OPINIÓN
Cuando el presidente de la COP26, Alok Sharma, al escuchar la decisión de China e India de retrasar la eliminación del uso del carbón respectivamente al 2060 y 2070, abandonó su proverbial calma británica para llorar sin reparo, muchos pensaron que el destino de la Tierra estaba marcado.
Un video del PNUD mostró un dinosaurio invadiendo la Asamblea de las Naciones Unidas, para alertar sobre el riesgo de una nueva extinción, esta vez la de la especie humana, y no por un asteroide, sino por sus propias acciones.
“Esta COP ha sido un flop total”, comentaron los miembros de Friday for future y los de Green Peace, decepcionados como el mundo científico de Nature… Pero se puede rescatar algo, rebate el WWF, entre otros, con santa paciencia. Se han dado pequeños pasos, dicen. A ver.
Muchas eran las expectativas. La primera, la de justicia climática. Por ejemplo, ¿no es una obligación moral, para la ex potencias coloniales, ayudar África, que es uno de los territorios más afectados por el cambio climático, a pesar de contribuir con solo el 3% a las emisiones de carbono?
Claro, “No problem”, afirmó Boris Johnson generosamente, inaugurando la COP26 en Glasgow. “Tenemos ideas, tecnología, y bancos”. Pero, curiosamente, es desde 2009 que los G20, han prometido 100 billones de dólares al año para financiar la adaptación al cambio climático en el mundo, sin mantener las promesas, mientras desde 2015 gastaron más de 3000 billones de dólares para sostener los combustibles fósiles (datos del Guardian).
También el dinosaurio protagonista del video transmitido en la COP26 se ha preguntado si no hubiera sido mejor destinarlos a eliminar la pobreza. Algo se ha movido solo en 2019, destinando 80 billones, de los cuales 20 para la adaptación climática, y apenas 7 a los países pobres. Pero ojo, el grueso de esta cifra está en préstamos, a devolver con intereses. Bingo para el G20.
¿Alguien se siente orgulloso/a, en este momento, de pertenecer al grupo de los países industrializados, que después de haber contaminado sus territorios en la revolución industrial, acumulando C02 en la atmosfera, (no lo sabían, se dirá) y saqueado los recursos de otros continentes, (y lo sabían, se dirá) se han volcado con entusiasmo a la riqueza financiera, y han jugado a someter los países pobres no más a través de colonias formales, sino a través del mecanismo de la deuda externa, también dicha “deuda eterna”?
Y ahora Reino Unido, Unión Europea, Australia y Estados Unidos no dudan en destinar cada vez más recursos para blindar sus territorios frente a la migración forzada de prófugos que dejan tierras secadas por el cambio climático, u otros que dejan países devastados por tratar de “llevarles la democracia”. Mientras otras naciones algo reacias a la democracia los usan como rehenes para asustar Occidente, y al paso les dan una ducha helada con hidrantes, dejándolos morir de frío en sus bosques. Así que… ¿estábamos hablando de justicia climática? Pero nos resulta perdida en las nieblas de Avalon.
Otro tema. No se avanzó en la protección de quien sufre la invasión del mar, como los de Tuvalu, en el Océano Pacifico. Un representante de las islas, Steve Paeniu, mostró la foto de sus tres nietos. ¿Qué será de ellos en un próximo futuro? Inscríbanse a una plataforma ad hoc, se le respondió. Por si a caso. Hay plataformas para todos los gustos. Y cuando los peces nadarán entre las teclas, yaaa veremos. Pero ellos se han plantado (¿qué les digo a mis nietos?) y se ha formado un frente de 120 países de África, Sur Este asiático y de las islas del Pacífico que piden apoyo para adaptar sus infraestructuras. No tienen todavía dinero en la mano, sino unas promesas un poco más firmes. Algo es algo.
Pero, ánimo, hay también cosas buenas. Un acuerdo firmado por 110 países impone terminar con la deforestación ilegal entro el 2030. Sin embargo el Panel Científico para la Amazonia, avisa que no es suficiente, porque en la zona sur algunas áreas ya están cerca al punto de inflexión, que corresponde al 20-25% de la superficie total deforestada, más allá del cual la floresta se vuelve irremediablemente una sábana.
Ahora estamos en el 17%. Para deforestarla más rápidamente, se está usando en Mato Grosso, también el famoso “agente naranja” que arrasó con la vegetación del Vietnam, y otro agente químico prohibido en USA, mientras desde la Unión Europea, según denuncia Le Monde, llegan a Brasil agrotóxicos prohibidos aquí. ¡¡¡Necesita una moratoria YA, no más adelante!!!, insiste el científico brasileño premio Nobel, Carlos Nobre, que ha explicado como la selva amazónica tiene una enorme importancia en la estabilidad climática del planeta, por producir, a través de la transpiración de las hojas, “ríos voladores” de humedad que favorecen las lluvias. En Brasil se ha creado un Climate Action Hub, una hub de empresas con neutralidad carbónica, pero sin la participación de las poblaciones indígenas, acechadas por una tóxica modernidad por todos lados, y debilitadas por la pandemia.
Indudablemente positivo en la COP ha sido el hecho que se han fijado transparencia y periodicidad de las actividades del mercado del carbono, antes sujeto a las trampas del green washing, y que se haya formado un frente de 100 bancos centrales en el Network for Greening the Financial System, que quiere movilizar recursos financieros para la transición verde.
La nota más dolorosa para la Tierra, que hizo llorar Alok Sharma y todos nosotros/as, es la decisión de India de dilatar hasta el 2070 la disminución del uso del carbón, mientras se van construyendo nuevas centrales en China y Rusia. No podemos despedir de un día al otro 270.000 trabajadores, explicó Modi, tajantemente.
También Biden parece no estar apurado, y a pesar de tener planeado un ambicioso plan de transición energética, 4 días después de la COP dio el permiso para nuevas exploraciones petroleras en el Golfo de México. Una buena señal es que China e Estados Unidos han formado un acuerdo para ayudar China a reducir las emisiones de metano, mucho más dañinas que las de CO2. Y en Europa se está por dar vida al gran plan de Transición verde, cruzando todos los dedos para que se usen bien los recursos.
Frente a estas movidas contradictorias, los países más virtuosos (que, como se ha visto, no existen) tienen dos posibles actitudes: una, “Bueno, el planeta está jodido, ¿por qué me debo esforzar yo a salvarlo? Seguiré tratando de mantener mis comodidades, pase lo que pase. Dicen que Jeff Bezos organiza viajes para Marte. El último que se va de la Tierra apague a luz”. Dos: “Tendré que redoblar esfuerzos para mantener a raya el desastre que se viene.
Será como luchar en una cáscara de nuez en el medio del océano, pero quien sabe, dicen que en el océano cada gota importa. Y gotas, personas, somos muchísimas en el mundo. ¿Lo intentamos?” No falta quehacer, pues para alcanzar la neutralidad carbónica en 2050, será importante reducir o eliminar los factores contaminantes, como la agricultura intensiva, modificando la alimentación, el sistema de la movilidad urbana, el trasporte aéreo y marítimo.
Ya desde ahora hay mentes brillantes que esperan solo encontrar oportunidades para difundir ampliamente sus inventos. En Barcelona en “Novameat” el bio ingeniero Giuseppe Scionti, con el apoyo de Esther Plans y la chef Lucia Gutierrez ha producido un bisteck jugoso, el primero en el mundo en 3D, ensamblando moléculas vegetales. No vale la pena utilizar el 70% de las tierras en el planeta para unas pocas proteínas, no hay proporción, afirman. Y en 2050 la población mundial alcanzará los 10 billones de personas. Deberá haber necesariamente un cambio en la cadena alimentaria.
“Ni hablar, comenta mi vecina Elisenda, a mí nadie me va a quitar mi jamón de pata negra. No me verás comer hormigas crujientes o algas, y esta carne verdaderamente falsa o falsamente verdadera, no sabría decir, no me convence”. “Si supieras lo que contienen las hamburguesas de las grandes cadenas, correrías como el infierno” le rebate su compañero Ferran.
Sigue la investigación, con crecimiento de los mercados de proteínas vegetales en Estados Unidos o Israel, mientras se desarrollan también producciones verticales de verduras, en ambientes cerrados, sin uso de químicos y ahorrando mucho espacio. No faltan huertas hidropónicas submarinas, y otros interesantes experimentos.
En fin, lo que las mediocres conclusiones de la COP nos sugieren es que es el momento de activar todas las energías posibles, en lo público y el privado, la sociedad civil, las instituciones, trabajando en sinergia para llevar a cabo las transformaciones que nos pide a gritos la Tierra. Pues todos los cambios no necesariamente son una pérdida, pueden ser una oportunidad. Confíalo, Elisenda.
Para tener más información sobre las jornadas escucha esta crónica de Georgina Pujol en TV3:
“Les expertes denuncien que aquesta edició de la COP és de les menys inclusives.”