OPINIÓN
No es necesario explicar en España lo que significa vivir el peligro de retroceder en los derechos adquiridos como mujeres y como seres humanos, (pues las dos cosas van juntas); sin embargo lo que está pasando en Italia puede hacernos reflexionar sobre como es fácil llegar a deshumanizarnos.
Con la reciente aprobación en Parlamento del “Decreto Seguridad”, propuesto por el vice premier y ministro del Interior Matteo Salvini, que prevé la abolición de la protección humanitaria a las personas migrantes, se están botando literalmente a la calle decenas de mujeres embarazadas o con niños de pocos meses, además de a jóvenes victimas de la trata, y personas con problemas sanitarios.
El primero de diciembre salió en los media la imagen de un “nacimiento” de lo más realista, con una desamparada pareja africana, él con las manos juntas en una súplica y ella,embarazada, cargando un bebé en la espalda, pero sin ángeles, burros y bueyes de compañía. Se trata de una joven familia ghanesa, expulsada a la calle desde un centro de acogida en Capo Rizzuto, Calabria, el 30 de noviembre. El Decreto Seguridad la considera un “peligro” para la sociedad por haber llegado a nuestro país de forma irregular, no existiendo en su país una forma regular.
Mientras tanto, como avisa la comunidad de San Egidio, en Crotone, Catania y otras ciudades cercanas, centenares de personas migrantes son cargadas en buses y literalmente abandonadas en la estación de ferrocarriles. En toda Italia más de 39.000 personas que actualmente tienen protección humanitaria tendrán decreto de expulsión, a menos que, por milagro, no encuentren de repente un trabajo legal. Dentro de 15 meses habrá unas 100.000 personas “irregulares”, expuestas a los chantajes de la criminalidad. Bastante evidente parece el cínico plan que subyace al Decreto Seguridad: botar a la calle masas de personas hambrientas, volviéndolas irregulares, de manera que haya más tensión y miedo en la población, y más votos para la Liga. Es pues alimentar tensiones y odio, mientras se obstaculizan y recortan los sistemas más eficientes de acogida e integración de personas migrantes, ha resultado todo un éxito para Salvini.
En el espacio de un año, según un sondeo Demos, la opinión pública ha mudado su actitud hacia los desembarcos de personas migrantes, pasando a un 51% de desfavorables. Y todos los días asistimos con incredulidad, asombro y angustia, a episodios aberrantes de racismo que pensábamos imposibles en un país civil, no solo entre las instituciones, sino también entre la gente común. Puede ser una pasajera del tren de alta velocidad que se aleja, ofendiéndola, de una chica de origen eritreo (adoptada por una familia italiana) por no apreciar su color de piel; pueden ser jóvenes madres de un hospital que gritan contra una madre africana acusándola de “traer enfermedades”. En las escuelas de infancia de Udine, en el norte de Italia, se ha llegado a prohibir el uso de muñecos de piel oscura, para desalentar la multiculturalidad.
Pero, ¿cómo explicar tanta deriva racista en una Italia que hace pocos años manifestaba festivamente en muchas ciudades su deseo de acoger con humanidad los migrantes? Por supuesto, las explicaciones son complejas, e incluyen también las responsabilidades políticas del anterior gobierno que no supo conectar con la parte de población más empobrecida e indignada, mientras los escándalos de “Mafia capital”, con sus corruptas cooperativas en Roma sacudían el mundo de la acogida.
De allí, fue fácil para el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga, acusar todo el mundo de las ONG de afán de lucro. Aun cuando la Liga misma debe responder a la ciudadanía por haber mal gastado 49 millones de euros de fondos públicos. Sin embargo, como en el caso de Trump, más que las virtudes del candidato, ha sido un astuto manejo de la comunicación a encandilar el electorado.
Desde el 2013 en los media el fenómeno de la migración se asocia a “peligro”, “invasión”, mientras en las redes sociales se difaman las ONG de rescate, y algunos magistrados arman acciones legales en contra de ellas, hasta que son obligadas a parar. Matteo Salvini cuenta con un team de jóvenes expertos en informática, (llamado “La Bestia”) pagados con fondos públicos: son especialistas en el uso de algoritmos que toman nota a cuáles sentimientos o palabras son más sensibles los usuarios de las redes, para multiplicar los mensajes de este tipo,amplificando prejuicios o falsedades. Ya no hay argumentos, explicaciones lógicas de tal o cual fenómeno, sino “enemigos” por destrozar, desde migrantes, periodistas, intelectuales, hasta los despreciados burócratas europeos (con quienes al final se deberá negociar para seguir perteneciendo a la Unión Europea).
Como en el caso de Trump, la arrogancia y desenfreno comunicativo de Salvini premia al macho blanco permitiéndole dar rienda suelta a lo peor de si mismo, y soltar al racista y sexista que puede llevar adentro. Es más fácil cuando “hay un 45% de italianos casi analfabetos, o sea que entienden poco y mal los que le dices, y creen en cosas increíbles”: palabras del mismo Beppe Grillo, (también él tan aficionado a los insultos), en un comicio en Roma del 21 de octubre.
En una ideología reaccionaria, racismo y sexismo van de la mano, decía al comienzo. ¿Qué hacer entonces? Las organizaciones de mujeres, los y las estudiantes, el mundo del voluntariado, están demostrando ser válidos anticuerpos frente al salvinismo. En una imponente manifestación en Roma casi 200.000 mujeres han protestado contra machismo y racismo a la vez, además que en muchas otras ciudades.
En una reciente asamblea en la Casa Internazionale delle Donne, se ha alertado frente los peligros de retrocesos en los derechos adquiridos por las mujeres en temas de separaciones, que serían más complicadas con el futuro Decreto Pillon, todavía en fase de debate. Con el pretexto de favorecer la bigenitorialidad, aprobado el decreto se obligaría a los hijos a habitar alternativamente en las dos casas de los padres, quitando el apoyo financiero a la madre. Hay 900.000 madres separadas, (con 1.200.000 niños y niñas en riesgo de pobreza), porque no todas cuentan con el apoyo financiero de los padres, y en general tienen menos acceso al trabajo y ganan un 16% menos que los hombres. Además estamos asistiendo a ataques al derecho de aborto (ya un 80% de médicos del servicio público son objetores), desde los municipios “favorables a la vida”, como el de Verona, en algunos casos superados por iniciativas de las mujeres. Y sigue la lucha contra la violencia hacia la mujer, que en los primeros diez meses ha cobrado 106 víctimas.
También el mundo del voluntariado, de las Cooperativas y ONG (el llamado “Tercer Sector), además de la red de Municipalidades, está preocupado y a la vez consciente que debe hacer esfuerzos suplementarios de creatividad, apostando a la sostenibilidad de los proyectos, a reforzar redes y estrategias (desde el micro crédito al crowfunding), para seguir adelante con las actividades dirigidas a los sujetos más débiles. En Lodi, Lombardia, la ciudadanía se ha rebelado a la medida mezquina de la alcaldesa de quitar el uso del comedor escolar a los niños y niñas migrantes imposibilitados para pagar la tarifa, recogiendo fondos más que suficientes a sufragar sus gastos.
Las grandes ciudades como Milán están marcando caminos, creando redes para optimizar el welfare, mientras pequeños pueblos rurales o de montaña han demostrado saber crear posibilidades de trabajo para jóvenes y mujeres, locales y extranjeras, revitalizando también el territorio. Todo esto no puede y no será perdido.