OPINIÓN
El premio Cervantes nunca me ha sido simpático por esa cosa que tiene de considerar el castellano la única lengua del Estado que merece ser premiada, pero que se lo den a Cristina Peri Rossi me hace estallar de alegría.
Celebro como si fuera conmigo (en parte, sí va) que, por fin, se reconozca el compromiso literario de una autora apasionada y rebelde que, además, es maestra y amiga.
Allá por los años 80, una pipiola aspirante a escritora fue con su libretita bajo el brazo a Casa América Catalunya, cuando todavía tenia la sede en la calle Buenos Aires, donde una mítica escritora uruguaya de nombre Cristina Peri Rossi impartía un taller de escritura. En aquel entonces, ese formato era aquí una novedad importada de Latinoamérica. La sala estaba llena a rebosar y ella, subida a una tarima a guisa de escenario, tenia algo de mesiánico. Todavía conservo aquella libreta y no necesito abrirla para recordar algunas de las frases que más me impactaron. Nadie antes me había acercado a la literatura de aquella manera; nadie me había hablado de la relación erótica-neurótica del escritor/a con las palabras, con el lenguaje; de la conexión lúdica que se establece entre ellas; nadie me había dicho que las palabras tienen aura y, a continuación, me lanzaba esta implacable imagen de Octavio Paz: “Las palabras como pericos en celo”.
Cristina Peri Rossi. Fotos @PeriRossi
De aquel taller multitudinario salió otro más reducido, montado por una profesora de secundaria que, si no recuerdo mal, nos consiguió un aula en el instituto Emperador Carles. Allí coincidí con la poeta Teresa Shaw y con Laura Freixas, entonces editora de Espejo de Tinta (Grijalbo), con quien no he perdido el contacto. Todo un lujo. El otro día, cuando leía su artículo Mi Cristina en Clásicas y Modernas, no pude evitar emocionarme recordando los viejos tiempos.
Mas tarde, además de maestra, la Peri (o la Peligrossi, como solemos llamarla con un guiño) se convirtió en una amiga con quien compartir momentos mágicos, sobre todo, cuando me explicaba su huida de Montevideo después del golpe de estado, su profunda y aventurera relación con el escritor Julio Cortázar o sus innumerables y siempre literarias aventuras amorosas.
Cristina Peri Rossi y Julio Cortazar. Fotos @PeriRossi
Cristina es entrañable, es una de las más grandes, es única y se merece ser una de las escasas —como es habitual—, ganadoras de un premio importante (el Cervantes solo se ha concedido a 6 mujeres en 41 ediciones). Y casa a la perfección con ella que haga moverse a la monarquía para que se lo entreguen. Cuando el autor o autora ganadora no puede ir a recoger el galardón es la realeza quien se desplaza para dárselo. ¡Así me gusta!
Cristina Peri Rossi hace tiempo que está flojita de salud, espero que no haya sido esta circunstancia un mérito para su candidatura al Cervantes, ya sabemos que el reconocimiento oficial suele despertarse más bien tarde; porque su calidad literaria y su “envergadura capaz de plasmar su talento en una pluralidad de géneros” y todas las alabanzas, que ahora dice de ella la prensa, ya las tenía hace un buen rato.
Escribo este artículo con una única intención: que ella lo lea y reciba mi agradecimiento público por todo lo que me ha enseñado, por todo lo que nos ha dado y por gozar de su amistad. Hace tiempo, mucho tiempo que no la veo, pero de tanto en tanto hablamos por teléfono y siempre hay espacio para alguna anécdota, la última: que después de agradecerle al ministro Iceta la notificación del premio, le aseguró que de ninguna manera bailaría con él. Esa es, como dice Laura Freixas, nuestra Cristina.
Me muero de ganas por escuchar su discurso cuando recoja el premio. Seguro que será histórico.