Agrupación Ateneísta de Estudios sobre la Mujer Clara Campoamor
“Para Clara Campoamor el Ateneo de Madrid fue su segundo hogar. ¿En qué medida influyó el Ateneo en Clara? Probablemente más de lo que se piensa, porque este lugar ha sido una cantera para políticos y oradores ” , escribía Luis Español Bouché en la introducción del libro La revolución española vista por una republicana.
Campoamor ha dado nombre a la Agrupación Ateneísta de Estudios sobre la Mujer, de la cual María Teresa Arias es su presidenta.
Reflexiones sobre las máscaras y los pseudónimos
María Teresa Arias como historiadora ha escrito La aventura ultramarina de Flora Van Meerck, entre otras obras históricas. Además es experta en género. Celebró una conferencia el día dos de febrero, acompañada por Delfina Mieville Manni, socióloga y directora de Mekare. Ambas mujeres pronunciaron una lectura titulada Disfraces, Pseudónimos y Mujeres, ¿Máscaras de apariencia y/o fuentes de poder? Reflexiones en torno a la cuestión.
Para María Teresa, la mujer ha sido desposeída de su genio creador. “Se ha cohartado el genio creador de la mujer o se ha escamoteado, como si fuera obra de sus parientes varones”, dijo.
Entonces desde nuestra perspectiva, que trata de enfocarse en la cultura y la historia, es importante destacar a qué se refería María Teresa. En concreto, mencionó el nombre de María Lejárraga.
Quien no tuvo reparo en aportar su talento a la causa de su marido, sin que se llevara el mérito ella misma.
La mujer y su arquetipo
La conferencia continuó por la senda que había abierto María Teresa Arias. Entre las causas, en su opinión, para la pasividad de la mujer, en el terreno de la creación literaria, intelectual, aventurara y profesional, mencionó “existen mujeres convencidas del arquetipo, también se da el grupo no convencido pero refugiado en él para evitar problemas, por último están las mujeres convencidas de su maldad y finalmente las que son luchadoras y van con su nombre”.
La historiadora se refería así a la cuestión. El arquetipo: la maldad de la mujer, su inferioridad.
En el terreno de la literatura, Delfina Mieville y María Teresa Arias rompieron una lanza por aquellas mujeres que emplearon un nombre masculino, para ser leídas. Si bien, María Teresa destacaba “urge verficar las motivaciones que tenían al usar las máscaras”.
Nos explicó algunas vidas bien conocidas. Así, algunas mujeres que han utilizado máscaras en la literatura:
George Sand
Su verdadero nombre era Aurore Dupin. La escritora comenzó a vestirse de hombre, para tener mayor libertad de movimiento, pues por su condición femenina, no estaba bien visto que frecuentara según qué lugares. La suya, era una moda inaudita para el siglo XIX, donde las clases altas se regían escrupulosamente por los códigos sociales.
Isaak Dinesen
De nombre Karen Blixen, su caso fue una historia de amor, se enamoró de Denys Finch Hatton, con cuyo nombre, compondría un juego de palabras que resultó ser Isaak Dinesen, tal y como se cuenta en su museo en Rungsted, Dinamarca.
María Teresa Arias desveló el nombre de Enriqueta Fávez, saliendo del área de las letras. Otro caso curioso.
Enriqueta Fávez
Enriqueta Fávez practicó la medicina e incluso sirvió en el ejército de Napoleón antes de que su verdadera identidad fuera descubierta. Su extraordinaria historia fue documentada en un nuevo libro, según apuntó el historiador cubano Julio César González Pagés, con motivo del lanzamiento de su libro titulado ‘Por andar vestida de hombre’. “Ella no sólo tuvo que luchar por el pobre y ocultar su identidad, sino también tuvo que luchar contra ella misma por su propia identidad. Esto fue probablemente lo que la hizo tan fuerte”, subrayó en aquel momento González Pagés.
Y más alejado aún de la literatura, de la medicina, está la salvaje y proscrita piratería.
Anney Bonny y Mary Read
Temibles mujeres piratas, vestidas como hombres, que bien podrían haber nacido de la imaginación de Hugo Pratt, en las aventuras de Corto Maltés. Se dedicaron a estos menesteres durante los primeros años del siglo XVIII.
Finalmente María Teresa Arias y Delfina Mieville concluyeron su conferencia y nos dejaron con una reflexión sobre la literatura. “Escribir es evitar la discriminación. Romper las barreras del espacio interior, salir a lo público. No ser juzgado por el exterior. No obstante la palabra es producto de un bagaje cultural, puede ser arriesgado expresarse con ellas. Pero la escritura se da cuando hay una capacidad, una posibilidad y sobre todo una necesidad”.
El negocio de las letras
María Teresa Arias, en su condición de escritora quiso comentarnos ya al final de la conferencia que a menudo en el ambiente cultural actual, se mira con cierta condescencia a la mujer que escribe, como si fuera una proeza. Semanas después hemos podido comprobar coincidencias en un escrito firmado por Inmaculada Lafuente, en el blog Mujeres en El País; Inmaculada escribía “lo que parece claro es que incluso en un terreno tan libre como el de la creación literaria, las mujeres leen y escriben mucho, pero eso no les lleva a publicar a la par que los hombres ni a que sus obras se reseñen en igualdad de condiciones“.
Como Inmaculada Lafuente escribió “quizás no es ajeno a este hecho el que el Premio
Nacional de la Crítica en narrativa castellana, creado en 1956, sólo se haya concedido en cincuenta años a dos mujeres, a Ana María Matute y Elena Quiroga “.
