martes 23 abril 2024

martes 23 abril 2024

Claudia

La Dimensión de la Misoginia

  Claudia

 

 OPINIÓN

Estamos acostumbrados últimamente a escuchar diagnósticos generalizadores y reduccionistas que nos apartan de la particularidad de cada ser humano y que me recuerdan una sentencia de Goethe que decía que las teorías son grises y que el árbol de la vida se despliega con múltiples colores.

Creo que a propósito de la misoginia, del maltrato y de la perversión caben hacer algunas observaciones más prudentes.

En principio, no hay porqué suponer a priori que todos los hombres son misóginos, aunque sí es verdad que los que no lo son han tenido que afrontar cuestiones delicadas en una cultura que promociona la misoginia al sostener un falocentrismo que privilegia los valores que se atribuyen al género masculino en detrimento de aquellos que se consideran femeninos.

Si hacemos caso a lo que los medios nos informan a través de las noticias reales, las series, los videojuegos, los mensajes explícitos o implícitos que en ellos se manifiestan, comprobaremos como la violencia gana terreno valorativo. Una estadística aparecida en un periódico hace pocos días atrás, informaba que una de cada tres mujeres jóvenes -eso es lo más preocupante, que fueran jóvenes- consideraban más atractivo al hombre agresivo, si bien bajo esta denominación se incluía el ser dominante, controlador e hilando fino, hombre al que estas mujeres otorgan un estatus que los coloca en una posición de privilegio con respecto a ellas mismas, lo que llama al sometimiento femenino por una confusión que lleva a considerar el maltrato -celos posesivos exigentes, control, dominio y prohibición de otros vínculos- con un amor más intenso que supuestamente las haría sentir más protegidas.

Hasta que las consecuencias de esas actitudes se dejan sentir desmintiendo el engaño inicial. Una cosa es jugar a representar el teatro de estereotipos clásicos sin créerselos, que forma parte del juego seductor, y otra cosa muy diferentes es actuar con ellos sintiéndose autorizados ellos y obligadas ellas a encarnarlos, lo que siembra violencias de distinto tipo y consecuencias no deseables de cara a a salud psíquica de las personas.

Si bien el machismo ha sido muy criticado y actualmente no está muy bien considerado, se muestra reacio a ser vencido y reaparece bajo formas a veces muy difíciles de detectar. Es fácil reconocer la violencia cuando su grado de extralimitación deja marcas visibles. Pero hay violencias subliminales, micromachismos, que no son fáciles de detectar y que generan un malestar en las mujeres que a veces no saben a qué atribuir aunque sean consecuencia del trato que sufren. Ese malestar tiene su origen en las circunstancias de la vida personal, en la falta de un trato respetuoso. El respeto es algo a esperar de alguien que dice amarnos y algo a ofrecer a quien amamos. Pero a veces, la cotidianidad tal como está organizada en nuestro modo de vida, da por supuestas ciertas conductas que parecen normales pero que sin embargo hacen sufrir. Basta que un hombre esté convencido de la legitimidad de su superioridad jerárquica que nuestra cultura quiere hacer parecer como formando parte de la naturalidad, será misógino, lo sepa o no.

Y de ahí a sentirse legitimados a dominar, a controlar, a exigir ser obedecidos por sus mujeres, hay diferentes grados que aceptan todas las variaciones individuales a la hora de abordar el abanico conflictivo que les pueden plantear las mujeres al rebelarse contra este orden de cosas. Cuando la respuesta a la rebeldía femenina se produce, puede aparecer el maltrato en un intento de colocar a una mujer en su rol estereotipado de sumisión y acatamiento de la dominación masculina. Esta conducta puede adoptar medios directos y brutales para lograr recuperar el dominio masculino amenazado hasta métodos muy sutiles y difíciles de detectar que causan a las mujeres un malestar del cual no acaban de reconocer su causa. Afectadas a su vez por mandatos de rol, que toman por naturales, se sienten culpables si los cuestionan. Y esto puede afectar aún a las más concienciadas de la manipulación cultural de los estereotipos que consiste en hacerlos parecer como del orden de la naturaleza de los géneros. Si bien, es verdad que éstas últimas están en mejor situación para luchar contra ellos.


Pero hay otro tipo de violencia sutil que es la que ejecutan individuos perversos que no escatiman medios para lograr la destrucción subjetiva de su víctima. En estos casos ya no se trata del maltrato sutil por una misoginia inconsciente, sino de un verdadero deseo conciente de aniquilar a la mujer que tienen como pareja, mujer a la que envidian por su fuerza. No suelen asesinar como aquellos que habiendo sido abandonados por separación o divorcio no han podido aceptar esa nueva situación, sino que estos sujetos tienen un verdadero propósito de destruir a la mujer que está mas cerca de ellos manipulando de tal manera la comunicación que pueden provocar que ella se suicide, hasta volver a vincularse nuevamente con otra que suele tener un fondo depresivo importante que ellos detectan bien y que les permite adueñarse de su voluntad. Mientras que socialmente pueden pasar por hombres encantadores, que hacen que no resulte creíble el relato de sus mujeres cuando se quejan de ellos. Marie-France Hiriyogen los describe muy bien el su libro El acoso moral.


Cuando un hombre ha trabajado los aspectos inconcientes de su misoginia, se convierte en un buen compañero de su mujer, puede por fin sostener un vínculo paritario, al haber perdido su miedo a las mujeres y haber depuesto la actitud falocéntrica sin sentirse amenazado. Tarea nada fácil porque salir de la misoginia resultante de una superioridad jerárquica de la masculinidad, es un proceso por el que tienen que pasar y en este tránsito nada fácil, las diferencias subjetivas son muy importantes. Desde quien sabe escuchar y es sensible a la imjusticia, hasta el más inseguro que es quien se mostrará más resistente a deponer sus privilegios al no percibir lo que ganarían si lo hicieran. Pero lo que tienen en común tanto los unos como los otros es que tienen que enfretarse con un medio que no les ayuda a ser paritarios sin poner en cuestión una masculinidad que solo sabe sustentarse en el dominio de un género otro que se les presenta inicialmente como peligroso.

 

 

 

 

 

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Amada Santos

Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
Search

There is no Event

Butlletí de notícies

Subscriu-te al nostre butlletí setmanal amb les darreres notícies publicades.

També et pot interessar

tere moll

¡Yo sí te creo!

    OPINIÓN Esta semana ha quedado visto para sentencia el juicio contra los cinco...

Maruja Torres, premi Margarita Rivière

Per Redacció CPCEl jurat del premi ha destacat la independència i la valuosa trajectòria professional...

ICD adreçarà les dones a resolució de conflictes judicials mitjançant la mediació prèvia

El Servei d’orientació jurídica de l’Oficina d’Informació de l’Institut Català de les Dones (ICD) oferirà...