jueves 07 noviembre 2024

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Miradas más lejanas

 

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OPINIÓN

Recientemente, me decidí a leer un libro terriblemente duro. Se trata del libro “Yo no quería ser madre” de Trifonia Melibea Obono, Obono una mujer guineo ecuatoriana, que es periodista y politóloga, docente e investigadora sobre temas de mujer y género en África.

En este libro treinta mujeres guineanas toman la voz para denunciar la situación de las personas LGTB en Guinea Ecuatorial. A la persecución y la violencia social e institucional se suman muchos otros problemas: la falta de información y de referentes, la pérdida del arraigo, el odio interiorizado, el consumo de drogas y alcohol para soportar la marginación… El panorama es todavía más preocupante para las mujeres en una sociedad patriarcal y tribal que las condena a la sumisión, la trata, la explotación sexual y la violencia machista.

Los embarazos y la maternidad para ocultar su condición de lesbianas las llevan a situaciones verdaderamente extremas de supervivencia tanto suya como de sus criaturas.
Como ya dije fue un libro duro de leer, pero necesario para entender demasiadas cosas que no vemos desde nuestra condición, un tanto etnocéntrica del feminismo europeo.

Otro aspecto sobre el que también reflexiono periódicamente es sobre las situaciones de niñas y mujeres jóvenes que son obligadas por sus familias a matrimonios forzados para que dejen de ser una boca más en sus casas sin tener en cuenta ni su crecimiento, ni sus posibilidades humanas. Sin educación y dentro de un sistema patriarcal en donde su opinión carece de importancia, son pasto de todo tipo de violencias por parte de los varones de sus familias tanto padres como maridos o hermanos. Y todo ello sin apenas posibilidades de escapar de ese sistema opresor y asesino en demasiadas ocasiones.

La mutilación genital femenina es otra consecuencia del patriarcado más salvaje y que condena a las mujeres, como poco a una vida sin placer y en demasiados casos quedan condenadas a situaciones de infecciones, enfermedades crónicas y sufrimientos indecibles a lo largo de sus vidas sean estas largas o cortas.

Sólo son tres aspectos de un patriarcado feroz que no considera la vida de las mujeres como vidas útiles más allá de los servicios que les puedan prestar y los cuidados que les puedan brindar tanto a ellos como a su descendencia.
Vidas sin valor, vidas usables o prescindibles, vidas castigadas por haber nacido mujeres en unas sociedades profundamente machistas. De ahí la importancia de leer libros como el que mencionaba al principio para conocer situaciones difícilmente imaginables en esta Europa etnocéntrica que rechaza a quienes vienen buscando nuevas posibilidades y huyendo de guerras, hambre y pobreza.

La violencia que tienen que sufrir las mujeres y niñas que buscan refugio en otras partes del mundo, que huyen de situaciones de violencias múltiples es, al menos para mí, de un sufrimiento máximo e incluso inimaginable. Y creo que les seguimos prestando poca atención, inmersas como estamos en discusiones, a veces incluso banales.
Una de las consecuencias del neoliberalismo actual es, precisamente, el olvido de las causas colectivas y del sufrimiento y sometimiento de los y las demás. Olvidamos con demasiada frecuencia que, en otras partes a veces no demasiado lejanas, hay muchas mujeres que sufren lo indecible porque sus sociedades consideran que sus vidas no son importantes. Son consideradas seres humanos de segunda o tercera categoría.

No hay que salir de Europa para observarlo, pero hoy quería recordar a esas niñas y mujeres que no salen en las televisiones, apenas en algún medio de comunicación alternativo a las grandes cabeceras, pero que arrastran verdaderas tragedias vividas. Pero que nos quedan lejanas, incluso aunque estén en el barrio de al lado del nuestro.
Es hora de ser consciente de sus realidades, pero sobre todo de sus necesidades y de darles el calor humano y el apoyo que necesitan. Y eso desde el feminismo lo sabemos hacer muy bien. Leamos sobre sus experiencias y sus sufrimientos para aprender de ellos y poder reivindicar sus vidas y sus presencias en el mundo. Conozcámoslas para poder tomar consciencia plena de sus situaciones, pero sobre todo de su existencia.

Leer este libro me ha hecho consciente del sufrimiento de tantas mujeres en Guinea Ecuatorial y en su necesidad de recurrir a la maternidad para esconder su orientación sexual. Y, a su vez, la violencia simbólica y de otros tipos que ello conlleva.

Como decía al principio, es un libro duro de leer, pero necesario para conocer realidades antes nunca imaginadas por mí. Y es cierto que, adivinándolo, precisé de cierta disciplina para acabarlo. Lo recomiendo, aunque con cierta reserva en su lectura por la dureza de ciertos relatos. Un libro revelador, al menos en mi vida.

 

 

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Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
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