OPINIÓN
Lo nuevos tiempos conllevan nuevas tecnologías y con ellas surgen nuevos lenguajes y nuevas formas de violencias machistas.
Como ya he dicho en numerosas ocasiones, los lenguajes no inclusivos (y los son casi todos) son el mejor aliado del patriarcado para mantener su sistema opresor.
Durante la adolescencia, y sin ninguna formación en educación emocional ni afectivo sexual, nuestros jóvenes tienden a confundir el deseo sexual con el amor. Y, como sabemos, no es lo mismo. Y de ese desconocimiento y/o confusión, potenciada por toda la parafernalia de películas Disney y demás, se alimenta la opresiva idea del amor romántico.
Una idea que esencialmente busca la renuncia de las chicas a su propia vida y a sus propias necesidades y deseos en aras a complacer los deseos de su chico. Y eso, además de generar una dependencia emocional que las puede anular, puede resultar incluso peligroso para ellas.
El primer síntoma es la negación de esa renuncia y/o dependencia por parte de ella ante alguna pregunta de las amigas o familiares. Su autoafirmación como igual dentro de la relación tóxica puede llevar implícito un terrible miedo a la pérdida de quien a ha “elegido” para que esté a su lado. Y, en demasiadas ocasiones, para mantenerse al lado de él, que le insiste en que la quiere y que el amor es sexo, se cede a una relaciones quizás no deseadas, pero necesarias para que él no la abandone. Ese es el orden patriarcal. La satisfacción del deseo sexual a través del chantaje emocional del amor romántico.
Y esto puede empeorar si en algún momento ha habido alguna grabación de vídeo o fotos de carácter sexual puesto que se pueden utilizar para aumentar la intensidad de ese chantaje sobre la chica con la amenaza de divulgarlas. Así ella queda más atrapada dentro de esa relación tóxica. Y así, también aumenta el orden poder-sumisión que busca el patriarcado, siempre ávido de un mayor poder y dominio sobre las mujeres.
La violencia machista estructural que ha supuesto el desmantelamiento de los recursos para la sensibilización y prevención de las violencias de género, así como el adoctrinamiento patriarcal que ha supuesto la implantación de la LOMCE, no ha hecho más que dar alas a estos nuevos modos de violencia contra las mujeres. Sin recursos económicos ni educativos adecuados, la prevención de estas violencias desde las aulas se complica bastante. Y si además le sumamos que la negación de que este tipo de violencias se produzca en las aulas por parte de casi toda la comunidad educativa, tendremos nuevos focos de preocupación por la falta de detección.
Nadie dijo que detectar las violencias machistas entre la población joven y no tan joven fuera fácil. Ni mucho menos que la salida a esa situación fuera un camino de rosas. Pero creo que no se está prestando la atención necesaria a estos primeros síntomas que tienden a darse entre nuestras chicas jóvenes en sus primeras relaciones.
Los micro machismos naturalizados en todos los ámbitos de la vida no ayudan en nada e insisto en que sin recursos no se pueden desmontar mitos, creencias, situaciones perversas, etc para evitar nuevas situaciones de violencias machistas en nuestras mujeres jóvenes.
Con esto no quiero decir que todos los chicos jóvenes sean maltratadores potenciales, pero sí que son víctimas potenciales todas las chicas jóvenes, puesto que es en ellas, en las mujeres en general en quien se ceba el patriarcado.
No basta con la voluntariedad de parte del personal docente por detectar e intervenir ante la más mínima sospecha. Las administraciones educativas deben intervenir haciendo prevención desde el minuto cero. Los pactos están muy bien como referentes políticos, pero se han de desarrollar para llevarlos al terrenos de los patios de las escuelas, a las aulas de todo el sistema educativo. No podemos quedarnos solo con las intenciones reflejadas en dicho pacto, porque entonces no avanzamos nada.
Como formadora de personal docente en esta materia me he encontrado de todo. Incluso con algún profesor hombre que incluso llegó a sugerir la justificación de dichas violencias en los patios como forma de socialización entre niñas y niños. Afortunadamente el resto del grupo y yo misma reaccionamos y le hicimos ver su error. Pero sigue habiendo una cierta resistencia de algunos profesores hombres hacia, por ejemplo, la definición que hace la Ley Orgánica 1/2004 sobre Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género que en su Preámbulo y que en su primer párrafo afirma:
“La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.”
Si son capaces de tener resistencia a esta definición, y de afirmar que por qué solo se considera violencia de género cuando la ejerce un hombre sobre una mujer y no cuando la ejerce una mujer hacia un hombre, yo me pregunto si su función docente en valores como la igualdad, equidad, solidaridad, etc, ¿no queda sesgada?
Afortunadamente estas situaciones son aisladas y el conjunto de la profesión docente está implicada no solo en estos valores sino también en la detección y prevención de este tipo de violencia y de actitudes que se pueden dar entre el alumnado y de una forma u otra buscan soluciones. Pero no podemos dejarlo a su voluntariedad. Hemos de darles herramientas para proteger a las víctimas y para aislar a los maltratadores mostrando que esas conductas son reprochables desde cualquier punto de vista.
Y sobretodo hemos de dotar a las mujeres jóvenes de herramientas de autoprotección para saber decir NO a determinadas conductas, porque las nuevas (aunque algunas son ya muy viejas) formas que toma el patriarcado para ejercer la violencia contra las mujeres puede destruir no solo su presente, sino también su futuro por las secuelas que estas situaciones acarrean.
Esperemos que los recursos para combatir estas violencias no tarden en llegar a las aulas y que nuestras mujeres jóvenes dejen de estar potencialmente expuestas a sufrir cualquier tipo de violencia machista en esa maravillosa y complicada etapa de la vida.