Sassari 4(00) trees – Plant for the Planet
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Giovanni Atzeni es un chico de 14 años de Sassari, un ciudad de 125.000 habitantes en Cerdeña, que ha dado a conocer a periódicos locales y nacionales su intención de plantar un millón de árboles en la isla, castigada con frecuencia por incendios o desbordamientos de ríos.
No es una fantasía ni una broma, sino el compromiso que ha tomado como actual co-presidente elegido por una organización internacional, “Plant for the Planet”, cuyo consejo directivo está formado por 28 chicos y chicas de edades que varían desde los 8 hasta los 20 años, viven en diferentes continentes, y una vez al mes se encuentran a través de videoconferencias para planear acciones de reforestación a lo largo y lo ancho del planeta.
La idea que había que hacer algo concreto en vez de seguir repitiendo que la especie humana está al borde de la autodestrucción por el uso desmedido de los recursos naturales vino de un soprendente chico alemán, Felix Finkbeiner, a quien cuando tenía 9 años, sus maestros dieron una tarea sobre temas ambientales. El chico se quedó impactado por la experiencia de Wangari Maathai, la activista ambiental keniota que a través de su movimiento, “Green Belt Movement”, plantó 30 millones de árboles en Africa, y recibió el Nobel de la Paz en 2004. Decidió que él también podía emprender la hazaña, interesando a jóvenes y personas adultas, autoridades y organizaciones, que se mostraran sensibles al tema y pudieran echarle una mano. Después de haber plantado 50.000 arboles consiguió la atención de los medios, fue elegido para el “board of children”, el sector juvenil de UNEP (la organización de la ONU para el Ambiente) y pudo darle relieve internacional a su iniciativa. Llegó una financiación de 40.000 euro de Toyota, con el compromiso que cada euro serviera para plantar un arbol. En tres años Felix Finkbeiner alcanzó el objetivo de un millón de árboles plantados en Alemania, y de fundar en 2010 “Plant for the Planet- Trees for Climate Justice”, con el lema “Stop Talking, Start Planting” (“Deja de hablar, Ponte a plantar”) y participar en eventos ambientales de la ONU, difundiendo un mensaje claro a los políticos: Eliminar gradualmente la extracción de combustibles fósiles hasta llegar a emisiones cero de CO2 en 2050, invertir más en las energías renovables y la eficiencia energética, parar la explotación de los países del sur del mundo, y plantar un trillón de árboles para paliar los daños del calentamiento global, que afecta sobre todo a esos países; no seguir la onda de aumentar los gastos militares, como están impulsando las potencias mundiales.
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El entusiasmo y compromiso de Finkeiner y de sus jóvenes socios y socias atrajo más donaciones de Avina, y el Club de Roma entre otras, que encargaron una auditoria para verificar el número de árboles efectivamente plantados.
El mensaje ecologista del joven alemán captó también la atención de Giovanni Atzeni, el alumno de Sassari, que después de haber visto el documental de Al Gore, “Una verdad incómoda”, pensaba que no podía continuar de brazos cruzados frente a tanto desastre. La idea de asociarse a “Plant for the Planet” le pareció una buena respuesta, y se juró a si mismo lograr plantar un millón de árboles. La idea pareció un tanto descabellada en su entorno inmediato, sin embargo la organización tiene una guía que prepara a los jóvenes socios y socias a sortear obstáculos, y cómo, y con quién y donde planificar acciones de reforestación. Hasta ahora Azteni ha plantado 325 arboles, que consiguió gratuitamente desde el Dipartimento Forestal, y ha motivado un centenar de chicos y chicas en Cerdeña a comprometerse con la idea.
Felix Finkbeiner tiene ahora 17 años y sigue plantando árboles, mientras en otros lados del planeta, desde la Amazonia a la Indonesia, los bosques siguen siendo diezmados para dar lugar a plantaciones de palma para aceite o de soja. Entre tanto “deshacer,” el “hacer” de estos chichos y chicas parece la lucha de David contra Goliat, una gota en el oceano, pero el oceano mismo está hecho de millones y millones de gotas.
“La juventud somos el futuro, pero el riesgo es que nos quedemos sin futuro”, afirma Finkeiber en un video reportaje. Por eso no pueden dormirse en los laureles.
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