lunes 01 julio 2024

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Eulàlia Lledó per Maria Roig

Bernie, Manhattan, ¡Átame( la hemorragia continua)

  Eulàlia Lledó per Maria Roig

Eulàlia Lledò per Maria Roig

Todavía se puede ver el filme Bernie (2011) de Richard Linklater, director de una propuesta tan interesante e innovadora como boyhood (2014), rodada entre 2002 y 2013 con el mismo reparto.

Muestra doce años de la vida de una familia– o de la trilogía Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013), la evolución de la historia de una pareja heterosexual. No hay duda de que su cine explora las relaciones y las emociones humanes. A Bernie también desnuda vida y arte. Se basa en un asesinato real y el film se articula en una mezcla de ficción y realidad, de documental y creación, donde intervienen actrices y actores pero también mucha gente de Cartago (Texas) que vivió el crimen.

Bernie Tiede, empleado de una funeraria, gran servidor y puntal de la comunidad donde vivía, asesinó fríamente Marjorie Nugent, una anciana de ochenta y un años. Cuando se quedó viuda, y a pesar de la diferencia de edad, Tiede se  hs dedicado a conquistar Nugent y a hacersele imprescindible. Entonces empezó una nueva vida de gastar dinero a espuertas, viajes fastuosos, avionetas, hasta el punto que dejó su trabajo para pasar a ser el administrador de Nugent.

Sufrio trato tiránico y mal carácter de Nugent, conocidos perfectamente tanto por todo el pueblo como para el asesino mucho antes de casarse, Tiede tenía la opción de dejarla y liberarse; eso sí, renunciando a la gran fortuna de la que disfrutaba sin ninguna restricción. Optó por asesinarla: le disparó por la espalda, la metió en un congelador y continuó haciendo vida normal.

Descubierto el crimen, todo el pueblo se volcó en ayuda hacia Tiede según el film. Tan grande es la comprensión, que en un momento de la película una camarera para mostrar la bondad y bonhomía del asesino afirma que pudiéndole haber disparado cinco disparos, sólo fueron cuatro. Parece un disparate pero es posible encontrar este tipo de argumento en otros casos de violencia contra las mujeres. Incluso se ha elevado a categoría de canción; el corrido de Rosita Alvírez se puede sentir esto:

“Echo mano en la cintura
y una pistola Saco
y la pobre de Rosita

nomás tres tiros le dio.

La noche que la Mataroní
Rosita estaba de suerte:
de tres tiros que le dierón
nomás uno era de muerte “.

Sería interesante hacer la regla de la inversión y imaginarse como sería juzgada por la población la interesada asesina de un anciano multimillonario.

Tiede fue condenado a cadena perpetua pero a raíz de la película el caso se revisó y (continúa la mezcla entre realidad y ficción) actualmente el asesino vive en libertad provisional con la condición de que resida en casa de Richard Linklater. Uno de los argumentos para concederla a ella es aterrador: no se le considera un peligro para la sociedad. Tesis que se puede aplicar a muchos de los asesinatos de parejas y ex parejas. Una vez muerta la mujer en cuestión, ¿por qué ese hombre debería volver a matar? Muerta la bestia, muerta la rabia.

El cine es un arte lleno de justificaciones de violencias –Grandes o pequeñas– contra las mujeres; algunas mar de graciosas. Sólo dos botones. Woody Allen –director que en sus ficciones muestra una alarmante tendencia a asesinar mujeres en crímenes que quedan impunes– en Manhattan (1979), hace que el personaje que él interpreta haga barrila sobre un intento de asesinato: arrolló con el coche la compañera actual de su ex pareja. En el cine, todo eran risas, buen humor y comprensión. No sé si los treinta y cinco años que han pasado desde entonces  modificarían la recepción y la reacción.

Diez años más tarde, Pedro Almodóvar, en la película de expresivo y premonitorio título, ¡Átame! (1990), hace que la víctima de un secuestro –en un paso de rosca más del síndrome de Estocolmo, aunque difícilmente imaginable si se aplica la regla de la inversión– acabe rendidamente y perdidamente enamorada de su perturbado secuestrador. Cuando me levanté del sillón e iba hacia el pasillo, sentí dos jóvenes que comentaban animadamente que «ya ves, cuando les parece que no lo quieren, es cuestión de atarlas». Seguramente muchos otros chicos salieron comentando que la peli era una ficción que no tenía nada que ver –que no se podía dar– en la realidad;  ves qué tontería la que proponía el director; que qué comportamiento tan psicópata y peligroso el del secuestrador; que qué tontería pensar que alguien se puede enamorar de quien la tiene atada …, pero no tuve la fortuna de tropezar con ellos. Me habría ido más tranquila.

 

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Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
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