Anoche mientras cenaba, casi se me atraganta el bocado al ver un anuncio de una crema para la cara en la que la protagonista afirmaba que como mujer podía hacer varias cosas a la vez, ya que era compañera madre y trabajadora, y que había encontrado una crema que también podía hacer, como ella, varias cosas a la vez.
Obviamente voy a omitir la marca de la crema.Alucinada me quedé al ver cómo el patriarcado se transmuta en sus formas para continuar reforzando su alianza con el capitalismo, con el objetivo de seguir vendiendo.
No es la primera ocasión en que observo en cómo la gente que se dedica a la publicidad usurpa parte del discurso feminista revistiéndolo de música y glamour para llevarlo a sus intereses, que son los de vender los productos en cuestión y que “casualmente” siempre son productos destinados a ser consumidos por mujeres-diseño, ya que éste es el modelo patriarcal.
Son productos con cero calorías, cremas para la cara o tortitas de maíz con sabores fantásticos que ha preparado un cocinero guaperas que está de moda. Como vemos, todos ellos destinados a mantener cánones de belleza, figura y, por supuesto, para seguir siendo deseada por ellos.
Las modelos que protagonizan estos anuncios no son mujeres mayores, gruesas, con discapacidades o diversidades funcionales, en definitiva, mujeres normales. No, todas ellas son las mujeres deseables por el patriarcado y que deben mostrarse como modelos a seguir. Modelos artificiales que llevan a muchas niñas y no tan niñas por caminos tortuosos de problemas alimentarios para llegar a ser este tipo de mujer.
Y esto sólo en cuanto a las formas de la publicidad. Si nos vamos al fondo es aún peor, ya que al intentar usurpar el discurso feminista, lo quieren mercantilizar y de alguna manera arrebatarle su parte más reivindicativa.
Olvidan esta gente de publicidad que, aparte de ser “madres, compañeras y trabajadoras “, somos personas únicas y con derechos propios. Pero esta es la esencia patriarcal: desnudar a las mujeres y a las niñas de nuestra condición de personas para convertirnos en objetos de consumo y para consumo de sus necesidades patriarcales. Somos o debemos ser mercado para consumir sus productos o para ser consumidas como carne en los prostíbulos, en las calles o en cualquier parte. De nuevo la alianza entre patriarcado y capitalismo.
En el anuncio en cuestión se hace del todo evidente cómo nos quieren: Madres, compañeras y trabajadoras. Se les “olvidó” que también nos quieren sumisas, calladas, solas y desarraigadas y siempre dispuestas a satisfacer sus deseos de todo tipo.
También “pasaron por alto” nuestra condición de mujeres libres, con autonomía, independientes, con derecho a la privacidad ya una vida propia más allá de lo que nos quieren imponer, combativas, con criterios propios y algunas, incluso feministas. Unos pequeños detalles que no les interesa mucho destacar, pero que están ahí.
Este modelo que pretenden vendernos por, supuestamente, modernizar esquemas, a algunas nos parece que es más de lo mismo pero con este matiz de actualización que, además, pretende integrar reivindicaciones de las mujeres en el discurso globalizador y comercial que viene siendo la publicidad. Integrarlo, por menospreciar y destruir como ya hicieron con otros discursos.
A algunas no se nos escapa que la intención de volvernos a cosificar, hacerlo ahora desde una posición algo menos doméstica y más pretendidamente reivindicativa, no es más que otra herramienta patriarcal para mantener las cosas como están, sin demasiados cambios. Para que nos puedan despreciar, más guapas y más delgadas. Para que nos puedan explotar más pero con menos arrugas. Para que nos puedan asesinar con la piel más hidratada o nos puedan violentar de cualquier manera con una piel más lisa también. Pero eso sí, sin voz propia ya ser posible solas, porque los pactos de mujeres deben ser impedidos toda costa. De ahí que en el anuncio siempre se hable en singular y nunca en plural.
Las alianzas femeninas siempre han sido temidas, ya que la sosoridad termina apareciendo cuando entre nosotros comprobamos que sufrimos los mismos males y las mismas desigualdades. Por eso es tan importante para el patriarcado dividirnos y enfrentarnos, porque no conseguimos establecer un verdadero pacto entre las mujeres que perfore y destruya este acuerdo tácito entre ellos que, a pesar de su metamorfosis aparente, sigue buscando y consiguiendo de momento, la gobernanza total sobre toda la población mundial.
Despojarnos de forma sibilina de nuestra condición de personas libres es el objetivo nunca escrito de forma explícita pero presente en muchas decisiones que van desde el local hasta el global. Globalizar mercados y beneficios, pero no derechos de ciudadanía. Exportar productos y capitales, pero impedir a cualquier precio que nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y / o maternidades sea eso, un derecho universal que acabe con imposiciones incomprensibles.
De ahí la importancia de que en las movilizaciones de mujeres como la que se acerca el 7 de noviembre en Madrid seamos capaces de aparcar nuestras diferencias y buscar desesperadamente puntos que nos unan. Será una demostración de lo que somos capaces de hacer cuando anteponemos la nuestra condición de mujeres, feministas o no, a los mandatos patriarcales de separación y desunión.
Somos mujeres, somos personas. No sólo somos destinatarias para el consumo o para ser consumidas. Somos diversas y capaces de todo. Somos muchas y muy comprometidas. Somos mayores, jóvenes, con arrugas o sobrepeso, inteligentes, independientes, únicas, con derechos de ciudadanía que hay reivindicar. Somos (algunas) madres, muchas trabajadoras, otras compañeras o esposas, solteras, divorciadas, militantes por partida doble e incluso triple, creyentes o ateas, viajeras de vida y de espacios, amigas, amantes y queridas, combativas, etc. Pero sobre todo somos personas con derechos propios que, aunque pretendan arrebatarnos, se lo pondremos difícil al patriarcado.
Al menos esa es mi posición y en ella me voy a mantener, a pesar del cansancio que a veces provoca. Sentirse parte de grupos ricos y diversos de mujeres comprometidas siempre ayuda a vencer los naturales cansancios que aparecen. Descansar siempre, dejarse vencer nunca. Siempre hay una mano amiga en el momento justo. A esto se le llama sororidad y no entiende de distinciones entre mujeres. Aquí está mi mano también.