lunes 01 julio 2024

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“No se llega a sensibilizar suficientemente ni a las mujeres ni a las familias ni a las comunidades”

Aissatou Diallo, trabaja por un mundo más justo, por eso lucha contra la mutilación genital femenina (MGF), una lacra que, hoy en día, afecta a más de 200 millones de mujeres y niñas.

Según datos de Unicef del 2020, la mitad de las afectadas viven en 3 países: Egipto, Etiopía e Indonesia. Esta práctica que atenta contra los derechos humanos de las mujeres y las niñas se realiza en más de 30 países de África, Oriente Medio y Asia. Se calcula que en 2019, 4,1 millones de niñas fueron sometidas a ablación, y a causa del crecimiento de la población, se prevé que este número aumente a 4,6 millones de niñas en 2030.

Según el último informe de Amnistía Internacional, presentado el año pasado, se estima que, en el Estado español, 18.000 niñas están expuestas a la MGF, y a pesar de que es una práctica ilegal, algunas familias aprovechan el retorno temporal a sus países de origen para realizarlo.

Es fundadora de la Asociación Humanitaria Contra la Ablación de la Mujer Africana (AHCAMA), ¿qué le llevó a crear esta asociación?

Ser superviviente de MGF. Pensé que había que proteger de esta barbaridad a las niñas, para que nadie más pasara por ello.

Cuando supe todo lo que la MGF causa a la mujer decidí proteger a todas las personas posibles y hacer todo lo que fuera posible, porque es un engaño que la tradición y la religión lo impongan. Tradicionalmente, las mujeres no llegan a profundizar en el Corán, sólo podían leer lo suficiente para rezar y obedecer, y así el patriarcado les ofrecía una interpretación con la que las engañaba. Falsos mitos sobre pureza o salud han hecho que la mujer nunca haya sido dueña de su cuerpo ni de su integridad, y que sean otros quienes tengan el control.

Nuestra misión es llegar al corazón de todas las personas para acabar con la MGF.

¿Cataluña dispone de una buena sensibilización, formación, detección de casos, y acompañamiento de las mujeres y niñas supervivientes de esa atrocidad?

A mi entender la sensibilización se queda corta. Han reducido el número de mediadoras, no se llega a sensibilizar suficientemente ni a las mujeres ni a las familias ni a las comunidades. Las mujeres migrantes, a menudo, se ven encerradas en un círculo comunitario en el que sufren la presión para remarcar la identidad y la tradición. Si no llega hasta ahí la sensibilización sobre los efectos de la MGF, nadie será consciente de los perjuicios que ocasiona.
No hay suficiente formación en los servicios sociales que, actualmente, están desbordados y tienen demasiados aspectos sobre los que formarse para dar una atención eficaz con unos recursos insuficientes.

En los servicios sanitarios y médicos es imposible llegar a cada consultorio y cada servicio de atención hospitalaria con la suficiente intensidad, incluso se han producido “falsos positivos”. Es decir, casos en los que se ha creído detectar MGF cuando no lo era, pero es comprensible: el personal sanitario debe formarse en demasiados aspectos para los que no hay suficientes recursos.

El sistema educativo sería un entorno privilegiado para sensibilizar a las niñas y a las familias, y para detectar casos de riesgo, pero no llega suficiente información ni al personal docente ni a los profesionales de apoyo pedagógico ni psicológico.

Por lo que hace a la detección de casos y para la deficiente formación que he detallado en el punto anterior, creo que se detectan suficientemente los casos.

Y en cuanto al acompañamiento, también es deficiente. La niña superviviente es retirada de la familia y pasa al circuito de protección de la Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia (DGAIA) y no se actúa sobre la familia.

Aissatou Diallo 4

Ante esta situación, ¿cómo enfrentan el trabajo?

Desde la Asociación hacemos diferentes actividades, como son: Talleres, charlas y actas de difusión. Formación a mediadoras. Sensibilización comunitaria y familiar. Mediación entre servicios de atención y comunidad. Colaboración en la elaboración, revisión y aplicación de protocolos. Colaboración con entidades de investigación. Encuentros entre comunidad, mediadoras y servicios de atención para aprendizaje mutuo y para compartir experiencias. Cooperación con las redes española y europea de entidades contra la MGF. Actualmente, colaboramos en la creación de la red africana contra la MGF.

También trabajan contra los matrimonios forzados (MF). ¿Qué cifras tienen?

Sí, hemos colaborado en la elaboración del protocolo MF en Cataluña y con las entidades que investigan sobre el tema en España, y con las administraciones y servicios de atención, mediando en casos de riesgo.

En cuanto a las cifras, se trata de una lacra difícil de cuantificar, ya que queda oculta bajo formas que se escapan al control. Se estima que hay unos 12 millones de niñas en el mundo que la sufren. Para el caso de España, el estudio más riguroso que se ha hecho, es el de la Fundación Wassu.

¿Qué estrategias se tienen que aplicar para combatir estas violencias contra las niñas y las mujeres?

Hay que llegar al circuito en el que las mujeres se ven encerradas e intervenir, no hay otro camino.

A menudo, las mujeres migradas están encerradas en diversas capas: un hombre que las controla y somete –en ocasiones, incluso la ha hecho venir por reagrupación familiar y tiene hasta el control de su documentación-. Una familia o una comunidad que les impiden relacionarse o manifestarse fuera de la norma. Y unas instituciones religiosas que dictan el camino y el modo recto de vida a seguir. Si a esto sumamos la exclusión que sufren fuera de estos entornos familiares y comunitarios, la mujer tiende a replegarse sobre el círculo que la oprime, para reafirmar identidades que otros han creado para ellas, pero que les hacen sentirse integradas en el único ámbito en el que se sienten reconocidas, aunque estén oprimidas.

O se llega a descifrar los códigos comunitarios para establecer una comunicación eficaz con ellos y conseguir sensibilizarlos, o la mujer cae en una espiral de la que no puede salir.

Y, por descontado, o se llega a acabar con la precariedad que ata a la mujer a estos círculos, o de poco sirve que les impongamos la necesidad de empoderarse mientras no puedan salir de la dependencia social y económica. Por lo tanto, hay que actuar en una doble vía: contra la precariedad y sensibilizando al entorno comunitario y familiar.

Aissatou Diallo 1

El 6 de febrero, es el Día Internacional de Tolerancia Cero con la MGF ¿tienen pensada alguna actividad específica?

Colaboramos en la jornada que se hará el día 5 de febrero en Cataluña, junto con diferentes colectivos. Es necesario buscar siempre la máxima implicación de entidades y cubrir el máximo territorio posible.

Este año, y el pasado, son especiales para practicar esto. Hasta el 2020, organizábamos actos en los que reflexionábamos juntas y compartíamos experiencias entre asociaciones, administración, profesionales y público en general. AHCAMA organizaba algún acto el 6 de febrero en Barcelona o se sumaba a otros colectivos para organizar jornadas conjuntas. La pandemia ha hecho que, a partir de las limitaciones presenciales, acabemos sumando esfuerzos asociaciones que antes no coincidíamos físicamente, ya que cada una lo organizaba en su territorio.

En los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) Naciones Unidas ha fijado la eliminación de la MGF antes del año 2030. A 8 años de esta fecha, ¿lo ve factible?

Va a ser difícil. Si la información de todo lo que se está haciendo no llega al foco, a los países donde se practica y, dentro de ellos, a los territorios alejados de las ciudades, no se erradicará nunca.

Asistiendo a la I Cumbre Africana sobre MGF y MF, comprobamos que se pusieron de acuerdo estados, autoridades, entidades sanitarias y educativas, confesiones religiosas, líderes comunitarios y tradicionales, y organizaciones de la sociedad civil. Multitud de agentes de las sociedades implicadas donde hay que erradicarla y donde no hay argumentos que justifiquen que todavía se practique.

Los principios y el acuerdo están en marcha. Ahora bien, llegar hasta el último entorno rural o hasta la última comunidad excluida, va a ser tarea imposible en un plazo tan corto. Y para acabar de complicarlo, las crisis sociales, económicas y sanitarias derivadas de esta pandemia, han ocasionado un retroceso claro en programas de erradicación que ya estaban en marcha, y también un aumento de las situaciones en las que las niñas son apartadas de los circuitos en los que se podía detectar o evitar esta práctica.

Aissatou Diallo 3

Nota: las fotografías proceden de la página web de AHCAMA

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Alícia Oliver

Periodista i activista feminista. Coordinadora de la Xarxa Europea de Dones Periodistes i de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género
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