OPINIÓN
Si ya es difícil comenzar cada día con energía (más allá de la dosis de café), seguir las noticias, y enterarte -más o menos- de lo que está pasando, de lo que pasará y de lo que nunca ocurrirá en este país (me refiero a España), resucita una vena irascible, una que sube por mi cuello, que me enciende las mejillas, activa mi sistema límbico, pasa de un hemisferio a otro trastabillando, yendo y viniendo de mis lóbulos frontales, haciéndome sentir sorda y ciega: “Qué? creo que no estoy oyendo/viendo… esto no puede ser…”.
Incredulidad, rabia, impotencia, pena, asombro, incertezas, desgano. Abatimiento, de esos que se confunden con la astenia primaveral o simplemente con la depresión.
Pensando en mi vena palpitante, me vino la obra de Galeano a la cabeza, y de la diferencia al enfrentar las situaciones de catástrofe social como las que estamos padeciendo en el sur del norte. El Sur tendrá la culpa, digo yo, porque la Carrá incitó a venir a hacer el amor por aquí, pero no avisó (preocupada sólo por sus mallas) de las terribles consecuencias de los embarazos no deseados, se usase o no condón o algún método contraceptivo.
Los casos de corrupción de los partidos mayoritarios y la impunidad son gravísimos, pero al parecer, son temas transitorios, de importancia relativa, siempre menor. En cambio la miseria por las calles, el olvido y la invisibilidad de las carencias al interior de los hogares de quienes quienes menos tienen en esta península, que son transversales y un lastre no coyuntural, se invisibiliza, haciéndonos creer que pasará “en el próximo período”. Y la mayor parte de esas personas pobres y diariamente empobrecida somos mujeres.
Para Gallardón y sus secuaces del gobierno y parlamento, el aborto es un tema político, ideológico, público e impostergable. La pregunta es: cuando nazcan las crías no deseadas y arruinen las vidas de miles de personas, ¿estarán Gallardón y sus “expertos” dando soluciones a estas personas? Yo creo que no. Al contrario: lo que había hasta ahora, se lo han cargado. Cuando nazca el feto no deseado, lo público pasará a ser privado, y ahora, sin un Estado de Bienestar que vele por las necesidades de esas nuevas personas.
En este punto, ya poco puede hacer que la población salga a la calle. Somos invisibles. En algún momento de nuestras historias ser parte de las masas podía cambiar el mundo, al menos el nuestro, pero ahora que nuestras voces no se dejan oir por quienes tienen el poder,¿qué pasa con lo indivisible? ¿con nosotras, que tenemos cara y ojos, y muchas cosas que decir y deseos y objetivos particulares?
El Estado de bienestar existe por la presión de las masas, pero los derechos y deberes se aplican a las personas, una a una, a unas más que a otras, (las excepciones: representantes de partidos políticos, iglesia católica, otras pocas personas “diferentes” que por derecho divino son de otra especie, llámense reyes, reinas, infantas infantilizadas que no se enteran de nada, príncipes y princesas de cuentos que se cree su padre). El 52% de las personas de “La Masa” somos mujeres, con nombres y apellidos.
Precarización del trabajo (si es que tenemos), aniquilamiento del sistema educativo, ataque a las lenguas identitarias, apartheid sanitario para personas en situación irregular (ya han muerto 2 -que sepamos- por enfermedades olvidadas y tratables), el fin de las ayudas a la dependencia, son algunas de las consecuencias de las decisiones políticas. Ideológicas. Alguna persona naif dirá “bueno, es una situación temporal”. Vas, casi te lo crees, compras el tiquet del metro y te encuentras con gigantografías Pro-vida de la conferencia episcopal, financiados por mi bolsillo ateo y pro-abortista, mientras Gallardón cambia la Ley del Aborto… de nuevo… porque es una ley de “carácter ideológico”, y porque como es ideológica, cuando lleguen “otros” al poder, que la cambien como les venga en gana.
Mi vena salta, brinca, me ahorca.
Ahora, lo urgente es esta ley intrusista: modificarla, metiendo la mano hasta el codo en nuestros úteros. Así, con estas palabras: me siento violada por el conservadurismo y por la iglesia católica, que gobierna con el PP en mayoría absoluta.
Me gustaría saber cuantas de estas santas católicas que hoy están en el gobierno o en el parlamento, conocen a alguien de sus círculos más cercanos (incluídas ellas mismas, porqué no) que haya abortado, sean las circunstancias que sean. No para juzgarlas por abortar, en ningún caso, sino para espetarles que son una panda de crápulas, y que os metais en los cuerpos de vuestras propias feligresas.
No todas tenemos sexo únicamente para reproducirnos. Algunas de nosotras lo tenemos sólo por el mero hecho de que podemos tenerlo, por el placer de hacerlo, por el ejercicio con valor anaeróbico, y si nos preñamos accidentalmente y ya que es nuestro cuerpo, y que en él no decide nadie excepto yo misma, abortamos o no. Libremente, sin presiones, de manera segura y sin arruinarnos. Desde hoy, seré insumisa. Mi cuerpo no es botín de guerra entre partidos e ideologías fundamentalistas arcaicas.
¿Qué diferencia hay entre las “repúblicas bananeras” de donde provengo y este país? Sólo una: de donde provengo, somos concientes de lo que somos: o nada o un grano en el culo. Y vosotros y vosotras, beatos y beatas de pacotilla, matáis con vuestras decisiones “ideológicas”, robáis hasta que os da hipo, que sois gulas hasta no poder, ostentais de avaricia y codicia, envidiáis a quienes podemos vivir ajenas y ajenos a vuestros estigmas y discriminaciones, os regodeáis en los axiomas pacatos de la “santa inquisición” demostrando pereza intelectual y -sobretodo- sois soberbios y soberbias: os creéis que “la verdad” es vuestra, porque vais al rito y voláis a lamer la suela de la nueva paloma del Vaticano.
Por el momento, nos queda fastidiarnos y servir mesas y abortar en Londres. Y ser insumisas.
Por el momento. Es una advertencia.
