jueves 25 abril 2024

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Más arriba del techo de cristal, el desafío de una mujer astronauta

 

 

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Había una vez en que las niñas soñaban con ser, de mayores, princesas o cantantes; los niños, futbolistas o astronautas. Ya se ha roto el tabú: Samantha Cristoforetti, 37 años, es la tercera mujer astronauta europea, y la primera en Italia.

 

Hay una larga lista de astronautas norteamericanas que siguieron en los 20 años desde la primera mujer astronauta de la humanidad, la mítica rusa Valentina Tereskova, que voló tres días alrededor de la tierra en 1963.

No ha sido fácil, obviamente, llegar a serlo. Han teniendo que romper varios techos de cristal, el primero de ellos las dudas interiores: ¿Seré capaz de hacerlo? Escoger el camino más difícil es la respuesta”, afirma Cristoforetti, y es la base para forjar el carácter y conocer la fuerza que (hombre o mujer) tenemos dentro.

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Entre 8.500 candidaturas
Para llegar a abordar la nave espacial internacional como copilota, Samantha Cristoforetti ha sido seleccionada en 2009 entre 8500 candidaturas, ha tenido un entrenamiento de cinco años y, anteriormente, ha estudiado ingeniería en Munich y Moscú, ciencias aeroespaciales en Toulouse y ha conseguido el título de pilota de aviones militares en Italia (donde la apodan la “petirrojo de combate”).

La misión de cinco meses de duración en la que participa Cristoforetti es la n.42 de la Estación Espacial Internacional (ISS en sus siglas en inglés), que vuela ininterrumpidamente desde el 2000 con la participación de las agencias espaciales de Estados Unidos, Japón, Rusia, y 11 países de la Unión Europea (ESA).

Cristoforetti y sus dos colegas ( Tierry Virts de la NASA y Anton Shkaplerov de la Roscosmos) partieron a bordo de la Soyuz de la base de Baikonur, en Kazajistán (la misma de donde partió el primer astronauta Yuri Gagarin), para llegar después de 6 horas de ascensión a la estratósfera y abordar la estación espacial. La astronave viaja sin descanso a la velocidad de 28.000 km por hora, a 400 km de altitud o sea 30 veces más alto que un avión normal. Tiene 800 metros cúbicos de volumen, una longitud de 100 metros y es visible sin telescopio desde la tierra.

Mucho por hacer
La astronauta cuenta que es bellísimo flotar en la microgravedad de la astronave, pero hay mucho trabajo por hacer, experimentando con mosquitos de la fruta y gusanos (sic), con su propio cuerpo (para verificar la adaptación del organismo humano a condiciones diferentes de gravedad), con los instrumentos y mecanismos de bordo.

Las investigaciones más importantes tienen que ver con la biotecnología, la química, la medicina, la física, la meteorología, la ciencia de los materiales. Son previstas tres caminatas espaciales, de por sí complejas y peligrosas, además de recibir dos misiones rusas de suministros y vuelos comerciales estadounidenses.

Anécdotas
Como anécdota ¿Qué se ha llevado Cristoforetti, como objetos personales, para resistir cinco meses en la estratósfera? Por supuesto, una buena cafetera Lavazza para tener su expreso diario y unos libros de Italo Calvino, Gianni Rodari y Antoine Saint Exupery para nutrir la mente, mientras su colega ruso no ha podido renunciar a algunas latas de caviar.

El hecho es que su actitud sencilla, directa, irónica y la vez humilde, según comentan quienes la conocen, conquistó la simpatía de mucha gente, sobre todo jóvenes.

En su diario de a bordo, comenzado 500 días antes del embarque en la misión n.42 de la ESA, “Avamposto 42. Guía galáctica para terrestres en misión espacial”, se dedica a responder a las mil curiosidades de sus lectores y lectoras, por ejemplo: ¿Qué se siente tan lejos de la tierra? ¿Qué comen los astronautas? ¿Qué investigan? ¿Van a hacer caminatas espaciales? ¿Cómo van al baño con este vestido tan pesado?

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Un planeta hermoso
La visión del planeta es impresionante. Cristoforetti no esconde su entusiasmo en contemplar desde arriba la belleza de la que disfrutamos, a veces sin ser conscientes de ellos, los habitantes de la Tierra.

Desde la altura se ven los mares, los bordados increíbles de las nubes, el verde de los bosques, los colores cambiantes de lagos y lagunas, las madrugadas rosadas. No se perciben las ciudades, las obras ingeniosas que los seres humanos han construido, y tampoco las destrucciones y sufrimientos que están produciendo con las guerras, o la repartición injusta de los recursos.

En la estación colaboran tranquilamente rusos y estadounidenses, olvidando la geopolítica que crea tensiones en Ucrania. El planeta azul es hermoso, muy hermoso, y tiene vida en abundancia para muchas especies, si no lo sobreexplotamos. ¿Los humanos, podríamos recomenzar o repensar la Historia, para hacerlo mejor?

 

Fotos: Imagenes de Samantha Cristoforetti en la página de esa.int

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Drina Ergueta

Drina Ergueta

Periodista y antropóloga. Comunicación y feminismo son sus temas predilectos desde hace más de una década. Articulista en medios bolivianos y portales feministas de España/México.
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