OPINIÓN
Quería haber abordado el tema de la victoria de Kamala Harris en su momento, pero la urgencia de otros temas ha hecho que demorara esta reflexión.
El nombramiento de Harris como vicepresidenta de Estados Unidos ha provocado una serie de reacciones totalmente encontradas. Hay quien se felicita porque una mujer haya llegado a ocupar puesto tan relevante y hay quien denuesta este nombramiento, pues no aporta nada al feminismo ni a la emancipación de las mujeres.
Creo que hay una contradicción importante que convendría superar y que se repite siempre ante casos parecidos. Y es diferenciar entre el derecho inalienable que tiene toda persona a ocupar los lugares, espacios o cargos que sus capacidades, ambiciones, deseos u oportunidades le permita, y otra la ideología que esas personas representen.
Yo no soy religiosa, pero defiendo el derecho de las mujeres a ocupar el puesto de Papa (¿o Papisa?) llegado el caso, por poner un ejemplo que todo el mundo entenderá. Las mujeres somos individuos, no una masa homogénea ungidas por una esencia común. Ya hemos dicho que no creemos en las esencias ¿no? Desde este punto de vista apoyo la presencia de las mujeres en cualquier ámbito político, económico, social, deportivo, científico o religioso. Pero no podemos pedirles a todas las mujeres que compartan una ideología común. En nuestra variedad, como en el caso de los hombres, las mujeres pueden tener muy diversas posturas políticas.
Cuando se reclama que haya presencia femenina en cualquier ámbito de la sociedad se está reivindicando un derecho que nos corresponde por ser la mitad de género humano. Cosa diferente es que esas mujeres tengan que representar una determinada visión del mundo. Es profundamente contradictorio que reclamemos que haya mujeres que accedan a puestos de relevancia, pero a la vez que digamos que total, para el tipo de mujeres que son mejor es que no estuvieran.
¿En qué quedamos? ¿Es necesario que haya mujeres en todos los espacios públicos o solo que haya las que coincidan con nuestros planteamientos políticos? Siguiendo esa regla de tres nos debería dar igual que todos los representantes políticos, culturales, sociales, deportivos etc. fuesen hombres. A ellos no parece que haya que exigirles que defiendan unos determinados valores: se les reconoce el derecho a estar, no se les pide que representen a todos los hombres, ni tienen por qué hacerlo.
Kamala Harris tiene derecho a estar donde está, es su derecho individual como ser humano. Como mujer me congratulo que haya conseguido un logro que puede servir de referente o acicate para que otras niñas o jóvenes se planteen que pueden hacer carrera política. Como feminista no espero que vaya a defender los planteamientos políticos que a mi me gustaría ni que signifique un avance colectivo para la emancipación de las mujeres. Es más, si fuese feminista seguramente no habría llegado a donde está.
Seamos coherentes. Kamala Harris no es una adalid del feminismo, pero tampoco lo son Beyoncé, Jennifer López o Shakira ¿O sólo vamos a considerar que empoderan a las mujeres aquellas que saben mover el culo?
*Publicado en Público