Es sorprendente que, a pesar de los innumerables y fogosos poemas de amor dedicados a Susan de parte de Emiliy Dickinson, y de la voluminosa correspondencia que existió entre ambas, la relación de las dos mujeres no exista en la película de Terence Davies.
Mientras que, en cambio, nos la muestra sufriendo por la marcha de la ciudad de uno de los reverendos.
Me ha sorprendido que Terence Davies eligiera para su película sobre Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830-1886.) el título de “A Quiet Passion”, cuando los sentimientos y las emociones que invadieron la vida de la gran poeta norteamericana no fueron, precisamente, ni tranquilos ni pacíficos.
“A Quiet Passion” (traducida al castellano por “Historia de una Pasión”), nos muestra, -muy bien interpretada por Cynthia Nixon-, una Emily Dickinson rebelde y doméstica, atormentada y triste, sin erotismo alguno; que escribe poemas no comprendidos por sus editores, y a quien solo le importa su familia.
Sin embargo, la mujer que palpita tras los poemas y las cartas de Emily Dickinson está embriagada de amor y sensualidad; siente el puñal de los celos, la herida del rechazo; la furia de la desesperación. Es una mujer cuya vida transita entre dos grandes pasiones que le incendian el corazón y le electrifican el alma: La Poesía y el Amor. Un amor ardiente, al parecer correspondido, por Susan Huntington Gilbert, amiga primero y cuñada después, cuando Susan se casa con Austin, hermano de Emily.
Es sorprendente que, a pesar de los innumerables y fogosos poemas de amor dedicados a Susan, y de la voluminosa correspondencia que existió entre ambas, la relación de las dos mujeres no exista en la película de Terence Davies. Mientras que, en cambio, nos la muestra sufriendo por la marcha de la ciudad de uno de los reverendos.
En el siglo XIX podría comprenderse que se mantuviese velada la relación de Emily con Susan, pero en el XXI no se pude hacer una película sobre Emily Dickinson sin que la pasión entre las dos mujeres, que recorre toda su obra literaria, no esté en primer plano.
Como he dicho antes, “A Quiet Passion” es una buena película desde el punto de vista cinematográfico, pero la Emily Dickinson que nos presenta nunca podría escribir:
¡Arder en Oro – y
Enfriar – en Púrpura!
¡Brincar – como Leopardas al cielo-
Luego – a los pies del viejo Horizonte-
Acostar su cara moteada – para morir!