Escucharlas es atreverse a mirar el inmenso drama humano que se está viviendo en la frontera sur estadounidense y reconocer cómo las migraciones nos ponen por delante el reto de transformar el sistema. Un reto que no es simple, pero es radicalmente necesario.
Escucharlas es atreverse a mirar el inmenso drama humano que se está viviendo en la frontera sur estadounidense y reconocer cómo las migraciones nos ponen por delante el reto de transformar el sistema. Un reto que no es simple, pero es radicalmente necesario. Al final de la entrevista que tuvimos con Xiomara Zelaya y Whitney Godoy, de visita en España para ofrecer una conferencia en La Casa Encendida de la mano de la Asociación de Mujeres de Guatemala, les preguntamos por el riesgo de documentar y difundir la situación que vive su país, Honduras, siendo mujeres y jóvenes. “El riesgo es nuestra vida, pero no hay otra opción que moverse, quedarse quieta también es morir”.
Eso les ocurre a las personas que migran. Quieren vivir, no es que quieran dejar su país –un proyecto lícito por otro lado-, es que no tienen más opciones: tienen hambre, miedo y el fuerte deseo de encontrar un futuro para sí y para sus seres más queridos.
Momentos de la entrevista, a la izquierda Whitney Godoy y a la derecha Xiomara Zelaya
Honduras sufrió un golpe de estado en 2009, “un punto de quiebra”, como lo define Xiomara Zelaya, quien sueña con el restablecimiento de la democracia en su país y lucha para que así sea, “sin violencia”. A partir de ese hecho comenzó una “crisis institucional” y surge una “estructura que se entroniza en el poder, que empieza a construir desde las élites, todo un sistema depredador y corrupto, de drenaje de los recursos de las instituciones hacia intereses particulares y actos delictivos”.
Ese proceso, construido no solo desde estructuras nacionales, sino también internacionales, que patrocinan y respaldan fraudes electorales (en 2013 y 2017) así como el saqueo de recursos mediante empresas multinacionales, hizo emerger un “estado de represión” en Honduras, “que se ensaña con la gente que protesta por las privatizaciones y la pérdida de derechos, que utiliza la violencia, no solo de género, sino contra quienes defienden los territorios, indígenas, que son los que principalmente están luchando por nuestros territorios, defendiéndolos de proyectos extractivistas”. Xiomara Zelaya aporta un ejemplo: en el año 2009, 27 días antes de entregar el poder, el Gobierno concedió 150 áreas protegidas y de cuencas hidrológicas, de manera «exprés» y con permisos medioambientales, a empresas que buscan el lucro.
“Somos un territorio de experimento para nuevas formas de colonización de América Latina”, asegura la hondureña, destacando el estado de indefensión y persecución que viven las poblaciones y que explica que las peticiones de asilo hayan aumentado un 5000 por ciento. Y al frente, “políticas migratorias inhumanas y degradatorias”, encabezadas por Estados Unidos.
Imagen de la caravana, realizada por Whitney Godoy
“Es imposible que la gente no se vaya de Honduras, no existe esa opción”, precisa Whitney Godoy, periodista de investigación, especializada en fotoperiodismo, que en 2018 cubrió la caravana de migrantes de principio a fin. “Cada día 400 personas salen del país hacia EEUU y también Europa. Cada 16 horas muere una mujer en Honduras. El Parlamento aprobó medidas que pretendían privatizar servicios de educación y salud pública en un país donde el 68 % de la población vive en situación de pobreza y millones en pobreza extrema. La gente no tiene trabajo”, argumenta. “En la caravana, comían más veces que dentro del país, por la ayuda que daban organizaciones y personas a su paso. Ver eso es muy duro.”
“Las mujeres sufren violaciones, trata, están expuestas a ser vendidas, son el foco de grupos delictivos como los zeta, les quitan a sus hijos, las matan”
Durante la caravana, la joven periodista vio desaparecer a más de 100 personas, especialmente en una zona de México conocida como “el cementerio de los migrantes”, donde desaparecen miles de personas cada año, pero nadie dice nada. “Ni el Gobierno de México está interesado, ni el de Honduras. La mayoría son niños y niñas.”
“Las mujeres sufren violaciones, trata, están expuestas a ser vendidas, son el foco de grupos delictivos como los zeta, les quitan a sus hijos, las matan”, relata Whitney Godoy, quien actualmente trabaja en la realización de la película “Berta soy yo” que se estrenará a finales de 2019.
Son las consecuencias de las inhumanas políticas migratorias que se han ido imponiendo en todo el mundo. Tal como la Unión Europea ha hecho con Turquía y España intenta hacer con Marruecos y Argelia, Washington exige a México y Guatemala que acepten convertirse en “terceros países seguros”: una categoría jurídica que implica que Estados Unidos pueda devolver a estos países a solicitantes de asilo que para llegar a su territorio hayan pasado por ellos. Se trata de un proceso de externalización de fronteras. El Gobierno de Guatemala ya lo ha hecho, aunque el contenido y el alcance del acuerdo firmado con Estados Unidos se mantiene en secreto.
Sin embargo, México y Guatemala están lejos de ser países seguros para sus propios nacionales ya que, junto a Honduras y El Salvador, conforman una de las zonas más peligrosas del mundo “en tiempos de paz”.
Whitney Godoy perdió el miedo. “Vivo esperando que en cualquier momento pueda morir. Pero solo tengo la opción de seguir denunciando y, cuanta más difusión haya, mejor”. Es, de algún modo, su defensa frente a estructuras de poder que tratan de imponer sus normas, especialmente a las mujeres.
“Criminalizan la acción de los jóvenes, los ambientalistas y las mujeres”, explica Xiomara Zelaya, consciente de que hay que asumir riesgos. “Es importante la participación de las mujeres”, dice resaltando la lucha de Berta Cáceres o de Mirian Murillo. “Son muchos los riesgos, pero más los deseos de lograr cambios en Honduras”.
Foto: AmecoPress y cedidas por AMG
Pies de foto portada: Whitney Godoy y Xiomara Zelaya junto a Mercedes Hernández, presidenta de la AMG durante la conferencia ofrecida en La Casa Encendida