El feminismo casi siempre ha resultado incómodo para la política porque ha exigido ir a la raíz de los problemas que sufrimos las mujeres para darles soluciones y eso, esencialmente es ir contra los privilegios de los que todavía gozan los hombres solos por haber nacido hombres.
Sin embargo, al reunir en los años electorales a todos los partidos, sin excepción, se acercan a la teoría feminista para agarrar un puñado de votos. Pasadas las elecciones, de nuevo en el cajón la teoría feminista y de paso, todas las propuestas hechas en campaña. Siempre. Bien, seré generosa, casi siempre, pasa igual.
Después de las dos huelgas feministas de los años dos mil dieciocho y dos mil diecinueve algunas pensamos que algo podría cambiar para mejorar la vida de las mujeres. Creímos, de nuevo, en algunas promesas electorales, pensando que el potente mensaje había calado entre las izquierdas de nueva y vieja cuña. Olvidamos que el machismo, en todas sus formas y manifestaciones continuaba bien vivo y con mucha fuerza regeneradora.
De nuevo la traición de la izquierda al feminismo reunió en forma primero de lenguajes y después de imposiciones. Y de todas las izquierdas tanto de las clásicas como de las más modernas que venían a cambiar el mundo. Y efectivamente le han cambiado, pero para peor. Al menos para las mujeres.
De la derecha y la ultraderecha podemos esperarlo todo porque el machismo lo llevan al ADN, pero de la izquierda se esperaba algo más, pero han demostrado, en cuanto a los derechos de las mujeres, que son más de lo mismo cuando tocan poder por mucho que se autollamen el gobierno más feminista de la historia.
Hace unos días leía en un periódico de tirón estatal un estudio del que han ido a parar el dinero destinado a Pacto Contra la Violencia de Género. Y la verdad es que da pena ver cómo el equipo dirigente del Ministerio de Igualdad ha destinado ese dinero que tanto costó conseguir.
Hoy en día sólo al meter el logo de identificación, ya es suficiente. No hace falta que la actividad en cuestión tenga relación con la prevención de las violencias machistas que era por, donde al menos en teoría, estaba destinado ese dinero.
Da igual que vaya destinado a hacer sensibilización o proselitismo de cualquier asunto aunque no tenga nada que ver con las violencias machistas como lo son los temas relacionados con la ley trans, por ejemplo.
Y ahora todos los partidos sin excepción nos pedirán el voto a las mujeres porque seguramente habrán incluido en sus propuestas electorales temas que el feminismo clásico y radical lleva a su agenda desde hace décadas pero todavía no están solucionados.
Temas como abolición de la prostitución y de la pornografía, la educación emocional y afectivo sexual en las escuelas para evitar que las violencias machistas estén a la orden del día, planes específicos para actuar frente a estas mismas violencias contra las mujeres, etc. temas vitales para más de la mayoría de la población que somos las mujeres y de los que sólo se acuerdan en las campañas.
Si tuviéramos que valorar la legislatura que ahora acaba con respecto a los derechos de las mujeres, podríamos decir sin miedo a equivocarnos que, con la aprobación de algunas leyes como la ley trans, las mujeres, claramente hemos salido perdiendo. Una vez más.
Y ahora, de nuevo, buscarán los temas de la agenda feminista para conseguir un puñado de votos. Y, de nuevo, seremos las mujeres feministas las que debemos decidir a quién votar, porque debemos hacerlo por respeto a todas las que lucharon porque hoy disfrutamos de ese derecho.
Votar, votaré, pero por primera vez no sé si validaré opción política alguna o haré voto nulo.