OPINIÓN
Después del éxito de la pasada huelga feminista del 8 de marzo, toca aterrizar de nuevo en lo cotidiano. Y en ese aterrizaje, al menos yo, me he encontrado con mucha mezquindad.
No quiero ser pesimista, no es mi estilo, pero escuchando y analizando no ya solo los resultados de la huelga histórica, sino el día a día de la política, observo el grado de parálisis legislativa al que se ha llegado.
La falta de aprobación de presupuestos generales va mucho más allá de la aprobación de las cuentas del Estado. Conlleva la paralización de la puesta en marcha de proyectos y acuerdos previos. Y entre esos acuerdos está el Pacto de Estado contra la Violencia de Género aprobado el pasado otoño.
Y no pasa nada porque ese Pacto de Estado no se ponga en marcha. Ni siquiera en los aspectos en los que no se necesita de la aprobación de los presupuestos generales. Y no pasa nada porque, al menos la impresión que a mí me da, es que no existe voluntad política de ponerlo en marcha por parte de la gente que nos gobierna. Esa gente mediocre que es capaz de hacer chantaje emocional con un tema tan delicado como lo son los asesinatos de las mujeres y las criaturas para intentar que otros partidos les apoyen las cuentas.
Por supuesto el resto de partidos buscan también su particular rédito político a un teórico SÍ a esas cuentas. Pero entre esos réditos no se encuentra cómo objetivo prioritario la puesta en marcha de medidas que prevengan esos asesinatos de mujeres.
Y ahí me surge una duda que hoy quiero compartir, ¿Tendrá alguna cosa que ver con que todos los dirigentes de los partidos políticos sean hombres y por tanto no acaben de empatizar con lo que realmente supone la sangría de mujeres y criaturas asesinadas por el patriarcado, del cual ellos forman parte?
No quiero, ni de lejos, criminalizar a todos los hombres. Faltaría más. Sencillamente veo cómo, salvando excepciones de dirigentes de algunas instituciones, el tema de la igualdad entre mujeres y hombres es un tema atrayente dentro de la agenda política, pero no lo es de igual manera el de la prevención de las violencias machistas. Y se ha de entender que el máximo grado de desigualdad entre mujeres y hombres es el asesinato de mujeres. No se puede trabajar la igualdad sin trabajar, también y de forma indisoluble, la prevención de las violencias machistas de todo tipo.
Y esas violencias no solo son las físicas, las hay también institucionalizadas que es lo que han de aprender a corregir la gente que ostenta cargos públicos de cualquier índole
El pírrico pacto de estado, fue la consecuencia de la lucha de mucha gente por visibilizar lo que nos pasa a las mujeres por ser mujeres y concretamente el hecho de poner sobre la agenda política de todos los partidos la necesidad de poner fin a esos asesinatos así como a cualquier tipo de violencia. Pero la mediocridad de nuestros gobernantes vuelve a demostrarse cuando no ponen en marcha algunas de las medidas pactadas y que no necesitan de los presupuestos generales.
Otra vez las vidas de mujeres y criaturas pasa por tener precio partidista para obtener beneficios de gobierno o de cualquier índole. Otra vez se “diluye” el problema porque además las víctimas han perdido su propia voz. Las asesinadas porque ya no están y las que quedan porque se convierten en muertas vivientes por todo el dolor y sufrimiento acumulado.
Y mientras sigue la función esperpéntica del intercambio de cromos entre gentes que no tienen ni idea de lo que sus decisiones o, lo que es peor, su falta de decisiones les puede costar a muchas mujeres y criaturas. Les puede costar directamente la vida.
Y con la excusa de la falta de presupuestos, cualquier exigencia de medidas para la sensibilización, la prevención y la actuación quedan en agua de borrajas o, directamente en un chantaje para mantenerse en el gobierno.
Es un gobierno paralizado y al cual la vida de las mujeres, e incluso sus muertes no les resulta dolorosa por muchos lazos morados que se pusieran el pasado 8 de marzo. Un gobierno mediocre por no llamarlo directamente nefasto para la vida de tantas mujeres y criaturas.
Las feministas y la gente de bien a quien nos duelen tanto estos asesinatos no vamos a cejar en nuestra lucha por defender la memoria y las voces de quienes no están y de las que, aun estando, han perdido su voz.