OPINIÓN
El pasado fin de semana tuvo lugar el encuentro estatal de asociaciones de hombres por la igualdad. Entre otros muchos debates se aprobó asumir como propia de este movimiento la fecha del 17 de mayo, día internacional contra la LGTBfobia. El punto en común de todas las intervenciones era que la homofobia también era machismo y proponer un concepto de homofobia ámplio.
A menudo olvidamos las conexiones que hay entre el machismo y la homofobia. Y que la homofobia es producto del sistema de género. La discriminación de los gays surge porque no seguimos el sistema de género por el que los hombres se tienen que sentir atraídos sexualmente por mujeres y no por otros hombres. Un cosa que, en el día a día, creo que tanto desde el movimiento gay com desde el de las mujeres se olvida. Desde el activismo mas consciente probablemente sea una obviedad, pero no se plasma ni en el día a día de los respectivos movimientos ni, muchos menos en la realidad de los miembros más despolizados de los dos colectivos. Y no digo que sea una cosa consciente. De hecho, las relaciones son buenas. Me refiero a que probablemente habría más posibles espacios de colaboración, de apoyo y solidaridad, que los que hay actualmente. ¿Podría el movimiento gay apoyar de froma explícita y permanente las diferentes reivindicaciones feministas? ¿Y al revés? La suma de esfuerzos reivindicativos en un momento de gran dispersión les daría un mayor peso y visibilidad a cada uno de los movimientos.
Homofobia
También había otros elementos que se abordaron en estos encuentros y que fueron presentes en los debates. En la definición de homofobia se apostó por un concepto “amplio” que incluye no sólo cuando afecta a gays, sino que iría referido a cualquier rechazo del machismo a modelos de masculinidad que no están dentro del tradicional. Efectivamente cualquier hombre que sea sensible, dialogante, igualitario, cariñoso, etc es “sospechoso”, para el patriarcado de ser homosexual y será puesta en entredicho su masculinidad. La homofobia sería, pues, la discriminación de cualquier hombre que se saliera de la norma heterosexual y machista.
Os pongo sólo dos ejemplos. Hará poco más de un año se supo que el estado iraquí empezó a perseguir a los homosexuales y a los “emos”, un tipo de tribu urbana con reminiscencias góticas que desafía las principales características estéticas de la masculinidad en una sociedad machista y son considerados también gays. La disidència masculina es castigada también por el sistema de género venga de donde venga. Otro. En una manifestación de hombres por la igualdad, a la que no pude asistir, me contaba un compañero que la reacción de los “espectadores” fue de respeto e, incluso, en algunos contados casos, de apoyo. No faltaron los típicos gritos de “maricones” a unos hombres, en su mayoría heterosexuales, por manifestarse a favor de la igualdad de género. Así estamos todavía, a pesar de lo que hemos avanzado.
Como conclusión, coincido con los compañeros de los encuentros: la homofobia es machismo. Y aprovecho para hacer un llamamiento al movimiento gay y al feminista para que colaboren más en el día a día en una lucha que, en el fondo, es común.