Foto: Noor Jiménez Abraham
OPINIÓN
Empezare con que el fanatismo, del tipo que sea, es uno de los signos de la irracionalidad de algunos sectores que desestabiliza las estructuras sociales y que, en el caso del religioso, ha cobrado tantísimas víctimas, paradójicamente, en nombre del amor
A varios días de las matanzas en la sede de la revista Charlie Hebdo, en París, es repudiable el hecho desde cualquier punto de vista.
En el análisis no debe faltar la asociación al tema de que el bienestar que se considera arrasado se basa, en gran parte, en la venta de esas armas y en tantos otros delitos y despropósitos que forman parte de la actual realidad de mercado, que da prestigio y confort a tantas personas y desolación, enojo y angustia a muchas más.
Resulta obvio aclarar que ninguna muerte es justificable, ni siquiera un rasguño ni un insulto. Las ideas deben debatirse y como extremo, litigarse. El fanatismo religioso termina en estas masacres y la xenofobia y el racismo que muchas veces lo exacerban, también. Ambas posturas se enlazan en un cíclico juego que, casi siempre, es letal.
Entre posiciones extremas aparece el eterno maniqueísmo de este mundo del capital, en donde somos si tenemos, y todo parece reducirse a pertenecer al grupo de los seres humanos más beneficiados. Los escalafones de la democracia: Liberté, égalité, fraternité…ya en 1789 cuando la Toma de la Bastilla, no fueron alcanzados por todos y todas, porque las mujeres, luego de involucrarse a la par de los varones, quedaron postergadas al momento de repartir los beneficios políticos, económicos y sociales.
Si cada hecho tiene su explicación, esta explicación de seguro no es instantánea, no es lo que aparece a primera vista y, probablemente, no se refiere a lo que de inmediato suelen intentar explicar los medios masivos; los más terribles conflictos tienen sus raíces más profundas, que no los justifican pero que sí pueden ayudar a trazar el derrotero que indique el camino que no se debe seguir tomando. Responder como siempre se hizo es solo eso, más de lo mismo, para que la espiral crezca y cada vez se enrede un poco más.
Y el androcentrismo (según el diccionario RAE “Visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino”, pero que además toma esa perspectiva desde un molde de características de seres humanos ideales) es devuelto como un bumerán, porque las personas que murieron en el ataque a la revista Charlie Hebdo residían en Occidente, en un país considerado cuna de civilizaciones, eran de clase media e ilustradas y simbolizaban, aún en su rebeldía, a la Europa desarrollada, por el solo hecho del lugar en donde se encontraba y el idioma con el que se comunicaban.
Sin embargo, no deberían dejar de relacionarse estos actos de violencia con otros que no tienen tanta relevancia en cuanto al malestar general pero que denotan que esta sociedad que tanto pregona la libertad de expresión muchas veces la utiliza, al igual que otras instituciones, para desacreditar al más débil, acrecentar estereotipos de dominio y seguir subalternizando.
¿Por qué no marchan las personas líderes del mundo contra la violencia hacia las mujeres, por qué no organizan convocatorias multitudinarias por sus muertes en manos de novios, esposos o ex parejas? ¿Por qué no denuncian al patriarcado y repudian a las personas que cometen abusos contra niños, niñas y adolescentes y que en muchos casos conservan puestos políticos importantes o su posición de privilegio en la sociedad? ¿Y los carteles Je suis Marita, Je sui María, Je suis Florencia, Je suis Fernanda y casi innumerables más? En todos los países estos delitos no sólo son un gran flagelo sino que son constantes y su progresión de aumento vence las buenas voluntades.
“Ser soldado es más seguro que ser mujer”, reza la estadística popular, y es verdad cuando solamente se compara con los números de Argentina, por ejemplo, donde cada 30 horas se produce un femicidio, más allá de los delitos de trata, violaciones y abusos, más complejos para cuantificar.
La violencia simbólica que se ejerce diariamente desde los lugares que se arrogan la democracia y la libertad es tan fuerte como naturalizada. Es diaria, alecciona y orada las mentes como la gota a la piedra, despacio, cada vez un poco hasta formar un gran agujero, en el alma, en el cerebro, donde sea que aniden nuestras emociones y criterios.
¿Doble estándar? ¿Hipocresía? ¿Soberbia? Porque siempre se vuelve a la imposición de derechos donde unos parecen más importantes que otros pero no por los valores, sino por quienes los portan. El colonialismo toma un solo parámetro como ideal, porque considera el mundo desde una sola posición
¿Dónde están las marchas mundiales para que se detenga la violencia contra más del 50% de la población, por el derecho irrenunciable a no ser asesinadas, abusadas, insultadas, dejadas de lado, invisibilizadas, menospreciadas, minimizadas, esclavizadas, traficadas y tantos más?
¿Cuánto más hay que esperar para que se consolide la alianza de líderes mundiales, personas de poder, medios de comunicación y sociedad en general, marchando para que no se maten a más mujeres, cada día, en las calles, en sus casas, en los colegios, o en cualquier lugar por donde transcurran sus vidas?
*Publicado en Diario digital femenino