Prejuicios, agravios y burlas han marcado, desde la sociedad, la vida de las personas transexuales. Incomprensiones y rechazo no les han faltado tampoco a muchas en el ámbito familiar; mientras la ciencia, con su mirada biologicista, ha sido a veces insuficiente para ellas.
Se trata de un dilema universal para quienes pertenecen por nacimiento a un sexo, pero se sienten de otro y, en algunos casos, necesitan someterse a operaciones de reasignación sexual para armonizar cuerpo y alma, y recuperar la paz.
Más que “ponernos a averiguar por qué son así”, hay que “pensar en cómo apoyamos a estas personas”, sostuvo recientemente en La Habana la sexóloga Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), al referirse a quienes en Cuba se acercaron a esa institución con demandas como poder cambiar sus genitales o ser reconocidos socialmente con una nueva identidad: llamarse, por ejemplo, Juana en lugar de Juan.
Aunque la discusión de estos temas comenzó en el campo científico y académico con un enfoque bionormativo y biologicista; la práctica, la realidad social y, sobre todo, estar en contacto con las personas que tanto sufren por estigmas y estereotipos también aporta una mirada más social y basada en los derechos, señaló Castro durante el coloquio “Políticas públicas e identidades de género”, realizado el 23 de enero bajo la convocatoria del Cenesex y la embajada de Francia en La Habana.
Pero donde a veces la ciencia demora, porque investiga, comprueba y norma, otros ámbitos canalizan y proyectan al espacio público estas historias en pugna que tanto necesitan expresarse y ser comprendidas.
En la cultura cubana contemporánea, el teatro ha sido uno de estos espacios de avanzada, en particular las visiones y puestas vanguardistas del grupo de teatro El Público, que dirige Carlos Díaz.
Bajo su batuta, los actores suelen jugar en escena con el travestismo y otros recursos para demostrar que “el género es una ilusión discutible”, “puede recomponerse de muchas formas” y no pocas veces “es solo un pretexto en el que nos escudamos para no revelar lo que auténticamente somos”, al decir de Díaz, quien también intervino en el coloquio.
“Oponernos a posturas retrógradas, buscar el reverso de ciertos secretos, proponer al público que vea algo que tal vez rechazaría fuera de las tablas, pero que al mismo tiempo le hará reaccionar ante ese fenómeno cuando regrese a la calle, es uno de nuestros objetivos”, sostuvo Díaz en referencia a El Público, compañía teatral en cuya poética es habitual que mujeres y hombres representen papeles femeninos y masculinos en la escena.
Si bien esa no es la única apuesta en la dramaturgia cubana, espacio donde “las cuestiones de género se debaten con una intensidad que falta en la televisión y nuestro tímido cine”, todavía “nos queda mucho que hacer para borrar la homofobia, que es una actitud demasiado arraigada”, o al menos “para ponerla en crisis y denunciarla”, agregó Díaz.
Las propias reacciones en las salas, que van “del escándalo a la fascinación”, hablan aún de un tema que necesita del debate público.
Para el francés Alexandre Jaunait, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Poitiers, el acento fundamental no está puramente en las normas, sino en la comunidad trans en sí misma, como fuerza colectiva enfocada a crear nuevas normas.
Al intervenir en el coloquio, Jaunait precisó que los cuestionamientos actuales de la crítica transgénero distan mucho de la primera generación trans, pues no se interroga sobre el sexo de la misma forma y pone en tela de juicio el concepto binario de género.
Explicó que su país vive actualmente la paradoja de un sistema que apoya el proceso de transformación trans y la existencia de personas, instituciones religiosas y las fuerzas de derecha que se manifiestan en contra del matrimonio de personas del mismo sexo y la posibilidad de acceder a los derechos de familia.
Más allá de sus contextos específicos, especialistas de Cuba y Francia se expresaron igualmente a favor de que la transexualidad no sea considerada una enfermedad, como todavía se le contempla en manuales médicos vigentes.
Términos como patología, diagnóstico, tratamientos o enfermedad son puestos a diario en tela de juicio por la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros,) así como por determinados grupos políticos y de poder, todos desde diversas perspectivas.
“A mí no me gusta hablar de diagnóstico”, sostuvo a SEMlac Mayra Lauzurique, especialista del Cenesex con más de una década de trabajo con personas transexuales. No es menos cierto, sin embargo, “que a pesar de la lucha por despatologizar la transexualidad, en algunos sectores médicos y manuales se continúa hablando en términos de diagnóstico y trastorno mental”, recalcó.
Lo que comenzó siendo, en el caso cubano, un grupo de atención que comenzó a dar respuesta a las demandas de las personas trans, desde la década del setenta, se ha convertido en una estrategia institucional que incluye acompañamiento, capacitaciones y el protocolo para acceder a las operaciones de reasignación sexual, entre otros aspectos.
Entre los beneficios a la comunidad trans cubana están la atención a los procesos y cambios corporales incluidos en los servicios de salud pública que garantiza el Estado cubano. Esta atención es importante por los riesgos que corren desde el punto de vista físico y también por la necesidad de un acompañamiento psicológico.
“Yo tengo mi opinión personal, pues no creo que ningún médico tenga que venir a evaluarme y decirme quién soy”, aseguraba a SEMlac la activista trans Malú Cano. “Ahora bien, es una realidad que el diagnóstico beneficia porque te reafirma en lo que eres y muchas personas logran comprender lo que sientes”.
Cano agradece la existencia de una comisión donde hay especialistas que orientan, apoyan y acompañan. “Pero esos criterios no serían una camisa de fuerza, quedarían en nuestras manos las decisiones pertinentes”, sostiene.
Una de las demandas aún insatisfechas para las personas trans es poder acceder a un cambio de sus documentos de identidad sin tener que pasar por el proceso quirúrgico de reasignación sexual, algo que no a todas les interesa hacer.
“En realidad perdemos más de una oportunidad en la vida por el hecho de que nuestros documentos legales no se corresponden con nuestra imagen, es algo muy chocante para las personas y para nosotros es muy vergonzoso”, abundó Cano a SEMlac.
Desde 2010, parte de la comunidad trans y expertos de la Sociedad Cubana de Estudios Multidisciplinarios de la Sexualidad (Socumes) y el Cenesex se han sumado a la campaña mundial por la despatologización trans, que ha pretendido infructuosamente sacar a las transidentidades del manual de clasificación de enfermedades mentales, DSM-V, a publicarse en 2013.
“Creemos que es la sociedad la que está patologizada, no las personas trans”; afirmó Mariela Castro durante el coloquio. “Sí nos importa que estas personas tengan cultura, conocimientos, que conozcan las leyes y sus derechos, que participen en los procesos y sean tenidas en cuenta. Que no sean manipuladas y sí escuchadas”, afirmó.