Gemma Ferreón Rivera es una joven antropóloga social y cultural, cofundadora de Catàrsia, colectiva artística-política de jóvenes asiáticas descendientes.
¿Cómo surge Catàrsia?
Hace 3 años, a raíz de una actividad de teatro, nos conocimos tres de las integrantes actuales. Pudimos charlar de las cosas que nos preocupaban y pudimos compartir ciertas vivencias que, hasta aquel momento, ninguna de nosotras habíamos compartido, jamás, con nadie, ni siquiera con nuestros círculos más próximos. Como mujeres jóvenes y asiáticas descendientes nos dimos cuenta de todas las experiencias comunes que nos atravesaban y pensamos en auto organizarnos para reflexionar, aprender y visibilizar los diferentes ejes de opresión con los que lidiamos a diario como el racismo, el colonialismo y el patriarcado; con el ánimo también de llegar a más personas que buscasen espacios donde poder hablar, compartir y pasar a la acción.
A base de quedadas abiertas y de tener más visibilidad fuimos conociendo a las otras compañeras que hoy en día forman Catàrsia.
¿Qué actividades hacéis?
Nosotras nos definimos como una colectiva artístico-política que tiene como objetivo visibilizar y señalar el racismo que vivimos las persones asiáticas o asiáticas descendientes, y hacer llegar nuestras reflexiones a las nuevas generaciones, que pensamos que son con las que se tiene que trabajar, prioritariamente, para poder conseguir una transformación social. Una de las principales herramientas que usamos es el Teatro-Foro, con la pieza «¿8M-Feminismo interseccional?» donde abordamos situaciones de nuestra cotidianidad donde confluyen los ejes del racismo, el patriarcado y la clase social. Llevamos ya unos dos años moviéndola por teatros, centros cívicos e institutos.
Además del teatro, participamos en formaciones, charlas y talleres. Este año nos estamos centrando en «Furiasia: festival de artes escénicas de las diásporas asiáticas», festival que organizamos para celebrar los 3 años de camino que llevamos juntas. Desde febrero a junio haremos varias actividades, como por ejemplo, cine fórum, con el documental en el que participamos que se llama «Descendientes», de la productora SICOM. También un taller de escritura creativa dirigida a mujeres racializadas no blancas, un taller de Baybayin (escritura pre colonial filipina), talleres de cocina con perspectiva decolonial, conversatorios con diásporas asiáticas de otras partes del mundo, etc., que acabarán en julio con una conclusión de dos días de fiesta con varias piezas de teatro, música en directo, voguing, poesía, etc. Es el primer festival, al menos a nivel estatal, protagonizado íntegramente (incluido el equipo técnico) por artistas locales y de origen asiático. Toda la programación está pensada con propuestas que cuestionan el imaginario racista, colonial y patriarcal que la sociedad ha construido de nuestros cuerpos.
Por cierto, felicidades por la producción de videos que hacéis y que ayudan a visibilizar el racismo que vivimos y que tenemos incorporado sin darnos cuenta. ¿Cómo surgió la idea de hacerlos?
Prácticamente todas nosotros hemos crecido usando herramientas tecnológicas de manera diaria y algunas tenemos este bagaje académico y profesional. Sabemos el poder que tienen las redes sociales y el audiovisual es la mejor manera de llegar a mucha más gente y nos sentimos muy cómodas usando la creatividad para posicionarnos políticamente. Algunos han sido encargos para material de formación, y nos sirve también como vía de financiación para nuestros proyectos. Nosotras ponemos nuestro tiempo, economía y cuerpo para sacar adelante la asociación y autofinanciarnos de manera independiente, siempre cogiendo proyectos donde no nos impongan ningún discurso utilitarista y nos dejen total libertad creativa para generar las piezas.
Teniendo en cuenta que el continente asiático está formado por muchos países con realidades muy diversas y diferenciadas, ¿cuáles son los prejuicios, estereotipos o tópicos que más a menudo se utilizan hacia la población de origen asiático y de qué manera los tendríamos que combatir?
Partimos de que para la sociedad general Asia limita al norte, con los países económicamente más poderosos como China, Japón o Corea. Y se nos olvida que existe Asia del sur (India, Pakistán, Sri Lanka… y en el sudeste (Filipinas, Indonesia, Malasia…). En los países del Sur Global, la gran mayoría con pasados coloniales, se nos categoriza como «salvajes», como personas que tienen que estar al servicio de los países del Norte, que se pueden explotar, dominar y expoliar sus riquezas. Pero además, hay ciertos estereotipos que caen para cualquier persona asiática, del norte o del sur, precisamente por esta tendencia a homogeneizar, como por ejemplo, que somos herméticos, que no nos relacionamos con la sociedad, que somos sumisas, serviciales y exóticas. Pero también ruidosas, incívicas, etc., tenemos de todo parece ser.
A principio de la pandemia se reactivó toda la sinofobia ya existente racializando el virus y donde se nos estigmatizó como portadoras de infecciones, contagiosas, sucias, etc. Hay que hacer una revisión histórica de cómo el Norte Global ha construido la idea «de Oriente», exotizando, fetichizando, deshumanizando e inferiorizando todo lo que proviene de fuera de sus fronteras.
En cuanto a los medios de comunicación, ¿qué valoración hacéis del tratamiento informativo de la diversidad cultural?
El tratamiento de los medios de comunicación hacia las personas migrantes y racializadas no blancas es completamente racista, siempre lo ha sido. Vimos como con la pandemia no se puso ningún filtro a la hora de reproducir discursos racistas que acabaron con numerosos casos de violencia hacia personas con «cualquier apariencia asiática». Se ha normalizado un tipo de discurso alarmista, criminalizador y estigmatizador en los peores casos y en el «mejor» se desprende paternalismo o se limitan a hablar del folclore.
El papel de los medios de comunicación, especialmente el de masas, juega un rol principal en la hora de reproducir y legitimar el racismo y el patriarcado. Hace falta una revisión de las narrativas que se usan, urgentemente, porque esto tiene un impacto directo en la vida de muchísimas personas y hace falta más profesionalidad y sensibilidad para abordar ciertos temas. Aun teniendo en cuenta la precariedad del sector, esto no puede condicionar ni justificar una cobertura simplista y sensacionalista. Muchas hacemos nuestra vida y profesión de manera precaria, y precisamente por esta precariedad, necesitamos más que nunca generar y provocar una reflexión social profunda y crítica para poder cambiar este sistema injusto que prioriza el beneficio económico antes que los cuidados.
¿Cuál es la pregunta que invariablemente sobra, y aquella que echas de menos en una entrevista?
Encontramos siempre a faltar un enfoque que aborde las causas del racismo estructural en profundidad y que no se queden en preguntas superficiales alrededor de la identidad como «¿y tú de donde te sientes, catalana o filipina?» o «¿cómo es esto de vivir entre dos culturas?». Son preguntas que no señalan de qué manera opera el racismo en la construcción identitaria a lo largo de tu vida y que además te fuerza a escoger entre dos bloques homogéneos, o de aquí o de allá, y que nada tiene que ver con nuestra realidad. Solo sirve para saciar la curiosidad de las personas blancas y que genera un falso debate identitario.
Ya sabemos que en situaciones de crisis aflora lo peor de una sociedad, por lo tanto no te preguntaré por situaciones de violencias que habréis vivido muchas, desgraciadamente, sino por todo lo contrario. ¿En esta época de pandemia nos puedes explicar alguna anécdota positiva que hayas vivido?
La crisis también ha puesto a prueba la capacidad de empatía y solidaridad entre las personas. Hemos visto cómo han aparecido muchas redes vecinales que apoyaban a las personas migrantes, especialmente aquellas con irregularidad administrativa, a quienes las ayudas formales de la administración han dejado fuera. Las entidades filipinas tuvieron que coordinarse juntas para apoyar a muchas familias que de repente se quedaron sin ningún tipo de ingreso, puesto que muchas mujeres filipinas trabajan en el sector de los cuidados y el hogar, y en periodo de confinamiento no podían salir a trabajar. También muchos hombres de la hostelería se quedaron sin nada, puesto que es uno de los sectores más castigados por la crisis.
¿Cuál ha sido la última acción que habéis hecho en Barcelona?
La última acción fue a mediados de febrero, con la proyección del documental «Descendientes», combinando la presencialidad y el streaming, seguido de un debate con dos invitadas al Ateneo del Raval. Tenemos previsto hacer otra sesión de cine fórum, así como otras actividades que tenemos preparadas dentro del marco del festival Furiasia. Creemos que a pesar de la situación actual, no podemos dejar de hacer cosas, y paradójicamente el 2020 ha sido un año lleno de actividades y hemos estado muy activas. Por eso hemos decidido que este año queríamos ir todavía más lejos y hacer cosas que no se han hecho nunca y que son muy necesarias si queremos construir alianzas fuertes con otras personas de las diásporas.
