Quiero comenzar esta reflexión diciendo que no soy militante ni votante del PSOE, y que por tanto no pretendo tener que elegir entre las propuestas que tanto la candidata como el candidato a la secretaria general de este partido nos están lanzando. No es que no me interesen sus propuestas, es que pretendo entrar en otro espacio de reflexión.
Ante la expectativa de que, por primera vez, sea una mujer la que se siente a dirigir esta organización política, ya se han puesto en marcha los mecanismos para potenciar el “debate de las ideas” y, de nuevo han aparecido los discursos tan progresistas de “primero las ideas y después las personas”.
Quienes llevamos años de militancia en grandes organizaciones sindicales, políticas, etc, conocemos lo que este discurso encierra: Vayamos posicionándonos al tiempo que debatimos y, de ese modo, discretamente, mientras el conjunto de la organización discute las ideas, nosotros vamos poniendo los nombres de aquellos que nos han de dirigir.
Esta es una vieja estrategia que se puede camuflar de mil maneras pero en definitiva la esencia es esa. O lo que es lo mismo, defender el espacio simbólico heteroasignado a hombres y mujeres en donde el patriarcado, aunque de forma más amable, siga inmutable.
Ahora, con este momento político que se está viviendo en el primer partido de la oposición, nos encontramos con que, además, hay una mujer, Carme Chacón, la que pretende alcanzar la secretaria general de dicha organización política y, por supuesto, a las mujeres sutilmente, eso sí, se les exige que tomen partido entre sus posicionamientos feministas o los partidistas y es cuando aparece una de las viejas polémicas del movimiento feminista: El de la doble militancia en organizaciones y la feminista.
Ya se han escuchado voces de mujeres con una larga trayectoria feminista apostando por Rubalcaba por su incuestionable trayectoria política, por la claridad de su discurso, por su experiencia, etc… y me pregunto si no estamos, de nuevo atrapadas en el discurso de las ideas políticas por encima de la incuestionable solidaridad o sororidad, e incluso lealtad que nos debemos entre nosotras, las mujeres luchadoras que nos enfrentamos a todo este tipo de luchas internas en las organizaciones.
Carme se ha atrevido a cuestionar el orden de las cosas. O lo que es lo mismo se ha atrevido a cuestionar el patriarcado dentro de su gran organización y esto le puede costar su inmediato futuro político como lideresa, aunque, claro está, esto no se puede decir abiertamente y se disfraza con el debate “de las ideas” que ellos, los de siempre, han inventado.
A raíz de este asunto, en algunas redes sociales se ha ido discutiendo sobre el tema y me da mucha rabia puesto que se pretende hacer incompatible la militancia política y con el feminismo.
Y me da rabia, porque somos muchas las que ya no concebimos las políticas de cualquier tipo sin la aportación del pensamiento y la militancia feminista.
Las luchas cainitas por el poder y la falta de lealtad de las mujeres con las propias mujeres es uno de nuestros principales handicaps, puesto que de ello se ha encargado historicamente el sistema patriarcal en el que crecemos. ¿Por qué se nos exige tener que elegir entre esa doble militancia? O lo que es peor, ¿Porqué se cuestiona nuestra doble militancia?, ¿Acaso las mujeres no estamos dentro del mundo laboral y sindical comprometidas con la mejora de las condiciones laborales de las mujeres trabajadoras y, por tanto con una importante parte de la clase trabajadora?, ¿Acaso dentro los partidos no existe la defensa de la mejora de la calidad de vida de las mujeres en cualquiera de sus ámbitos y se proponen ideas para una igualdad efectiva entre mujeres y hombres que mejoraría considerablemente la calidad de vida de toda la población?, ¿Acaso desmontar el sistema sexista, patriarcal y androcéntrico en el que vivimos y que nos oprime no es un prioridad en el amplio concepto de justicia social?.
El orden establecido cuesta de cambiar, puesto que si alguna característica tiene el patriarcado es la de constante adaptación a las circunstancias de cada momento para su supervivencia. Es aquello de “cambiar algo para que nada cambie”. Y las organizaciones, todas, son un reflejo de la sociedad en la que vivimos y, por tanto son patriarcales en su esencia.
Cambiar esto cuesta y costará, pero la sororidad y la lealtad entre nosotras para romper con los roles heteroasignados impuestos que conforman los espacios simbólicos del patriarcado, es fundamental.
Esperemos que este ejemplo tan actual de Chacón versus Rubalcaba, nos haga reflexionar.