OPINIÓN
Ninguna mujer recibe este año un Premio Nobel. Entre las 11 personas galardonadas en las seis disciplinas premiadas no hay ninguna representante femenina, algo que no resulta extraño y que no deja de ser reprochable.
La visibilización y reconocimiento del trabajo de las mujeres a través de este tipo de premios es un reclamo constante desde las organizaciones y voces femeninas, quienes muchas veces reciben como respuesta explicaciones fundamentalmente relacionadas al mérito o, en el otro extremo, puras agresiones.
El Premio Nobel se creó en Suecia y reconoce la labor llevada a cabo en los campos de la Química, la Física, la Literatura, la Paz, la Fisiología o la Medicina y la Economía. Desde que se instituyó en 1901, un total de 49 mujeres recibieron el galardón, un 5,56% en relación a los hombres, que llegan a 832; además están las 26 organizaciones premiadas.
La primera mujer que ganó un Nobel, precisamente en Física (1903), fue Marie Curie (junto a su marido Pierre Curie y Henri Becqueler) y luego también ganó el de Química (1911). Su hija Irène Joliot-Curie ganó el de Química (1935), pero ella ya no es tan conocida como tantas otras personas de ciencia que recibieron estos galardones. Son populares la Madre Teresa de Calcula (1979), Rigoberta Menchú (1992) y Malala Yousafzai (2014) por nobeles de la Paz y en Latinoamérica se reconoce a Gabriela Mistral (Literatura 1945).
Hay un dato más, que es interesante. La mayoría de los escasos Nobel entregados a mujeres están concentrados en la Paz (18%) y en Literatura (14,4%), le sigue Medicina (6%) y ya muy debajo se colocan Química (2,3%), Economía (1,3%) y Física (1%).
Los argumentos que circulan para la baja premiación a mujeres son tan diversos como huecos: que simplemente este año (y otros) no hubo ninguna que se mereciera el galardón, que las mujeres no se esfuerzan lo suficiente, que no es posible que se haga este reclamo ya que en un asunto como este no corresponde buscar paridad, que dejen de quejarse y vuelvan a la cocina.
El acceso al conocimiento ha sido históricamente reprimido para las mujeres, salvo pocas excepciones. Es hace aproximadamente 150 años que las mujeres pueden ingresar a las universidades, aunque en algunos sitios del planeta aún es limitado. Por otra parte, todavía hoy socialmente se condiciona a las mujeres a estudiar “carreras femeninas” y que, cómo no, están relacionadas con el cuidado, como enfermería, trabajo social o magisterio; o que tienen que ver con relaciones sociales: comunicación, relaciones públicas. Poco a poco han ido ganando espacios exclusivamente masculinos, como medicina, biología y derecho y, aunque todavía son minoría, cada vez hay más mujeres en ingenierías y otras denominadas ciencias puras.
Si bien el acceso a la educación está menos restringido, su participación en la investigación, que es de donde surgen los Premios Nobel, es aún muy limitada en relación a los hombres.
Las mujeres son más pobres que los hombres, lo que les reduce las posibilidades, tienen una fuerte presión social en contra de que hagan ciencia, la conciliación con las labores domésticas es un traba permanente y cuando, finalmente, han logrado llegar a un espacio de investigación académica deben luchar para que sean tomadas en cuenta con la misma consideración que un hombre.
Se trata de condiciones sociales que afectan también a regiones del mundo empobrecidas, como Latinoamérica y África, donde la investigación es minúscula y las condiciones en que se hace son lamentables. Casi no hay personas negras o indígenas en la galería de fotos de Nóbeles.
La participación femenina en los Premios Nobel refleja las condiciones de desigualdad que enfrentan las mujeres, por eso hay que visibilizar esa situación. Es hora de un cambio, de que haya una mitad o más mujeres recibiendo el galardón, no por paridad, sino porque sea el reflejo de una nueva sociedad.