Cartel: Roser Pineda
El pasado sábado 14 de abril, cuando se cumplían 87 años de la proclamación de la Segunda República, el grupo de la República Feminista de Ca la Dona organizó un acto para conmemorar a las mujeres brigadistas.
En el 80 aniversario de la despedida de las Brigadas Internacionales se buscó así dar visibilidad a casi un millar de mujeres que vinieron a defender la República y las libertades, frente al totalitarismo que se extendía por Europa en la década de los treinta.
El acto contó con la presencia de Mercedes Vilanova Ribas, catedrática emérita de la Universidad de Barcelona, que empezó su intervención diciendo que era “un riesgo, un reto ilusionante, y un agradecimiento”. El riesgo, dijo, porque no le interesa la guerra. El reto, porque nunca había reflexionado sobre este tema, a pesar de especializarse en los años treinta y en la Segunda República. Y el agradecimiento, porque “me siento en casa con mis hermanas”.
Vilanova introdujo su intervención hablando del contexto político de la época y de los cuatro modelos de estado que funcionaban con éxito: El fascista de Alemania e Italia. El comunista de Rusia. El republicano español. Y el de la restauración con los tres pilares: rey, partidos políticos y ejército. Este, pues, es el panorama que se encuentran las brigadistas, donde “nadie hablaba de democracia, pero sí de constitución, libertad y república”.
Mercedes Vilanova amb Alícia Oliver, moderadora del acto.
“Nos separan doscientos años”
Mercedes Vilanova manifestó las dificultades para abordar el tema, y el método que utiliza para hacerlo, que es el comparativo. Por eso, para estudiar a las brigadistas, había que compararlas con las mujeres españolas, y lo primero que observó y que le sorprendió, es que “nos separan doscientos años. Nosotras no teníamos ninguna mujer como ellas, y creo que vienen a España y les cuesta entender lo que ven”. Así, el retrato que hace de las brigadistas es que son una élite, mayoritariamente pertenecen al mundo anglosajón: Reino Unido, Estados Unidos o Australia y países escandinavos, aunque también vienen de otros países europeos o de más allá. Son escritoras, periodistas, enfermeras, poetas, filósofas. La mayoría son mujeres mayores, nacidas al final del siglo XIX o primeras décadas del veinte, “es decir son mujeres “hechas” con experiencia, por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial”.
Vienen para ayudar, como las enfermeras; por motivos ideológicos o por sus creencias como las comunistas, anarquistas o las que pertenecen a la Cruz Roja o a los cuáqueros entre otros. También vienen por motivos profesionales, como las periodistas. España se convierte en el centro de gravedad mundial, y cómo dice Vilanova “somos el último país que lucha ferozmente contra el fascismo. Ningún otro pueblo luchó y se enfrentó a Hitler como lo hizo una parte de la Segunda República Española”.
El final ya es del todo conocido, los cuarenta años de franquismo que vivió el país significó ampliar, todavía más, aquellos doscientos años que relata Vilanova, y transportó al país directamente a la época de las cavernas.
Mercedes Vilanova con Ma Teresa Carbonell.
La miliciana Simone Weil
Vilanova acaba su intervención recordando a la filósofa francesa Simone Weil que, en los inicios de la Guerra Civil, vino a España como miliciana y participó en el frente de Aragón con la Columna Durruti. En el frente vivió experiencias traumáticas que la marcarían y que le harían abrazar el pacifismo y la no violencia. Algunas de las frases que Vilanova recogió de esta autora son: “Los muertos no quieren la paz”, o las características esenciales de lo que es un partido político y que resume en: “es una máquina que fabrica pasión colectiva; es una organización que ejerce una presión colectiva sobre el pensamiento de sus miembros, y es un grupo que el único objetivo que tiene es el de crecer sin límite”. Estas ideas de Simone Weil, como las de la propia Mercedes Vilanova de “detesto la memoria histórica” o “me fascina el anonimato y la invisibilidad”, sacudieron a un auditorio que la escuchaba con mucha atención y dio pie a un interesante debate entre las asistentes.
El contrapunto a esta voz tan singular, lo puso Mª Teresa Carbonell, presidenta de la Fundación Andreu Nin, la cual percibía a las mujeres españolas de la época “mucho más avanzadas y en igualdad con sus compañeros”. También explicó anécdotas de la miliciana, Mika Feldman de Etchebéhère, la única mujer extranjera que consiguió el rango de capitana en el ejército republicano, y que tuvo a su cargo una columna del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).
A lo largo del acto se pudo ver una compilación de imágenes sobre algunas de las mujeres que vinieron a España, realizado por el Grupo de la República Feminista de Ca la Dona, y surgido de la necesidad de rescatar los nombres de las mujeres y hacerlas protagonistas de una historia que a menudo las invisibiliza.
El punto y final lo puso la maga Glòria que, con su magia, transformó tres piezas de ropa con los colores de la bandera republicana, en un inmenso pañuelo de multicolor que llenó la sala.