OPINIÓN
Hay un libro llamado “El malestar de las mujeres” de Mabel Burín que leí hace muchos años que hablaba sobre la salud mental de las mujeres.
Mejor dicho de la ausencia de tratamientos específicos para curar ejes “malestares”. Lo primero que debemos saber es que el concepto “malestar” en general, engobla muchas situaciones que, por desconocimiento, por miedo o por otras causas, no sabemos nombrar.
Decir que tu pareja o tu amigo practica sistemáticamente violencias machistas no es fácil de lograr. Por eso no lo llamamos y preferimos tener un malestar generalizado antes que darle nombre. Lo he sufrido y sé de lo que hablo. Yo tampoco sabía darle nombre, pero siempre tenía la boca del estómago encogido, tristeza acumulada, autoestima herida y así un largo etc. hasta que el feminismo me ayudó a ir metiendo nombre a aquellos malestares. Era un caso de manual de violencias machistas acumuladas. Había psicológica y simbólica por todos los lados.
Son violencias invisibles pero cotidianas. Son muy fácilmente justificables socialmente porque la culpa (siempre la culpa) siempre recae sobre la víctima, ya que el victimario, mejor dicho el agresor, siempre tiene dos caras: la pública y la privada. Y en la pública suele ser muy agradable, risueño, etc. Pero en la privada es manipulador, consciente de sus actos y de las consecuencias que provoca. Eso si, es muy cobarde porque cuando llevas la situación al límite, se esconde detrás de todos los estereotipos y justificaciones posibles. Pero siempre debe tener la razón y si no se la dan las mujeres, empiezan los silencios injustificados y el desprecio y la ignorancia hacia tu persona.
Es importante dar nombre a las situaciones de malestar de las mujeres porque es ahí donde se suelen esconder situaciones de violencias machistas ocultadas históricamente, pero ejercidas sistemáticamente. No valen autojustificaciones del tipo “tiene un carácter muy fuerte”, “Es muy complejo y quizás yo no lo entiendo”, etc. No, esto lo único que consigue es un auto inculpamiento innecesario que conlleva una disminución de la autoestima y una sensación de torpeza emocional permanente.
Hay que hacer visibles estas violencias machistas que suelen comenzar con actos de micro machismos aparentemente tolerables pero que van aumentando dependiendo de la poca o nula resistencia que oponga la víctima que, habitualmente desconoce lo que le pasa y no sabe cómo explicarlo a nadie .
Las violencias machistas son muy complejas, pero no todas son visibles socialmente. Las más invisibles son, como ya he comentado, las psicológicas y las simbólicas, pero tampoco podemos olvidarnos de las estructurales, que, precisamente tienen a su trampa de estructuras el mejor paraguas para pasar inadvertidas. Y, como bien sabemos las mujeres, las estructuras han sido construidas por el patriarcado.
La trampa estructural que genera que la pobreza tenga rostro de mujer, es un ejemplo de lo que digo. Otro trampa es el judicial que en demasiadas ocasiones ejerce violencias estructurales hacia las mujeres interpretando y aplicando leyes con sesgos sexistas y por tanto patriarcales. O también son violencias estructurales la negación de las violencias machistas hacia las mujeres por ser mujeres. Nos suenan casos, verdad? Pues eso …
Es fundamental saber decir lo que nos pasa y dejar de hablar de malestares de las mujeres porque tienen nombres. Hay que perder el miedo y la vergüenza y decir las cosas por su nombre. Sé que cuesta, pero hay que hacerlo porque de lo contrario es nuestra vida la que está en juego. Vida emocional, pero también física para las somatizaciones permanentes de estos malestares.
