sábado 27 abril 2024

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Las masculinidades vividas (y naturalizadas)

 

joansanfelix

Siempre que reflexiono sobre las masculinidades lo hago también sobre cómo las hemos vivido los hombres y el grado de invisibilidad (y naturalización) que tienen para nosotros en la vida cotidiana.

Un fantástico trabajo de Oscar Guasch que reseñé hace un tiempo me ayudó a ver las cosas claras definitivamente. Vidas de hombre(s) es una magnífica compilación biográfica donde se autoanalitzen en primera persona una serie de hombres que se desnudan frente al público lector ofreciendo un tipo de introspección con la que muchos barones pueden empatitzar fácilmente. Quizás es aquí donde encontramos la clave. 

Creo que se trata de esto, de recuperar esas realidades vivenciales masculinas para que nos ayuden a entender la complejidad de una construcción identitaria que es para muchos invisible en cuanto que normal. Sobre todo porque la historia, que ha sido androcéntrica, tampoco ha querido contar las vidas de los hombres reales en cuanto que seres con género. Necesitamos por lo tanto de un conocimiento previo y profundo de aquello que somos los hombres en nuestra cultura, porque sin él, sin ese trabajo de acercamiento a aquello que nos hace hombres socioculturalmente a lo largo de nuestras trayectorias, nunca podremos hacer un buen trabajo de construcción de otras formas posibles de ejercer la masculinidad desde la igualdad. El conocimiento es una herramienta para la transformación social. 

Y esto es precisamente a lo que trato de dedicarme últimamente: trabajar con una perspectiva crítica y de género aquello que denomino las masculinidades vividas. Se trata de esa construcción cultural de la masculinidad a través del tiempo y los espacios, esos momentos de los itinerarios biográficos de hombres que de una manera u otra han sufrido de los mismos dictados del género en nuestro espacio cultural.

Cómo trataba de señalar, acostumbramos mucho a hablar sobre la masculinidad, la tradicional, la hegemónica, la machista, la violenta, pero también hay que ser conscientes de que los mismos sujetos que la encarnan ni siquiera son capaces de definirla o percibirla en cuanto que forma parte de un orden natural de las cosas. Así pues, parece necesario acceder al conocimiento de las prácticas vividas, aquellas cosas que hacen los barones a lo largo de sus vidas, para averiguar qué es realmente aquello de ser hombre en nuestra sociedad. Hay una presión social que nos exige una forma determinada de entenderse como hombres (y que por lo tanto condiciona las prácticas). Ser hombre en realidad no reside, necesariamente, en los discursos sociales sino más bien en esas cosas que hacemos. Porque así podremos empezar a entendernos mejor y por lo tanto a estar más preparados y preparadas para (de)construirnos igualitariamente.

Los hombres tenemos cierta tendencia a potenciar esa masculinidad hegemónica en el grupo de iguales, grupos que se reproducen en diferentes formatos a lo largo de nuestras trayectorias: la cuadrilla, el equipo de fútbol, los compañeros de trabajo, los miembros masculinos de la familia, los compañeros de la asociación, etc. Todos tiempos y espacios de la masculinidad, de la camaraderia, de reconocernos como iguales y por lo tanto diferentes de las otras, las mujeres y también de la homosexualidad o la bisexualidad, a pesar de que muchos homosexuales y bisexuales participan de esta socialización total o parcialmente.

 

Poder sin emociones

Pornografía mainstream, broncas, alcohol, tabaco, velocidad, homofobia, riesgo, sexo, éxito, lucha, fútbol, autoridad y razón. Una mezcla explosiva de códigos masculinos heredera de una socialización anacrónica y disfuncional que niega las emociones para un siglo que ya no requiere de aquellos valores o aptitudes de ese tipo de masculinidad neandertal. Pero todos los tiempos que nos corresponden vivir están condicionados por ellos. Incluso aquellos momentos clásicos de transición a la adultez también tienen esa vertiente diferencial entre los sexos: trabajo, matrimonio, paternidad son conceptos sociales que tienen una significación propia para los barones; a estos se suman valores como éxito, independencia, autoridad, posesión, dominación o cumplir con esas funciones tradicionalmente asignadas, proveedora, progenitora y protectora.

Cómo he podido comprobar mediante el trabajo de campo realizado como investigador o a través de los talleres formativos sobre masculinidades, la exigencia social sobre los cuerpos masculinos, a pesar de pasar desapercibida, ejerce una presión constante sobre los hombres. Obliga los barones a enfrentarse públicamente a una especie de ritos de paso contemporáneos, que a pesar de no estar institucionalizados funcionan con la misma lógica. Se trata, podriamos decir, de una performance viril que ofrece a la sociedad, pero especialmente a los iguales (que funcionan como una policía de masculinidad) una teatralización sobre aquellas viejas ideas asociadas a una masculinidad arquetípica.

Esto lo podemos encontrar fácilmente en el fútbol base, en los patios de los colegios, en las zonas de ocio de todo tipo, incluso en ciertas fiestas populares, en las despedidas de soltero, o con el consumo de drogas o alcohol, entre otros. Todo esto siempre articulado a través del riesgo, la fuerza o la competitividad como vertebrador de prácticas que nos permiten mostrar aquello que por naturaleza no podemos mostrar. ¿Nos hemos preguntado por ejemplo por qué un chico se pone ante un toro a los “bous al carrer” (toros en la calle), se lanza desde una roca muy alta en una laguna o conduce a toda velocidad?

Las vidas de los hombres son vidas de exigencia y de éxito, no de emociones. La masculinidad es una condición siempre precaria que hace falta continuamente demostrar. Esto lo aprendemos con esta perspectiva biográfica sobre las vidas de los hombres. Por lo tanto frente a la presión social para reproducir aquella prescripción sobre la identidad de los hombres desarrollamos prácticas que tienden a ser exclusivas y expulsivas respecto a la feminidad.

En los últimos años afortunadamente hemos aprendido muchas cosas sobre las masculinidades con perspectiva de género. Soy de la opinión que paralelamente al trabajo de construcción de masculinidades alternativas hay que profundizar científicamente en la investigación de las realidades que configuran los itinerarios biográficos masculinos porque así podremos saber con mayor certeza cuáles son los mecanismos que hay que desactivar para romper con el legado patriarcal.

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