OPINIÓN
Pese a la paridad representativa en el Parlamento boliviano y a que el gobierno declaró el 2020 como año de la despatriarcalización, un informe muestra que ningún partido político tiene verdadero interés en dar mayor espacio a las mujeres.
Hay nombres que en Bolivia son muy conocidos y, además de ello, lo que tienen en común es que Luis Arce y David Choquehuanca, más aún Evo Morales y, por detrás, Andrónico Rodríguez, están aferrados al poder, sí. Así también lo está con disimulo Carlos Mesa y con descaro Luis Fernando Camacho, y con estilo militar Mandred Reyes Villa, entre otros. Samuel Doria Medina ha dado un paso al costado, pero se ha asegurado de ser el secretario general de su partido ¡Ah!
Hablo del poder en los partidos políticos y, en realidad, no tanto de nombres como de género. Allí, en los partidos (como en organizaciones sociales), los hombres brillan o quieren brillar a toda costa, pese a los avances logrados en lo que se refiere a paridad representativa (en el Parlamento y concejalías). Es que la representación no importa mucho mientras se sujete la sartén por el mando.
Eso queda demostrado en que en las declaraciones de principios de los principales partidos políticos y alianzas políticas actuales (MAS-IPSP, Comunidad Ciudadana, Creemos, Movimiento Tercer Sistema, Frente de Unidad Nacional y Demócratas) ninguno, ninguno, hace referencia o contempla aspectos referidos a: Derechos de las mujeres, la paridad, enfoque de género, violencia hacia las mujeres o democracia paritaria; sólo Demócratas hace referencia al enfoque de género. Este dato sale del informe “La paridad más allá de la paridad. Participación política de las mujeres en el largo camino hacia la democracia paritaria intercultural” elaborado por Oxfam-Bolivia, la Coordinadora de la Mujer y el Centro de Estudios Superiores Universitarios (CESU-UMSS), recientemente presentado.
Que los partidos no contemplen en sus programas y principios nada relacionado con la discriminación por género, es señal de que forman parte militante del patriarcado.
Bolivia cerró 2021 con 108 feminicidios y el gobierno ha comenzado 2022 declarándolo “Año de la revolución cultural para la despatriarcalización: por una vida libre de violencia contra las mujeres”, para lo que aprobó el Decreto Supremo 4650 que, en su apartado de acciones, señala que se ha de “generar espacios de reflexión, socialización y acción”, hacer “formación en temas de prevención”, también “impulsar acciones culturales”, como cuarto punto habla de formular “políticas” desde esa perspectiva, además de hacer campañas de comunicación, entre otros.
Es evidente que la despatriarcalización no es posible hacerla por decreto, ni solo con reflexiones. En su informe, Oxfam y otros señalan que “se requiere una nueva generación de reformas”, ya que las que hay son buenas, pero insuficientes, además que “es fundamental radicalizar la paridad”. Un ejemplo, que hará evidente que el gobierno de verdad quiere aplicar lo que dice el decreto 4650 es que en el próximo cambio de gabinete haya, como mínimo, la misma cantidad de mujeres ministras que hombres.
Dada la importancia del partido de gobierno en el escenario nacional, ya que es el único con presencia y peso en todo el territorio, también tendría que aplicar la paridad como parte de su estructura interna, cosa que no existe. Es un partido muy masculinizado, con presencia muy disminuida de mujeres, por lo que un cambio interno daría credibilidad a sus intenciones manifiestas.
El informe de Oxfam y otros muestra el proceso en que las mujeres han ido ocupando cargos en el Parlamento, es así que, sin una normativa a favor de la presencia de las mujeres, en 1993 esta presencia era del 10% en Diputados y 3,7% en el Senado; cuando se aplicaron cuotas, estas cifras no subieron mucho llegándose en 2005 al 16,9 en Diputados y manteniéndose el 3,7 en Senadores. Con la paridad se produce el cambio y en 2020 se tiene un 46,9% en Diputados y un 55,5% en Senadores.
La poca presencia y peso real de las mujeres se observa en las candidaturas a la presidencia del país, donde, desde 1979 hasta 2020 sólo dos mujeres fueron candidatas: Remedios Loza en 1997 y Ana María Flores en 2009; mientras que como candidatas a vicepresidentas hay más presencia, aunque aún mucho menor que la de los varones.
Por otra parte, “en el período 1993-2021 (casi tres décadas de democracia) la presencia de mujeres como ministras ha sido minoritaria y en algunos momentos francamente marginal. Solo se registra un momento especial que duró dos años (2010-2011) en el que se conformó un gabinete paritario. Fue un gesto muy valioso de reconocimiento a las mujeres, pero duró poco. Y no se repitió. Más allá de la excepción, las ministras rondaron en promedio una quinta parte de los diferentes gabinetes”, señala el informe. Además, no ha habido, hasta hoy, ninguna gobernadora electa.
El informe de Oxfam y otros muestra que los partidos “internamente están lejos de ser democráticos”, ya que “sus estructuras orgánicas, sus dirigencias y sus prácticas tienen carácter androcéntrico”, ya que, para las mujeres, “son partidos muralla”. También señala algo que debería alarmar: Ocho de cada 10 mujeres que han logrado algún cargo, de representación o ejecutivo, responden que “sí fueron víctimas de acoso y violencia política” y, además, “la mitad de ellas lo sufrieron varias veces”.
Ya basta. Los partidos y los políticos que no cambian esta situación, que en sus principios y actos concretos no manifiestan su rechazo hacia la discriminación de género y hacia las violencias que sufren las mujeres, es que son machistas y el patriarcado es su sistema. Así de simple. Y el principal partido del país, el MAS, tiene la oportunidad y la obligación de dar ejemplo.