jueves 28 marzo 2024

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Cambiemos la lengua y cambiará el mundo. Contra la dictadura lingüística secular

OPINIÓN

Y, por supuesto, si cambia el mundo también cambiará la lengua en un proceso de retroalimentación.  En cualquier caso, si se acepta que la lengua puede cambiar si cambia el mundo significa que la lengua puede ser modificada.

Ya no importa tanto lo que es primero, si el huevo o la gallina. A mí me parece que es un proceso que se manifiesta conjuntamente. Y pensar que esto puede ser así, que la lengua puede cambiarse, nos hace pensar que la mente de los humanos es de una plasticidad extraordinaria. La humanidad está hecha de adaptación, cambio, transformación, adecuación… Está llena de confrontaciones entre los grupos sociales y biológicos (por razón de género, de edad y grupos étnicos…) en un afán de dominio. Desde un punto de vista de justicia social es necesario buscar soluciones de equilibrio que no signifiquen la dominancia de un grupo sobre el otro. Por otra parte, la ciencia nos ha demostrado que en las situaciones de cooperación entre grupos (cuando los grupos cooperan) es cuando la humanidad avanza más y mejor en términos de bienestar del conjunto de la sociedad.

Hace pocos días conocí el blog del ingeniero y profesor Albert Corominas. Su último escrito se titula “Sobre las argucias en defensa del lenguaje exclusivo”. Entrad en su blog y no os perdais la lectura de este artículo. Todo queda de lo más argumentado, consciente y clarificador.

«Aquí me he permitido —nos dice— la licencia de denominar lenguaje exclusivo a lo que no es inclusivo. El lenguaje exclusivo es el que se ajusta a los usos tradicionales y que, en opinión de las personas que lo defienden, no implica ninguna discriminación por razón de sexo o de género, ya que el género gramatical masculino es no marcado, es decir, que en plural se refiere a todas las personas que componen el colectivo correspondiente y que, por tanto, evita la duplicación (como compañeros y compañeros, amigos y amigas, señores y señores…) en beneficio del estilo y de la economía lingüística.»

La magnífica incursión del profesor Corominas en el lenguaje exclusivo por contraposición al lenguaje inclusivo ha sido motivado, como pienso que el autor nos lo explicita, por la revisión de este tema a partir de la nueva publicación de Som dones, som lingüístes, som moltes i diem prou (Eumo Editorial, 2021) y de las entrevistas que su editora, la insigne lingüista Carme Junyent, ha concedido a diversos medios de comunicación, como El País y La Vanguardia.

Permitidme que acompañe el escrito del autor con unos pensamientos sobre el tema que nos ocupa; explicaciones que creo que puedo realizar como psicóloga social. Voy a entrar a saco (disculpad la expresión, si es que os parece demasiado coloquial).

La humanidad está hecha de pensamiento, la vida social es percepción, es ideología, está construida con valores que preescriben normas y éstas preescriben comportamientos. Y los comportamientos (entre ellos los comportamientos verbales, el uso del lenguaje en las expresiones de las diferentes lenguas) configuran y determinan el pensamiento y viceversa. Y todo esto debe entenderse para poder hacer historiografía de la vida cotidiana; para poder captar cómo se comunicaban y se comunican los seres humanos. Cómo comen, cómo beben, cómo se relacionan en la cama. Cómo se emocionan. Cómo hablan. Cómo usan la lengua hablada y escrita. Cómo configuran y construyen las lenguas con las que se comunican verbalmente.

Detengámonos un momento para ver un ejemplo. La alfabetización ilustra de forma elocuente la discriminación social y por razón de género. Cuando en los siglos XVI y XVII España ya había adquirido la habilidad de leer y escribir (determinados sectores sociales, por supuesto) algunas personas doctas advertían de los peligros que significaba que los mujeres aprendieran a escribir. Ay, el peligro consistía en que si una mujer sabia escribir podía ponerse en contacto con otras personas sin que lo supieran sus padres o el marido. Naturalmente, la mayoría de las mujeres alfabetizadas en la infancia eran miembros de familias nobles o de alta posición social. Entre las clases bajas, el analfabetismo era el más frecuente entre mujeres y hombres. Pero siempre hubo, en cualquier grupo social, más hombres que mujeres capaces de escribir, y esto se dio en España desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Pero incluso entre quienes sabían escribir, no todos escribían de la misma manera. Quienes habían recibido una formación básica hacían letras grandes y líneas torcidas, mientras que quienes tenían buena formación y escribían a menudo formaban trazos ágiles y rápidos. Pero al igual que siempre hubo, en cualquier grupo social, más hombres que mujeres que eran capaces de escribir, también se observa una diferencia entre cómo escribían los unos y las otras: los hombres lo hacían mejor que las mujeres del mismo grupo social. No sólo me refiero a la grafía sino a la ortografía. Y estas diferencias entre los gèneros masculino y femenino es evidente que responde a diferencias en la educación, en las oportunidades y las expectativas.

He aquí que las personas conforman grupos, que unos grupos dominan a otros, y que el grupo social de los hombres ha dominado secularmente a las mujeres y las criaturas creando así, no sólo los propios espacios de comunicación, sino, y también, una lengua bien singularizada que les garantiza autoestima y dominancia at secula seculorum. Los grupos dominantes han construido y construyen, han moldeado y moldean, las lenguas a su arbitrio y necesidades. Los refranes son ejemplos evidentes. Y, por ejemplo, no tiene el mismo significado connotativo bruja que brujo. De estas diferencias connotativas encontraríamos muchas. Estoy hablando de lengua, estoy hablando del código que nos permite a las personas organizar nuestro entorno, el mundo en el que vivimos para hacer posible la comunicación. Recibimos continuamente un número ilimitado de percepciones, que necesitamos reducir para hacer factible esta comunicación. La comunicación entre las personas, que pasa por la criba de los valores de la época, y que se basa en la forma de entender la vida social. La vida que nos rodea y en la que estamos insertados. Por medio de la lengua clasificamos estas percepciones que nos llegan y les asignamos una serie de objetos y fenómenos, y así manejamos la comunicación entre los seres humanos.

De modo que sí, las lenguas, su uso, por medio, por supuesto, del lenguaje verbal, están llenas de ideología, de los valores que prevalecen en la sociedad, valores que evolucionan y someten otros valores aunque, desgraciadamente, no siempre en sentido igualitario. De modo que sí, las lenguas y las formas en que percibimos nuestro entorno (sustentado por valores, estereotipos y prejuicios) están vinculadas a través de una relación estrecha y de retroalimentación. El uso de la lengua afecta a las percepciones de las personas y viceversa, en un proceso de feedback. ¿Por qué si no, por ejemplo, procuramos mantener formas genuinas catalanas, sobre todo aquellas que más se diferencian léxicamente del castellano? Pues, claro, un léxico más aserrado, “más auténtico”, fortalece la lengua catalana; es un potentísimo elemento diferenciador que alimenta el sentimiento identitario. Levanta las percepciones de autoestima grupal. Y cuanto más enarboladas las percepciones de autoestima grupal, más fortaleceremos y defenderemos la lengua que nos define como pertenecientes de un grupo sociolingüístico determinado. Para preservar su superioridad, los grupos dominantes (ergo, el grupo masculino) utilizan exactamente las mismas estrategias de diferenciación que utiliza, tal y como he comentado y por poner un ejemplo, el grupo identitario catalán. Sólo que en el primer caso son estrategias legítimas y en el caso de los géneros masculino y femenino (como el primero se impone sobre el segundo) son discriminatorias.

Tal y como encontraremos explicado en el artículo del profesor Corominas, parte del análisis y de la crítica que la lingüista Junyent hace del lenguaje inclusivo (yo lo llamaría lengua inclusiva) se basa en las reglas gramaticales normativizadas que considera inmutables: el plural gramatical masculino se ha construido como un plural gramatical no marcado (engloba tanto al género masculino y femenino) y eso, dice la profesora Junyent, es así e imposible de modificar. Ahora bien, si decimos que el plural gramatical «masculino» se ha configurado como plural gramatical «no marcado» significa que éste proviene del género «masculino» y que, por tanto, es por medio de su uso que se ha así configurado. ¿Quiere significar esto un indicio más de que la lengua no es inmutable? Creo que sí. ¿No nos alarma que englobe a hombres y mujeres? ¿No nos remite esto a considerar los estudios que demuestran que los hombres son el telón de fondo en el que se basa la sociedad entera? ¿No son suficientes estos conocimientos basados ??en el rigor de los estudios realizados para que nos planteemos qué debemos hacer para ofrecer a las niñas y mujeres las percepciones que puedan definirlas como entes autónomos? Si lo hacemos, ¿no crees que también estaríamos poniendo «en su lugar» las percepciones masculinas de dominancia que emanan de estos usos? ¿Cómo es que las niñas y las mujeres no tienen sus propios espacios perceptivos y cognitivos bien definidos, con lo que esto significa de autoestima y aliento en sus roles sociales con todos los ets y uts? Si cambian los usos de la lengua (los comportamientos verbales) cambian las percepciones de los grupos, grupos estreñidos por estos usos y, de rebote, sus comportamientos sociales. No lo dudeis.

No tengo soluciones de cómo resolver esta evidente discriminación. Debemos estudiar y analizar muy bien cómo hacerlo. Nadie dice que sea una acometida fácil. Pero en modo alguno puedo aceptar que nadie diga que cambiar la lengua no cambia el mundo y que se sentencíe lapidariamente como «dictadura lingüística» la tarea de intentar construir una lengua inclusiva, una lengua que trabaje, con todos los demás cambios y mejoras que deben establecerse, para superar las diferencias sociales injustas entre los géneros humanos.

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Tona Gusi

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Fundadora i Co-coordinadora de La Independent. També és psicòloga menció en Psicologia d'Intervenció Clínica i menció en Psicologia del Treball i les Organitzacions.
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