martes 16 julio 2024

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8 de Marzo: La lucha inacabada

Sara Cuentas Ramirez

 

OPINIÓN

El 8 de Marzo es un momento significativo para reafirmar la intersección entre luchas frente a los enormes desafíos para el feminismo hacia el avance de los derechos humanos de las mujeres y su empoderamiento en el actual contexto mundial.

 

 

En la actual lucha inacabada de alcance global en la que se encuentra el movimiento feminista existen enormes motivos para poner el acento en una apuesta por la acción organizada que conecte las diversas agendas en una común, que brinde la potencia necesaria para enfrentar los actuales y enormes desafíos para la vida de las mujeres, pues la experiencia demuestra que al debilitarse las resistencias individuales  y colectivas, la razón y el derecho son blanco fácil de las opresiones.

 

La liberación de nuestros cuerpos y autonomías

Este contexto exige no claudicar en la liberación de nuestros cuerpos, pues en ellos se (re) producen y transforman las relaciones sociales. Sobre todo, en las sociedades colonialistas (patriarcales, capitalistas-neoliberales, fundamentalistas, heteronormativas y racistas), donde persisten mecanismos de opresión y dominación que marcan nuestros cuerpos con la represión, las violencias, la explotación, el racismo y la discriminación.  Así se señaló en el manifiesto del XIII Encuentro Feminista Latinoamericano: “Es en nuestros cuerpos, como primer territorio, donde operan los múltiples mecanismos de dominación y se evidencian nuestras resistencias, la insubordinación, la liberación en acciones que conducen hacia la transformación con justicia y rescate del placer y la creatividad. El cuerpo —portador de derechos— de las mujeres, se ha convertido en un ‘territorio en disputa’ “.

Las violencias y las discriminaciones que impactan en nuestros cuerpos y autonomías son múltiples. Por ello, es necesaria una mirada interseccional que evidencie los distintos mecanismos de opresión como el patriarcado, el racismo, la desventaja económica, la heteronormatividad, etc. que generan y perpetúan las desigualdades. Las mujeres son marginadas por el hecho de ser mujeres, pero también por sus identidades múltiples, de etnia, religión, lengua, origen, orientación sexual, diversidad funcional, estatus de VIH, edad.

Si bien la pobreza, el conflicto y la crisis social son factores que desencadenan el aumento de la violencia masculina, existe más causas de la Violencia contra las Mujeres. Su complejidad está relacionada con factores socio-económicos, de ideología, de clase, de raza y de grupo étnico. Las violencias son interseccionales e impactan en las relaciones íntimas, en la vida laboral, en las actividades económicas, en la actividad política, en el tejido social y en la libertad y la autonomía de las mujeres y niñas para participar en su comunidad. Por tanto, se requieren distintas respuestas que posibiliten una acción efectiva para erradicar la Violencia contra las Mujeres y la discriminación.

Las políticas antiabortistas que penalizan el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, la políticas de control de población y combate a la pobreza que esterilizan los cuerpos de las mujeres sin su consentimiento, las políticas heteropatriarcales que limitan nuestro derecho a amar en libertad y a constituir familias en diversidad, la complicidad de los estados frente a al tráfico y la explotación sexual de mujeres y niñas, la criminalización de la protesta que aduce seguridad y pone en peligro la libertad de opinión y expresión y atenta contra la vida de defensoras de los derechos humanos, y las cruentas prácticas que colocan a las mujeres y niñas como botín de guerras son amenazas latentes para los cuerpos y autonomías de las mujeres.

La activista feminista Giulia Tamayo sostuvo con razón que las mujeres nunca hemos asistido a un debate pacífico en torno a la discriminación y la violencia basada en género, pues las vidas y los cuerpos de mujeres y niñas han continuado siendo un campo de intensa disputa. En sus peores versiones ha sido un auténtico campo de batalla. Por ello, los esfuerzos y expresiones organizadas de las mujeres y el recorrido en los últimos años han estado marcados por antiguas y nuevas amenazas.

 

Hacer realidad leyes y mecanismos que combaten la discriminación y la violencia

Las directivas, leyes, convenciones y programas en favor de los derechos de las mujeres, son el marco y la base fundamental para asegurar la protección y promoción de los derechos humanos y la igualdad de género en las sociedades. Sin embargo, en la actualidad, continúan siendo letra muerta.

Las leyes que prohíben la discriminación racial y  sexual no se aplican, las leyes sobre igualdad laboral sólo existen en papel, las leyes sobre el aborto son sistemáticamente violadas y se precisa una resistencia sostenida para impedir que los lobbies antiabortistas decreten su desaparición. Y observamos cómo a nivel nacional e internacional los lobbies “machistas” están organizados y tienen gran influencia económica. Estos grupos colocan en los despachos de ministros y diputados sus propuestas para impedir se hagan realidad leyes que penalizan la violencia machista, racista y patriarcal contra las mujeres y las niñas.

Por ello es fundamental que se conozcan y utilicen los instrumentos y mecanismos disponibles, incluidas sus aplicaciones prácticas, y situarlos en su dimensión política, aquella que permite construir fortalezas para la acción organizada. Estos instrumentos no tienen en sí mismos la capacidad de transformar las desigualdades, requieren de las mujeres y sus organizaciones para hacerlos realidad.

Un claro ejemplo de su aplicación colectiva se dio entre febrero de 2013 y abril de 2014, cuando un grupo muy diverso de organizaciones feministas, organizaciones no gubernamentales de cooperación al desarrollo y otras organizaciones de la sociedad civil, unidas en la Plataforma CEDAW Sombra, elaboraron el Informe Sombra 2008-2013 sobre la aplicación en España de la Convención para la Eliminación de toda forma Discriminación contra las Mujeres (CEDAW) y evidenciaron que, lejos de cumplir con la Convención, el Estado español está llevando a cabo un progresivo desmantelamiento de las políticas de igualdad.

De otro lado, este año es el vigésimo aniversario de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se celebró en Beijing en 1995 y en la que 189 países adoptaron una Declaración y Plataforma para la Acción que ya se considera histórica.  En marzo se realizará la 59º sesión de la CSW sobre Beijing+20, donde se abordarán los progresos alcanzados en la implementación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, 20 años después de su adopción, así como los desafíos actuales para su implementación.

La clave para los feminismos será responder si Beijing continúa o no siendo un marco válido para los derechos de las mujeres y para la humanidad en su conjunto. Es también una oportunidad para analizar los avances, las lecciones aprendidas y los retos futuros para los derechos de las mujeres en la aplicación de la Plataforma hacia la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Además, es un momento clave para identificar y establecer alianzas estratégicas, alternativas, propuestas,  y promover la intersección de las agendas en temas prioritarios globales, locales y glocales.

 

Crítica y alternativa radical a las dimensiones patriarcales de la economía

El sistema capitalista se ha apoyado siempre en la sobreexplotación de las mujeres, en el trabajo de cuidados. Si este trabajo fuera cuantificado y remunerado el capitalismo caería en banca rota. Y aunque las mujeres hemos salido al mercado laboral, continuamos siendo naturalizadas en el ámbito privado y el trabajo reproductivo de manera gratuita e invisible. Ésta es una manera de explotación de las mujeres en favor de la acumulación de capital en el espacio público. Esta acumulación precisa de un mecanismo que le sostenga, sin remuneración, ni gastos. Ese mecanismo es el trabajo de cuidados que realizamos las mujeres. Sin duda, es imposible conciliar el sistema de acumulación y dominación económica con el feminismo.

La feminista ghanesa, Abena Busia, sostuvo en un Congreso Internacional de Economía Feminista el 2014 que “las políticas económicas continúan siendo un ámbito principalmente masculino. En gran medida, el trabajo de las mujeres no es reconocido. Estamos presenciando un rápido crecimiento del sector de servicios dominado por corporaciones bancarias y de telecomunicaciones. Se da poca importancia al sector agrícola y las mujeres continúan trabajando y comerciando tanto en el sector informal como a través de fronteras ilegales”.

De otro lado, las industrias extractivas se expanden por la geografía mundial con la venia de los Estados, en favor de un modelo neo-desarrollista, basado en la extracción y exportación de materias primas a gran escala. De esta manera, destruye el medio ambiente, despoja de su territorio y viola los derechos humanos a poblaciones enteras. Las mujeres son las más afectadas por esta opresión debido al incremento del mercado sexual en las zonas de explotación, al desplazamiento y la desarticulación de las economías locales basadas en la reproducción social de la vida, al crecimiento acelerado de la masculinización del entorno que mira a las mujeres como dependientes, objetos de control y abuso sexual. Y son también las mujeres las que mayor resistencia han hecho a los proyectos extractivos, con un importante rol protagónico en la defensa de la tierra y el agua.

Las políticas económicas neoliberales son un mecanismo de opresión contra las mujeres, debido a que el Estado no asume sus funciones sociales, mientras el mercado laboral global se transforma y genera mayor precariedad en la economía de las mujeres y acrecienta una brecha salarial cada vez más injusta, que causa explotación y feminizando la pobreza. Por ello el feminismo debe insistir en su crítica radical a las dimensiones patriarcales de la economía capitalista y fortalecer su propuesta de una economía que tenga en su centro la dignidad y la soberanía de la vida.

 

Una Agenda Mundial de Desarrollo con los derechos humanos como marco ético

En el 2015, los países y el sistema de Naciones Unidas firmarán la Nueva Agenda de Desarrollo Sostenible que sustituirá a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), tras un proceso de consultas y negociaciones específicas, y paralelas como la revisión de Cairo+20. Bien sabemos que los ODM, 15 años después, no fueron alcanzados. Incluso, los problemas globales se han agudizado, como la creciente brecha entre ricos y pobres, la sistemática violación de los derechos humanos, las violencias públicas y privadas, el cambio climático y la financiarización de las economías.

Se pretende que la nueva Agenda Post-2015 aborde tres dimensiones: el crecimiento económico, la igualdad social y la sostenibilidad ambiental. El factor de tensión más significativo se encuentra en cómo armonizar el crecimiento económico con la sostenibilidad ambiental, en un contexto donde la empresa privada tiene un rol fundamental para el logro de este objetivo. Lo real es que el denominado “desarrollo sustentable” se convierta en una quimera debido a la imposible coexistencia entre los patrones de producción y consumo con la sustentabilidad. Aunque también, es una oportunidad abrir el debate sobre la propia noción de desarrollo y romper con la visión de que el crecimiento es factor determinante para avanzar en la erradicación de la pobreza.

Se precisa que la Agenda tenga como marco ético los derechos humanos para las políticas macroeconómicas, que se afiance el compromiso con los principios de la no regresión y se dirijan el máximo de recursos disponibles para la realización progresiva de los derechos humanos de todas las poblaciones del planeta. Esto requiere un cambio del enfoque en el crecimiento y el alivio de la pobreza hacia un enfoque de igualdad en el desarrollo, sobre todo para las mujeres y las niñas.

Sarah Mukasa, de African Women’s Development Fund sostiene que “la nueva agenda de desarrollo no tendrá éxito si no defiende los principios de la acción y el poder de las mujeres que son parte del marco de los derechos humanos. Debemos cuidarnos de los intentos por despolitizar la economía y el desarrollo y evitar que esta agenda sea impulsada completamente por los donantes”.

Sin duda, este 8 de marzo, significa la afirmación de una amplia lucha inacabada, que precisa de todas las energías transformadoras de las mujeres. Las apuestas, las capacidades, las vindicaciones y las agendas pueden ser múltiples, pero ello suma y no resta, multiplica y no divide. Porque si en algo se ha caracterizado siempre el movimiento feminista, en todo su proceso histórico, es en su intersección entre luchas que, impulsadas cual olas enormes, promovieron cambios y sinergias allí donde se creía imposible.

  

8M

8 de Marzo 2014 en Cataluña

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