OPINIÓN
Anoche en “la noche temática” de La 2 pasaron un documental llamado “Guarderias nazis”. Ni que decir tiene que este programa de Himmler fue una barbaridad mas de las que se le ocurrieron a este siniestro personaje.
Dicho programa fue denominado LEBENSBORN (en alemán “fuente de vida”) y surgió en 1935 con el objetivo de expandir la raza aria por toda Europa. Se abrieron guarderías en las que se atendía a mujeres consideradas “racialmente puras” y se animó a los oficiales de las siniestras SS a tener todos los hijos que pudieran tanto dentro como fuera del matrimonio. Había que repoblar Europa y había que hacerlo con criaturas perfectas que cumplieran la estricta política racial nazi.
Como consecuencia del visionado de dichas barbaridades que no se descubrieron hasta la entrada del ejército aliado, repensé el tema de las maternidades como elemento político y de sumisión, una vez más, de las mujeres a una función meramente reproductora.
Desde que tengo memoria escuché que el objetivo último de una mujer era la maternidad para sentirse y ser completa. No hace mucho el ex ministro Gallardón tampoco tuvo empacho en volver a recordárnoslo.
Afortunadamente las cosas van cambiando y en algunos lugares del mundo y algunas afortunadas podemos elegir entre ser o no madres, y ello nos lleva a valorar esa libertad de elección como un derecho intocable y por el que nos hemos movilizado para parar la retrógrada reforma del aborto que pretendía impulsar Gallardón y que le costó el puesto de ministro.
Pero no podemos olvidar lo que ocurre, por ejemplo, en lugares como Palestina o Israel en donde las maternidades forman parte de las estrategias políticas. En el caso de Israel esas maternidades subvencionadas forman parte de la estrategia de aumentar el número de población y justificar los asentamientos ilegales y sus políticas de anexión territorial ilegal y para ello no dudan en fomentar las familias numerosas a toda costa.
En el caso de las mujeres palestinas tienen integrado en su construcción subjetiva que ese tipo de maternidades numerosas forma parte de la lucha contra Israel que, al conocerlo, no duda en atacar y asesinar a criaturas en cada una de sus criminales ofensivas. Para las mujeres palestinas mantener la distancia demográfica con Israel es esencial, del mismo modo que lo es dar hombres para mantener la capacidad de lucha. Por ello y para ellas, la lucha contra el estado ocupante llega hasta sus propios vientres y su propia salud sexual y reproductiva. Es, en definitiva un deber patriótico.
El capitalismo feroz necesita brazos y más brazos, pese a las nuevas tecnologías, para aumentar los beneficios de quienes gobiernan el mundo. Y eso significa maternidades organizadas para tener mano de obra de repuesto. Si al capitalismo les sumamos los dogmas religiosos en los que “los hijos los manda Dios” y por tanto no podemos elegir si queremos o no ser madres, nos encontraremos con todo un sistema simbólico creado a la perfección por el patriarcado para arrebatarnos a las mujeres nuestra condición de seres completos y, de este modo, convertirnos es meros seres destinados a la reproducción.
Pero vamos a otras partes del mundo en donde además modifican a través de mutilaciones genitales el cuerpo de las mujeres con el objetivo último de negarles placer y provocarles más dolor y sufrimiento en los momentos de los partos que se ven abocadas a sufrir, puesto que siguen siendo culturalmente depósitos en donde engendrar y parir nuevas criaturas para unos hombres que imponen unas condiciones de vida terribles y unos dogmas religiosos sangrientos sin ningún tipo de freno para con quienes son consideradas como inferiores destinadas a trabajar infatigablemente de sol a sol y a parir para dar más hijos a esos hombres terribles.
Y seguimos con el tema en los conflictos armados en donde la violación es considerada como un arma de guerra y a las mujeres embarazadas obligadas a llevar a término la gestación resultante de las violaciones con el fin último de humillar al enemigo a quien han robado y violado a sus mujeres que parirán criaturas del violador. El futuro tanto de esas mujeres como de sus criaturas seguramente será terrible, puesto que se verán rechazadas por todo el mundo sin haber sido culpables de nada. De nuevo aparece la maternidad como arma de guerra, como estrategia política de dominación. De nuevo el cuerpo de las mujeres utilizado como receptáculo donde gestar sólo para dominar.
Cuando tomas consciencia política de este tema y percibes que en demasiadas ocasiones, en las que no necesariamente hay que salir de Europa para comprobar lo que digo puesto que las grandes religiones no han cambiado un ápice sus dogmas en este sentido, creo que el mayor favor que podemos hacernos las mujeres es, a través de la apropiación de nuestros cuerpos, ser conscientes de que la opción de la maternidad es eso, una opción personal o un proyecto de pareja, pero nada más que eso.
Algunas, entre las que me incluyo, decidimos no ser madres hace muchos años. Y esta opción es tan legítima como las otras. Afortunadamente pudimos elegir conscientemente y desde nuestra visión política nuestra opción. Me siento una mujer plena sin necesidad de haber sido madre. Mi opción, al igual que la opción de cualquier mujer de ser o no madre, nos hace igual de libres y completas que cualquier hombre. No puede existir una verdadera democracia sin el derecho pleno a decidir.
De ahí que los sectores más conservadores y reaccionarios necesiten cuestionar ese derecho y buscar elementos para reprimirlo. Necesitan poder dominar el cuerpo de las mujeres políticamente para dar brazos al capitalismo, siervos y adoradores de dioses inventados, mantener conflictos armados pero sobre todo mantener dominadas a las mujeres a través de cualquier recurso capaz de impedir su igualdad y equidad con respecto a los hombres. Y para ello se sirven incluso hoy en día y en los tiempos en que vivimos, de instrumentos como la inexistencia de conciliación entre vida personal, familiar y laboral manteniendo la responsabilidad históricamente impuesta de los cuidados de personas mayores, menores y dependientes.
En el orden simbólico de las sociedades, de todas ellas, sigue siendo necesaria la idea de una reproducción conforme a los dictados patriarcales. Y eso lo sabemos bien las mujeres. Por eso estoy convencida que mi mejor aportación en la lucha contra el patriarcado ha sido precisamente esa, negarme a ser madre. Negarme a dar más brazos al capitalismo y al ejército, más siervos a una iglesia misógina que no contempla la posibilidad de considerarme un ser completo y totalmente libre y con voz propia tenga o no tenga hijos. Negarme a dejar que mi vientre sea una máquina en donde se reproduzcan las ideas de desigualdad que pregona el patriarcado. Negar mi aportación a una sociedad en donde nacer mujer sigue siendo un estigma incluso hoy en día en demasiado lugares del mundo.
En estos días en los que el embarazo de la Presidenta de la Junta de Andalucía se ha convertido en un arma política arrojadiza, comprobamos de nuevo, como la función reproductora de las mujeres es utilizada políticamente en función de intereses no siempre confesables, olvidando que la decisión de ser madres es una opción libremente elegida y de la que cuando existe libertad, como es el caso, es tomada conscientemente del tipo de vida que se lleva por parte de la pareja o de la madre soltera. Nadie debe juzgar su capacidad de trabajo en función de si es o no madre, puesto que no se hace con los políticos hombres. No deja de ser un ejemplo más de que ni todas las maternidades son iguales ni estamos en una sociedad verdaderamente democrática en donde elegir sin más consecuencias sociales sea una praxis aceptada a todos los niveles.
Así comprobamos de nuevo, que incluso en sociedades autodenominadas modernas como la nuestra, el patriarcado sigue estando presente y haciendo de las decisiones de ser o no madres una de sus piedras angulares más importantes.
Quizás Lisístrata tenía razón…