OPINIÓN
Podríamos debatir mucho sobre lo que son nuevas masculinidades y sobre qué es la nueva política y si realmente son nuevas o no. Lo que está claro es que son conceptos que se han popularizado para escenificar la ruptura con la “vieja” masculinidad (machista) y la “vieja” política (alejada del pueblo).
En el artículo Nuevos partidos emergentes, viejas masculinidades que firmo yo mismo y que fue publicado en La Independent en febrero de 2014, reflexioné sobre si la llamada nueva política suponía cambios (o no) en cuanto a la igualdad de género o a la incorporación de mujeres cómo líderezas y de las nuevas masculinidades. En aquel momento concluí que no, que no se notaba un impulso en estos ámbitos por parte de la llamada nueva política e, incluso, afirmaba que se mantenían preocupantes tics sexistas de la “vieja” política.
Ha pasado más de un año y medio desde entonces y, si bien tampoco voy a decir que se haya producido un cambio sustancial, sí que creo que ha habido pequeños cambios. A falta de estudios sobre la presencia de mujeres como candidatas o como cargos de responsabolidad dentro de los nuevos partidos, sí que creo que se percibe una mayor presencia de mujeres como cabeza de lista. Estoy hablando de Manuela Carmena, Ada Colau o Mònica Oltra, ejemplos de liderazgo femenino que ocupan cargos de relevancia política a partir de plataformas electorales que plantean nuevas formas de hacer política desde candidaturas municipalistas o de coaliciones como la valenciana Compromís. Quizás son casos aislados y poco generalizables pero sí que son significativos: han dado la visibilidad pública a mujeres ejerciendo el poder que lo han hecho, muchas veces, con nuevas formas de liderazgo. Hay más casos de liderezas autonómicas como por ejemplo la madrileña Cristina Cifuentes, la balear Francina Armengol o la andaluza Susana Díaz, pero si una cosa tengo clara es que estas últimas no pertenecen a la nueva política.
En las elecciones catalanas sólo Ciutadans tiene una mujer como cabeza de lista, Inés Arrimadas, aunque siempre va acompañada de Albert Rivera que es quién ejerce, al menos por el momento, el verdadero liderazgo en la formación. En la lista del Juntos por el Si es remarcable la presencia de dos mujeres procedentes de movimientos sociales soberanistas que han dado el salto a la (nueva?) política: Carme Forcadell y Muriel Casals. No se si la plataforma electoral Juntos por el Sí puede ser considerado nueva política pero, al menos, sí que se puede decir que ellas son nuevas en la política institucional, son reconocidas como líderes y ocupan en espacios destacados de la lista. En Catalunya Sí que es pot, la escritora Gemma Lienas ocupa el segundo lugar. En el espacio de la izquierda independentista es destacable el liderazgo, informal pero no institucional, de Teresa Forcades.
En las españolas estamos igual o peor: todos los candidatos con posibilidades son hombres: Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera o Alberto Garzón. El único partido con “lideresa”, con pocas posibilidades de obtener representación, era UPyD pero ahora su líder es un hombre, Andrés Herzog quien disputó su puesto con Irene Lozano. La conclusión clara es que los liderazgos políticos no están muy equilibrados entre los dos sexos. Hablo en todo momento de la liderazgos o cabeza de lista porque la paridad en las listas es una obligación legal y no supone ningún indicador para evaluar el avance en la igualdad de género, al menos desde mi punto de vista.
La centralidad de la igualdad de género en el debate político
Otro elemento importante a analizar es el espacio que ocupa la igualdad de género en el debate público. Si bien todos los partidos la abordan en su programa electoral eso no hace que esté en el centro del discurso político, ni que todos los partidos le den la misma prioridad. No voy a entrar en el debate sobre si las políticas de igualdad que promovió el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero fueron efectivas o no, pero si una virtud tuvieron sus gobiernos fue que pusieron en la centralidad del debate político la igualdad entre hombres y mujeres. Y esto tuvo su reflejo legal: la aprobación de leyes estatales contra la violencia machista y por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Son leyes mejorables y de hecho los partidos, nuevos y viejos, prometen reformas y en el ámbito catalán, por ejemplo, se ha aprobado una recientemente una, pero se tiene que reconocer que la igualdad ya no está en el centro del debate desde que Mariano Rajoy preside España. Tal vez, y tras un verano horrible, se vuelve a dar una cierta prioridad a la lucha contra la violencia machista.
El diagnóstico, quizás apresurado, es que la nueva política no ha recuperado la igualdad para el debate político, a pesar de que los nuevos partidos de izquierdas tienen sectoriales feministas, y que en demasiadas ocasiones no abordan las nuevas masculinidades ni el papel del cambio en el hombre en el camino a la igualdad.Aún así, también hay espacios para la esperanza: El Ayuntamiento de Barcelona ha creado la concejalía de Ciclo de la Vida, Feminismo y LGTBI, un ejemplo de centralidad y priorización política de la igualdad.
También necesitamos poner en el centro el papel del hombre en el cambio social hacia la igualdad y de visibilización de las nuevas masculinidades. En este sentido, me sorprendió agradablemente uno de los cabeza de lista de una de las candidaturas municipalistas de la nueva política protagonizara un hecho inédito en la política española: la visibilización de las nuevas masculinidades, en concreto las nuevas paternidades. Los hechos se produjeron cuando entrevistaban en la SER a Xúlio Ferreiro, el alcalde d’A Corunha. El mismo tuvo que interrumpir su intervención en directo para atender sus hijosy posteriormente llevarlos a la escuela. Las nuevas paternidades se hacían visibles en el discuros mediático a partir de un político y de imprevisto en una entrevista: se rompían esquemas y se mostraba una nueva forma de ser hombre. Se visibilizaba una masculinidad cuidadora y una paternidad responsable. El problema es que ha ocurrido una única vez. Todavía falta mucho para que esta noticia pase de lo meramente simbólico a ser lo habitual, pero siempre es interesante que se produzcan hechos así.
Con todo, es evidente que aún queda mucho más para que el movimiento de hombres por la igualdad puedan incluir sus prioridades en la agenda política o que los políticos sean protagonistas en las nuevas masculinidades. No tengo muy claro que la aparición de la llamada nueva política vaya a suponer un cambio de paradigma en el ámbito de la igualdad de género ni la incorporación masiva de los hombres a esta lucha. Lo que sí que puedo decir es que ahora mismo estoy un poco más esperanzado en qué esto sea posible que hace un año y medio.