¿Son compatibles las religiones y los derechos de las mujeres? ¿Qué papel debe jugar el Estado? ¿Qué pasa con los feminismos religiosos? La laicidad vuelve al debate público tras la denuncia contra un grupo de estudiantes por hacer una acción feminista en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid el pasado 10 de marzo. Organizaciones feministas de todo el Estado, entre las que está la Comisión 8 de marzo de Barcelona, se han solidarizado con los y las estudiantes procesadas y la comunidad universitaria ha impulsado el Manifiesto feminista por una Universidad Pública y Laica, suscrito por más de 400 miembros del profesorado
Pero el debate sobre laicidad no pasa sólo por cuestionar los privilegios de la religión católica en los países que tienen esta tradición.
El significado del concepto, las tensiones entre la libertad de culto y la de las mujeres o las implicaciones que hay detrás del velo en el Islam son temas candentes que atraviesan la discusión. También al movimiento feminista, donde feministas cristianas, ateas, musulmanas y judías aportan su punto de vista.
El pasado día 24 en el coloquio Mujeres libres, estado laico: feminismos, laicidad y ciudadanía en Ca la Dona, Roser Solé, del Colectivo de Mujeres en la Iglesia, definía la laicidad como “un proceso de libertad que se opone a la imposición de la religión, una convivencia democrática donde quepa la profesión religiosa pero ningún privilegio para una religión concreta. Algunos países llevan más de un siglo en este proceso, aquí vamos atrasadas “. Avanzar en él, afirma, es “necesario si no queremos reproducir las hostilidades, cruzadas y conflictos entre Iglesia y Estado”. El cambio “no puede dejar a las mujeres al margen, debe tener en cuenta no sólo su inclusión sino su protagonismo”. Su grupo y otras organizaciones de base apuestan por “una renuncia a privilegios por parte del catolicismo a nivel externo, y una reforma interna, un reencuentro con las líneas que definen la fe cristiana de los orígenes”: para Solé, “que la mujer pueda hacer de cura para hacer lo mismo no vale la pena “.
Sylviane Dahan, judía, argelina y miembro de la asociación Junts, que reúne a personas palestinas y judías, se posiciona “desde el pensamiento libre, universalista y ateo”. Concibe la laicidad como el “respeto a las creencias y la libertad de conciencia, que debe incluir el ateísmo, un concepto de organización política y social que separa la esfera pública de la privada”. Pero, según Dahan, “se ha pervertido al hacer de él una bandera en contra de determinadas religiones, como ha pasado con el Islam por la prohibición del velo en Francia. Ha servido para estigmatizar a un colectivo social, los y las inmigrantes originarios de las antiguas colonias, que son llamados extranjeros después de dos generaciones viviendo en el país “.
El velo a debate
La argelina Wassyla Tamzali tiene una visión muy diferente: “La subjetividad de una persona que acepta la dominación como sujeto cambia el análisis de esta dominación?” se preguntó durante un acto en Pròleg, la Llibreria de les Dones, con motivo de la presentación de sus libros El burka como excusa. Terrorismo intelectual, religioso y moral contra la libertad de las mujeres y Carta de una mujer indignada. Del Magreb a Europa (aquí podéis ver el artículo de opinión del equipo de Pròleg sobre el acto). Para ella, el hecho de ponerse velo para taparse el pelo, que es el símbolo del sexo femenino, siempre es una imposición. Incluso cuando es voluntario, ya que considera que “no es un acto libre, no hay elección”. Tamzali, que en su libro hace un análisis crítico del burqa a partir de aspectos religiosos, históricos y morales, considera que llevarlo es “una violación de las leyes existentes y del orden público”.
Mariam Eloiti, miembro de la Asociación de Mujeres Musulmanas en Cataluña, hace otra lectura del uso del velo. “Intervenir de manera directa en la vida espiritual y personal de la ciudadanía es una contradicción flagrante con los principios de la laicidad. Debemos dejar que las personas escojan lo que quieran”. Así habló en las Jornadas sobre Diálogos Intergeneracionales / interculturales de género organizadas por el Grupo Gredidona de la Universidad de Barcelona el 18 de marzo, donde diferenció el burqa de otros tipos de velos. Ella lleva hiyab como “una manera de practicar la fe y la espiritualidad”. También hay casos en que “se hace por identificación o reacción frente a extremismos. Si me siento víctima de colonización lo hago con sentido reivindicativo”. Por encima de todo, está “a favor de la libertad y la diversidad. Que yo lleve velo no quiere decir que todas las musulmanas deban hacerlo”.
Religiones y poder patriarcal
María Milagros Rivera Garretas, catedrática de historia medieval y coordinadora de Duoda, Centro de Investigación Histórica de las Mujeres de la Universidad de Barcelona, propone ir a las raíces: la laicidad “viene del concepto griego ‘laos’, que significa ‘gente corriente’ , lo que implica un contraste entre ésta y el clero”. Una noción “nacida de la forma patriarcal histórica de entender el mundo”. Para Rivera, una de las exponentes de la corriente del feminismo de la diferencia sexual, “las mujeres sabemos que el alma es sostenida por la materia, el cuerpo que la alberga. En la cultura del nacimiento, el cuerpo es uno e indivisible, es un don de la madre “. Por lo tanto, afirma Rivera, dicha división “está basada en la idea masculina del poder, donde hay hombres especializados en el dominio del cuerpo. Una parte del feminismo occidental se ha opuesto dejando de otorgarle poder al clero. Otra defiende el sacerdocio femenino y la participación en los estamentos clericales. Son opciones diferentes pero no contrapuestas “. Rivera explica que “en las religiones prepatriarcales, la Trinidad no necesitaba del clero porque era femenina (abuela, madre e hija)”. El cristianismo, afirmó, “tiene dos ideas de Dios: Dios amor, interior del ser humano, y Dios de la Iglesia, creador interno y externo”. Para ella, la misa que Benedicto XVI ofició en la Sagrada Familia el pasado noviembre ilustra esta división. Las monjas que limpiaron el altar son “la gran madre, innombrada y innumerable, primera escuela del amor; los curas son la Iglesia de Roma, la institución que administra la relación con un Dios lejano y todopoderoso”. Así, cree que “las feministas que reivindican el sacerdocio femenino siguen las tradiciones prepatriarcales” y “las feministas laicas de hoy en día no lo son al estilo del laicismo masculino del siglo XIX y XX, con una base importante de nihilismo”, sino “de una forma libre, no necesitan del clero ni le reconocen autoridad, no delegan la vida de la psique “. Es más, afirma “cuando dicen ‘mi cuerpo es mío’ probablemente sepan que Dios es el dios de las mujeres y que existe en su cuerpo”.
Dahan también es “crítica con la religión dogmática, una realidad de hombres al servicio de hombres que sacralizan las relaciones autoritarias y de dominio patriarcal. La idea de un Dios único, dueño, violento, celoso y dominador, creado a la imagen y el servicio del hombre “. El judaísmo, explica, “tiene 5.772 años, y su expresión simbólica se basa en la prohibición de diosas y figuras de representación femeninas que rivalizan con los hombres. El monoteísmo es un diseño imaginario al que se añadieron otras variantes, todas con modelo patriarcal “.
Tamzali explica que en Argelia la religión se convirtió en una forma de “sacralizar la dominación femenina”, ya que, antes que se utilizara el islamismo como forma de reafirmación identitaria populista frente a la democracia occidental, las mujeres eran más libres . Ahora, las revueltas en los países árabes abren la puerta a que obtengan “más libertad”, ya que participan mujeres y están encabezadas por las y los jóvenes.