Reflexionando sobre pandemias con Simonetta Pirazzini, una ginecóloga experta en medicina pública, y una larga trayectoria de trabajo internacional.
“Para muchas personas es la primera vez que pueden parar un ritmo frenético y tener ratos de silencio, para pensar. Y pensemos, entonces”, nos dice sonriendo Simonetta Pirazzini, que lleva en su mochila experiencias sanitarias en Palestina, Uganda, Cina, India, Africa Subsahariana, Perú y Brasil.
“Para mí, en cambio, el silencio no es una novedad. He sido hija única de padre y madre también hijos únicos, al terminar la universidad decidí dejar el novio y dedicarme a curar mujeres y niños en el mundo.
¿Por qué mujeres?, no necesita explicarlo.
Porque viven en condiciones de inferioridad casi en todas partes, a pesar de trabajar a veces el doble que el hombre, dentro y fuera de la familia, y es vital darles más dignidad e importancia, cuidando su salud.
Fueron trabajos duros en situaciones a veces extremas. Me encontré con todas las enfermedades más comunes en África, sarampión, difteritis, meningitis, malaria, enfermedades respiratorias, SIDA, cólera, solo me faltó el ébola. Trabajaba en proyectos que implementaban sistemas de prevención sanitaria, y a veces hospitales, como en Uganda. Vi el éxito de las campañas de vacunación. Vi que la organización de las comunidades en temas sanitarios, incluyendo también los conocimientos de su cultura ancestral, era tan importante que poder contar con hospitales para los casos más graves.
Pero en general la presencia occidental en el resto del mundo ha arrasado con las culturas autóctonas, haciendo daños enormes. Me dolió profundamente ver en la Amazonía la destrucción ambiental provocada por la extracción del oro, que conlleva la trata de chicas prostituidas, y la explotación del trabajo de chicos, que aguantan soñando algún día una moto. Ver sabios ancianos y ancianas que ya no son escuchados. Estamos difundiendo valores que exaltan la prepotencia, el consumismo desenfrenado, el éxito basado en el dinero a toda costa.
¿Y alguna satisfacción?
Muchas, no hay espacio aquí para contarlas. En China, donde trabajé en tres oportunidades entre 2002 y 2009, aprecié la seriedad y compromiso de la una vice ministra de salud, muy atenta al tema de la prevención sanitaria. He visto grandes mejoras en las condiciones higiénicas en el campo. Pero nos estamos dando cuenta en el mundo que la producción industrial de la carne, con animales hacinados en criaderos en zonas deforestadas para dar lugar a grandes ciudades, está llevando a la difusión de epidemias entre los animales, y a veces al salto de los virus, (zoonosis) a los seres humanos. Un gran problema.
¿Entonces, qué?
Entonces está claro que un análisis feminista debe ayudar a ver la conexión entre un modelo de producción y consumo que engloba las mujeres como fuerza de trabajo con sueldos inferiores en los países más avanzados, o bajísimos en los países “emergentes”, con los problemas ambientales que conlleva. Con el comercio de armas, la militarización de la sociedad, las guerras como medio de dominación geopolítica, que son otras caras de la dominación masculina, el patriarcado.
No podemos mirar pasivamente como se derriten el Ártico y los glaciares, los océanos suben peligrosamente de nivel, se extinguen rápidamente millares de especies, preparando un futuro aterrador para las nuevas generaciones. La crisis ambiental produce 8 millones de muertos al año, mucho más que el Covid 19, ¿alguien los menciona? Pero nuestros gobiernos se resisten a dejar de producir carbón y petróleo, haciendo una decidida transición a las energías renovables.
“En Italia, en la emergencia por Coronavirus, se bloquea la venta de papel y lapiceros para los niños, pero se siguen pagando los F35, tremendos aviones que llevan armas nucleares, considerados “estratégicos”.
¿Si veo elementos para creer que se produzca un salto de conciencia colectivo?
Por cierto, ya hay en el mundo todas las respuestas a los problemas mencionados. Brotan en desiertos, en periferias urbanas, en escuelas o laboratorios, inventos sorprendentes sobre todo cuando, poniéndose en red, van a fundirse con las grandes corrientes de transformación que se están dando, contra vientos y mareas, en el mundo. Algunas las señalan investigadores como Naomi Klein, Vantana Shiva, Malala o Slavoj Zizek, pero es algo que también la mayoría de nosotras siente reales, y fuertes, como una lava interior.
Son “simplemente” estas:
-Solidaridad global y colaboración entre países, son la única vía para salir del caos. Ya no es tiempo del orgulloso y mezquino “Primero Nosotros”, afirmado y difundido por varones narcisistas.
– Los gobiernos tendrán que implementar sistemas sanitarios más eficientes, formas de rentas básicas garantizadas, (en un mercado del trabajo cada vez más volatil), redes de transportes públicas (Johonson estaba nacionalizando temporalmente los ferrocarriles, Trump ordena qué producir a industrias privadas), más apoyo para el cuidado de todos los miembros de la familia, desde los niños a los ancianos, sin dejar la tarea en las espaldas de las mujeres.
Tenemos tiempo de pensarlo, y volvernos parte activa del cambio.
¿Lo lograremos?
The answer my friend, is blowing in the wind, cantaba Bob Dylan. Quien sabe, el camino se hace andando, decía también Machado. Y “si el miedo, (el pesimismo, el desánimo) tendrá siempre más argumentos, tú escoge la esperanza”. Lo afirmó, hace casi dos mil anos, el anciano Seneca, en el imperio oscuro de Nerón. Sigue siendo válido”.