Antes de iniciar este artículo, me gustaría explicar porqué prefiero utilizar las palabras autoplacer o autoerotismo en lugar de masturbación y más cuando se hace referencia a la sexualidad femenina.
La definición más general de la palabra masturbación es la “estimulación de los órganos sexuales con la mano o por otro medio para proporcionar goce sexual” y su etimología, aunque es incierta, se cree que viene de una palabra compuesta por raíces latinas: mas, “hombre”, y turbatio, “(per)turbación”, “intranquilidad”, “confusión” o “excitación”, con lo que masturbación significaría excitación masculina. Aunque también se considera que mas podría provenir de manus, “mano”, es decir “excitar con la mano”.
En todo caso, la palabra masturbación se queda siempre corta y delimita mucho al placer sexual. Por una parte, se restringen las sensaciones solo a los órganos sexuales –aunque en definiciones más amplias se invita además a otras zonas erógenas- y por la otra, excluye a las mujeres de la vivencia erótica y sensual.
Es decir, la palabra masturbación es el reflejo de cómo socialmente se ha permitido el placer sexual: para hombres y solo a través del estímulo de los órganos sexuales.
Aunque, afortunadamente, la situación está cambiando y las nuevas generaciones están explorando más su autoerotismo de formas distintas, ya que las consecuencias de limitar el placer erótico, de acuerdo a la premisa anterior, no solo afecta a las mujeres sino también a los hombres:
Ellos aprenden, a muy corta edad, que el placer se obtiene solo y exclusivamente a través de manipular sus órganos sexuales, los cuales tienen (nunca mejor dicho) al alcance de la mano. Además, y por si fuera poco, el factor tiempo juega en su contra porque los estimulan de manera rápida con el objetivo de alcanzar el orgasmo.
Esta forma de experimentar la sexualidad puede desencadenar en situaciones, por ejemplo, de eyaculación precoz porque van directo sobre el pene y mientras más rápido alcancen el orgasmo, mejor. Todas las sensaciones placenteras que ofrece la totalidad del cuerpo no son apreciadas y podrían, por decirlo de alguna forma, “anquilosarse” y no llegar a apreciar lo gratificante que son otras zonas del cuerpo.
Ahora bien, en el caso de las mujeres, el autoplacer se ha vivido de otra forma porque, en el mundo sexista que vivimos, se busca diferenciar más que unir: no hace tanto, tocar los órganos sexuales pélvicos, la zona de la vulva, se consideraba una actividad prohibida, el clítoris ha sido el gran desconocido por muchos años y con ello también el fabuloso placer que ofrece al estimularlo.
Sin embargo, y como algo positivo, el autoplacer sensual de acariciar y erotizar todo el cuerpo ha sido más permitido en las mujeres, aunque de una forma más sutil: nos cepillamos el cabello, untamos cremas a nuestro cuerpo y lo acariciamos para esparcirla, nos gustan los masajes, las velas aromáticas, las duchas de agua caliente. Y así, sin darnos cuenta, sin buscar el placer erótico de forma explícita, hemos desarrollado la capacidad de no focalizarnos solo en la vulva y la vagina. Las mujeres tenemos más desarrollada la posibilidad de erotizar todo el cuerpo.
Por un placer amplio, no reduccionistas de la sexualidad
El placer erótico se encuentra en cada poro de la piel, en todas las zonas del cuerpo que van desde la cabeza hasta la punta del dedo gordo del pie. Todo, todo nuestro cuerpo percibe y vibra de placer simplemente porque está vivo. Solo hay que descubrir las sensaciones que nos brinda, algunas con más intensidad que otras y cada persona lo experimentará de distinta manera.
Además, también se puede estimular a nuestros sentidos: al olfato, la vista, el oído, el gusto y por supuesto al tacto a través de la música, los aromas, los sabores, entre otras cosas, para favorecer la percepción de estímulos placenteros.
En el caso del autoplacer femenino, se pueden realizar tres acciones concretas, aunque las posibilidades pueden ser infinitas:
La primera es continuar con el autoplacer a todo el cuerpo y avanzar en los estímulos de forma que no solo sean sutiles sino intencionados, dicho de otro modo, preparar sesiones en donde el fin sea la búsqueda del placer sexual que pueden ser con o sin orgasmo. Por ejemplo: automasajes con aceites aromáticos, baños con agua caliente y geles, al tiempo que se escucha música y se disfruta de alguna bebida… ideas hay muchas, lo importante es dedicar tiempo para autoexplorarse y conocer de primera mano lo que más nos gusta y disfrutarlo, eso sí en todo el cuerpo.
La segunda es explorar particularmente la vulva y la vagina: acariciar y presionar los labios mayores a diferentes ritmos para tener otras sensaciones. Explorar la vagina ya sea con los dedos o con objetos, como vibradores, distinguiendo las texturas y las zonas que brindan más placer. Prestar una mayor atención al clítoris, ese órgano sexual minúsculo que brinda mucho placer, porque tiene un gran número de terminaciones nerviosas. La consigna sería disfrutar sin prisa para expandir la energía sexual por todo el cuerpo.
La tercera, revitalizar al órgano sexual más importante: el cerebro. Como hemos escrito anteriormente, la sexualidad está llena de tabúes y falacias en torno a ella, que la limitan. Así es que es importante revitalizar al cerebro con pensamientos erotizantes, esto es aparcar los prejuicios y crear nuevos pensamientos que sean creativos y sensuales. Si éstos son positivos los resultados también los serán.
A disfrutar.
