Un aspecto más de la ola reaccionaria generalizada —que va subiendo de tono y peligrosidad— es la irracional rabia que les hace el lenguaje inclusivo; un lenguaje en que quepa todo el mundo. La política institucional no se salva, al contrario. Dos ejemplos, el gobierno del PP y Vox en la comunidad de Murcia lo han prohibido en la Administración y, lo que quizá sea más grave, en la Educación. Hace pocos días, henchido de grandeur, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, también. Llama la atención que se dediquen a la política y no a la lengua. Invaden un campo que no les corresponde. ¿Por qué les molestan los cambios en las denominaciones siguientes? Las dejo en lengua original porque se entienden perfectamente.
– Col·legi d’Advocats de Lleida ➡ Col·legi de l’Advocacia de Lleida
– Col·legi d’Advocats de Tortosa ➡ Col·legi d’Advocats i Advocades de Tortosa
– O cambiando el orden de aparición de femenino y masculino: Col·legi de Publicitàries i Publicitaris i Relacions Públiques de Catalunya
¿Cómo es que les ofende esta construcción?
Un lenguaje que hoy sería rechazado abruptamente por el ala más carpetovetónica del partido (Bono, Ibarra, Leguina…) y asustaría a los candidatos y candidatas del socialismo mediático.
En este orden de cosas, pero absteniéndose de prohibir nada, el pasado 20 de octubre, la Sección Filológica del IEC (Instituto de Estudios Catalanes) aprobó en reunión plenaria el documento El llenguatge inclusiu: compatibilitat dels recursos estilístics dels usos no sexistes amb la normativa lingüística.
Dedica el primer apartado al masculino genérico al cual considera no marcado, creencia que lo hermana, como mínimo, con las academias del resto de lenguas románicas. Así, la RAE opina que:
Al igual que en otras lenguas, en español el masculino es el género no marcado, sobre todo si se usa en plural, lo que quiere decir que incluye normalmente a los individuos de los dos sexos.
Nada nuevo bajo la capa del cielo. Es el posicionamiento habitual de las autoridades lingüísticas, pero ocurre que una tropieza frecuentemente con noticias o titulares como este, «Los 30 tenistas con más Grand Slams» y si lo lees resulta que no sale ni una tenista.
¿Masculino genérico «los 30 tenistas»? ¿Dónde están Stefanie Graf que ganó 22, Serena Williams que logró 23, por no hablar de Margaret Court que estableció el récord en 24? El masculino «los» ha provocado que el periodista no viera a las mujeres. Si hubiera usado una expresión, por ejemplo, como «las y los 30 tenistas» habría percibido que debía apuntar a las tenistas correspondientes y no las habría invisibilizado (y, en cierto modo, despreciado). Miremos otro caso.
La mascarilla también va de perlas a los que les da pereza lavarse los dientes, a los fanáticos del ajo y, en general, a los que sufren de halitosis. Ahora cuentan con un escudo. Antes tenían que soportar los ascos de los compañeros y los reproches de de las amantes.
Los tres masculinos «los» ha propiciado que se fueran desvaneciendo las presuntas virtudes de lo que llaman «término no marcado» y es el detonante para que al final del artículo aparezca un femenino que muestra que los tres «los» se refieren a hombres porque ya se sabe que las amantes son habitualmente pareja de hombres (no creo que pensara en ninguna lesbiana). No es extraño, pues, que use el también masculino «compañeros». Me gustaría saber cuántas compañeras incluye; en qué mujeres pensaba.
Pero dejémonos de miserias porque en otro apartado habla de que para hacer visibles a las mujeres a través del lenguaje, el catalán (y por ende el castellano) dispone de diversos recursos lingüísticos que no contravienen la normativa.
Uno de ellos es el uso las formas dobles. ¿Pero no habíamos quedado que el masculino era genérico? Si así lo creen, deberían rechazarlas por innecesarias; aclara, sin embargo, que se pueden usar «en algunos contextos» y sin «abusar». Dos criterios subjetivos. ¿Quién decide que el contexto lo permite? ¿Tiene cada hablante la misma percepción de lo que es un abuso? ¿Hay que tener en cuenta al calibrar su abuso o no a las mujeres que no se sienten identificadas con el masculino?
Uno de los ejemplos es Entrevistarem les enginyeres i els enginyers del projecte. Estoy segura de que hay quien diría que no hace falta, que es un abuso.
Explica que cuando se desdoblan nombres modificados por un mismo adjetivo, se puede mantener sólo el adjetivo de detrás del segundo nombre, Els socis i (les) sòcies implicats en l’estafa hauran de declarar (aunque poner el femenino delante no les gusta).
Son incontables las guías de lenguaje inclusivo que han propuesto esta fórmula desde hace tiempo. O, en otro orden de cosas, ¿por qué la RAE incluyó un gran número de oficios que tienen en cuenta y respetan a las profesionales? Los mismos femeninos que tiempo atrás (aludiendo a algo que denominaban el «sexo del referente») consideraban propios de analfabetas y/o de feministas de lo más radical.
Compañeras, ha sido útil. Vamos viendo que incluso algunas instituciones ya se lo apropian.
Que las guías de lenguaje inclusivo han hecho camino, se constata también en el apartado de las palabras colectivas. Uno de los ejemplos es nada menos que «el professorat», tan vilipendiado cuando empezamos a usarlo. ¡Me alegro tanto! ¿Cuántas veces no hace tanto tiempo (e incluso ahora) no se ha criticado este tipo de palabras, especialmente si no eran de las ya acuñadas?
Compañeras, vamos por el buen camino.