposible.

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Drina Ergueta

Periodista y antropóloga. Comunicación y feminismo son sus temas predilectos desde hace más de una década. Articulista en medios bolivianos y portales feministas de España/México.
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